Jueves, 15 de septiembre de 2016 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Mario Wainfeld
Funcionarios nacionales, apenas llegados al Gobierno, denunciaron que el Centro Cultural Kirchner (CCK) estaba infestado por cucarachas y otras alimañas. Además, carecía de habilitación municipal (o como se la denomine en la Ciudad Autónoma) lo que, en conjunto, generaba asco y temores. Por lo visto, las tareas de desinsectación y apuntalamiento llegaron más rápido que la lluvia de inversiones y la reactivación económica. Seguramente ese fue uno de los incentivos para que el Mini Davos se realizara en el CCK.
Tal vez haya influido, aunque no se diga, que es un formidable edificio público que (guste o no) integra y enriquece el patrimonio nacional. Los invitados VIP también disfrutaron de una velada en el Teatro Colón, otro templo del acervo estatal (en este caso porteño). Dos ejemplos acerca de la importancia de la inversión para fomentar actividades extraeconómicas, culturales, con recursos del erario.
La escenografía importa, a menudo más que los discursos. La lista de no invitados locales es tan ilustrativa como la de asistentes. Casi no hay empresarios Pyme, ni dirigentes de la oposición política, ni sindicalistas. Apenas un puñado de gobernadores, del ala opo oficialista.
El diputado Sergio Massa, líder del Frente Renovador (FR), quedó afuera del ágape a diferencia de lo que ocurrió con el Davos primermundista. Las recientes divergencias del FR con la apertura importadora indiscriminada, los despidos y la baja del salario real seguramente explican el cambio. El kirchnerismo está “naturalmente” raleado del mapa de invitaciones del Gobierno cuyo pluralismo es cada día más angosto. Y los popes sindicales se han puesto irritantes, malestar que crecerá a medida que representen mejor el creciente malestar de sus bases.
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La pesada herencia: El prospecto de “venta” de la Argentina (dicho, tal vez, en sentido figurado) ostenta que el país es el primero en el índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, también con puesto número uno en Educación. Asimismo cuenta con “mano de obra de primer nivel, reconocida por sus capacidades técnicas, creatividad y versatilidad”. Y ranquea con el segundo puesto en conectividad de la región (65 por ciento de usuarios de Internet).
Dejamos a especialistas calcular con cifras cómo andaban al comienzo del siglo esos índices y el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad y que coloca a la Argentina arriba en el podio. Para esta columna, impresionista e historicista, basta decir que estaban significativamente peor. La malhadada herencia K los mejoró palpablemente merced a políticas que modificaron otros indicadores socio económicos: niveles de desempleo relativamente bajos, niveles salariales y de consumo popular comparativamente altos, aumento de la tasa de afiliación a sindicatos, con varios etcéteras conocidos por quienes leen este diario.
Resulta chocante que el Gobierno celebre los standards educativos y de conectividad: se contradice con su “relato” tanto como con sus políticas públicas. Las diatribas contra la falta de resultados observables del programa Conectar Igualdad, propaladas por el Ministerio de Educación y magnificadas sin beneficio de inventario por el diario Clarín, se dan de patadas con la alegría exhibida a los (potenciales) inversores. Mucho más divergente es el desmembramiento del programa, a través de dos metodologías predilectas de la gestión Cambiemos: los despidos masivos de personal (sin duda capacitado, versátil y creativo) y la asfixia presupuestaria. Desligar a la tasa de conectividad del acceso universal de chicos y chicas en edad escolar es un artilugio de la narrativa oficial.
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Los problemas: La desvinculación es más sutil en lo referente a lo que, en el dialecto común de anfitriones y paseantes, se denomina “mano de obra” y que uno llamaría “trabajadores” o algún sinónimo similar. Esa masa goza de derechos superiores a la media regional y también posee apetencias más elevadas. Sus ingresos, la protección contra los despidos arbitrarios, el acceso a la jubilación universal entre tantos. Todo impacta en el “costo laboral” que tanto inquieta al oficialismo y seguramente a los cofrades empresarios extranjeros.
El incordio se disimula en los folletos publicitarios pero es reconocido en los discursos del presidente Mauricio Macri y de los ministros de su equipazo. Por si fuera necesario, lo remachó anteayer el CEO de Techint, Paolo Rocca. Reducir los derechos y los salarios de los laburantes integra la propuesta que se completa verbalmente porque es pianta votos hacerlo constar por escrito.
No hace falta ser lacaniano para saber que lo silenciado gravita tanto como lo explícito. En este caso, tal vez más. Esa es la parte de la pesada herencia que se desea repudiar, en el marco precioso de la Ballena azul.
Ocurre que el macrismo quiere cambiar de paradigma y que ciertos logros de los gobiernos precedentes son un escollo. El “modelo” kirchnerista, pueden admitirlo quienes acuerdan con sus objetivos, encontró límites en sus últimos años. Las herramientas que produjeron avances se mostraron insuficientes para profundizarlos. Se amesetaron el crecimiento, el alto porcentaje de trabajadores informales, entre otras variables sensibles. Era forzoso aggiornarlo, producir reformas de “segunda generación”, renovar sus instrumentos. El macrismo ofrece otra receta, que solo puede revertirlos.
Las capacidades de la clase trabajadora, imaginan los populistas, tienen que ver con sus condiciones de vida. Comer bien, disfrutar de vacaciones de vez en cuando, precaverse del frío en invierno o del calor en verano. Para colmo de escándalos, un número apreciable de ciudadanos se creen con derecho a tener buenos televisores o acceder a una motito, un buen aparato de tevé, un auto usado. Ese es el pasado funesto a remover… tal vez uno de los puntos en cuestión sea que la sociedad sea refractaria al retroceso.
Los que conviven en el Mini Davos expresan, caramba, una parcialidad, que podría traducirse en términos de clase. Afuera queda el noventa y tantos por ciento de la sociedad argentina. Thomas Piketty podría comentar que los excluidos del cónclave son minoría si se mide en capitales… pero un estudioso de la democracia o cualquier “puntero” con olfato señalaría que desde el punto de vista electoral sí importan.
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@dos: Los funcionarios oficiales siguen preocupados por los límites que la sociedad civil trata de imponer a los tarifazos. Macri mandó postergar por unos días la imprescindible (y para el Gobierno acuciante) audiencia pública para el gas a fin de despejar de nubes el cielo de los visitante. Comenzará mañana, con movilización sindical entornándola. Posiblemente insuma varios días y aun así ya está impugnada judicialmente porque no bastará para que se expresen todos los sectores con derecho a hacerlo.
Si el turismo de aventura integrara el programa ofrecido a los visitantes ayer mismo hubieran podido costearse a la Plaza de Mayo, sita a pocas cuadras del CCK, y presenciar el “verdurazo”. Protesta de productores de economía popular y sintomática presencia de gentes de a pie haciendo cola para llevarse un poquito de comida.
La movida no es aislada, se complementa con las movilizaciones de trabajadores formales, informales (que también se organizan en estas pampas indómitas), usuarios de servicios públicos sin agotar la lista.
Muchos trabajadores hacen huelgas, incluyendo a los docentes, soportes de la educación que al mismo tiempo avergüenza al Gobierno y le sirve de propaganda.
La prensa dominante y los funcionarios macristas se arroban con la fragancia que el dinero no tiene pero sí sus mayores poseedores. Por unos días la Ballena Azul, concebida para auditorios plurales, estuvo solo ocupada por gente linda, gente como uno dirían el presidente y su elenco.
La Vulgata macrista asegura que hay que colmar la copa de los invitados para que ésta derrame sobre la población nacional. He ahí uno de los ejes más relevantes de la discusión política