Sábado, 21 de noviembre de 2015 | Hoy
ECONOMíA › PANORAMA ECONOMICO
Por David Cufré
La devaluación no es inevitable, es una decisión política. El argumento de que el Gobierno devaluó de 3 pesos a 15 entre 2003 y el presente contiene un error de base. El dólar no cotiza 15 pesos, sino 9,65. Instalar la idea de que el precio es 15 es engañar a la sociedad. En lo que va del año se concretaron importaciones por 45.000 millones de dólares al valor oficial, no a 15. Dentro de ese enorme paquete de compras, casi 14.000 millones de dólares fueron insumos para la fabricación de bienes industriales. El costo de esas importaciones fue asumido por las empresas al dólar oficial. Si el 11 de diciembre tuvieran que hacerlo a 15, ¿alguien supone que será indiferente para las empresas? Es evidente que no, que el costo de importar insumos, materias primas, será mayor. En consecuencia, como ha ocurrido tantas veces en la historia económica argentina, las industrias trasladarán esa mayor carga al precio final de los productos que llegan a los consumidores. ¿Alguien puede imaginar que no subirán los precios de los autos, los zapatos, los televisores, las heladeras, los celulares, las computadoras, los lavarropas, los juguetes, las bicicletas y todos los demás rubros fabriles que importan insumos, que son la gran mayoría? En eso consiste parte del engaño.
Algunos economistas sostienen que una porción de las importaciones se hace a un precio mayor, de 12 o 13 pesos, que es la cotización del contado con liquidación. Sería oportuno que precisaran el monto involucrado en esas operaciones. ¿Son 1000 millones de dólares, 10.000 millones o 20.000 millones? Más allá de la respuesta, en cualquier caso, pasar 45.000 millones de dólares de importaciones que se hicieron a la cotización oficial a un nuevo valor de 15 pesos elevará los costos industriales. Es una obviedad. Pero tan grande intenta ser el engaño que más elementales se tornan las explicaciones para rebatirlo.
La devaluación es una decisión política con consecuencias severas para los consumidores. También para los fabricantes que dependen esencialmente del mercado interno, como ocurre con el 80 por ciento de la industria nacional. Si esas empresas aumentan los precios por el mayor costo de los insumos importados seguramente verán caer las ventas de manera estrepitosa. Y con menores ventas, empezarán los despidos. El camino de una devaluación de 9,65 a 15 desemboca en tasas de desempleo que pueden duplicar o triplicar el nivel actual. Sería aventurado decirlo si no hubiera pasado antes en la Argentina, pero para quien no recuerde, la desocupación en el menemismo empezó en 6 por ciento y escaló a 18, y la Alianza la llevó al 25.
Que la devaluación en 2016 es inevitable lo pronosticaban los mismos sectores para 2015. Así lo afirmaban desde mediados de 2014. Sostenían que ya nadie confiaba en el Gobierno y que el estallido era imparable. Sin embargo, no ocurrió. Advertían que se venía un descalabro porque no había reservas suficientes y porque sin arreglo con los fondos buitre, el Estado no tendría forma de acceder a financiamiento. A continuación, algunos ejemplos:
- “Sin acuerdo con los holdouts las expectativas de devaluación aumentarán y la demanda de dinero caerá aún más, por ende el dólar paralelo se encarecerá, arrastrando al alza la inflación”, aseguró la consultora Economía & Regiones, liderada por Rogelio Frigerio, presidente del Banco Ciudad y candidato a ministro de Economía de Cambiemos. “La tasa de crecimiento en 2015 será más negativa que la de este año, con un aumento del nivel general de precios promedio por encima del 50 por ciento anual”, agregó en noviembre del año pasado. Todos los pronósticos fallaron. Hay más crecimiento y menos inflación que en 2014, sin acuerdo con los buitres. La consultora de Frigerio decía que la inflación llegaría a 50 por ciento este año sin cerrar con Singer y compañía.
- “Sin arreglo con los holdouts, desgraciadamente no hay solución para la macroeconomía argentina”, afirmó Miguel Kiguel, ex secretario de Finanzas entre 1996 y 1999, y actual integrante del equipo de Cambiemos.
- “El deterioro de la situación económica hace más probable un acuerdo con los holdouts. El creciente deterioro de la actividad y de las perspectivas para 2015 en caso de no arreglo vuelven más probable un giro en enero hacia un entendimiento” con los buitres, pronosticó Eduardo Levy Yeyati, titular de la consultora Elypsis y flamante integrante de los equipos de Cambiemos.
- Luciano Laspina, diputado nacional por el PRO. “Esto lleva a la necesidad de un arreglo con los holdouts. Con acuerdo la situación es compleja, sin acuerdo la situación es crítica”, evaluó el año pasado, en referencia al 2015.
- “En 2015 habrá que administrar la escasez. Si no hay acuerdo con los buitres habrá un poco más de recesión, el costo se pagará en el nivel de actividad”, reflexionó Fernando Baer, de la consultora Quantum Finanzas.
- “Si no arreglan tendrán que seguir administrando las reservas que tienen, con algún ajuste cambiario adicional. En este contexto, estimamos un tipo de cambio cercano a 10 pesos para marzo y de alrededor de 11 para fin de año”, señaló Alejo Costa, jefe de Estrategia de Puente. Todavía no llegó a 10.
La devaluación que era inevitable en 2015 según los economistas neoliberales no se produjo. El Banco Central siguió con la flotación administrada en un contexto internacional cada vez más difícil, con Brasil –principal socio comercial– cayendo 3,0 por ciento luego de devaluar y ajustar, que era lo que ellos recomendaban. Como no ocurrió lo que esperaban, trasladaron el pronóstico a 2016 y le pusieron otro nombre, el plan bomba.
Además de 45.000 millones de dólares de importaciones concretadas en lo que va del año al precio oficial de la divisa, el Central canceló en octubre el mayor vencimiento de la historia nacional, el Boden 2015, unos 5900 millones de dólares. Otros 9500 millones de dólares fueron entregados al valor oficial para atesoramiento (el llamado dólar ahorro) y para compras con tarjeta de crédito en el exterior. Pese a todo ello, las reservas están al doble del nivel de 2003, mientras que la deuda en dólares con acreedores privados cayó de 75,4 puntos del PIB a 7,8 por ciento en el mismo período.
Existen caminos alternativos a la devaluación. El Gobierno exploró algunos de ellos para sostener el tipo de cambio, como el canje de monedas con China. El 19 de julio de 2014, el economista de Cambiemos Carlos Melconian lo despreció. “El acuerdo financiero con China es una absoluta fantasía, como el que firmó Redrado en 2010, donde se supone que hay un aporte de yuanes para fortificar las reservas del Banco Central, que están en cero”. También lo hizo el economista Nicolás Dujovne, para quien había que esperar una década y media para que surtiera efecto. “El yuan no es una moneda convertible. Es decir que no se puede salir fácilmente a cambiar yuanes por dólares. Quizá en 15 años la historia sea distinta, pero por el momento este swap no sirve para recomponer reservas”. Otra opción son los acuerdos con China u otros países para financiar grandes obras de infraestructura, como la renovación ferroviaria, las centrales hidroeléctricas o las plantas nucleares. La CAF, el nuevo banco de desarrollo que diseñan los Brics, el BID y otros organismos podrían aportar en el mismo sentido. El blanqueo de capitales es otra alternativa, más discutible, pero también en danza. Y la más virtuosa es el combate a la fuga de divisas, que significó una sangría de más de 100 mil millones de dólares en la última década. Para eso es necesario trabajar intensamente en el control de los sectores más poderosos, que son quienes tienen más capacidad económica y mayores recursos para sacar el dinero del país.
La devaluación no es inevitable, es una decisión política, y el dólar no está a 15 pesos, está a 9,65.
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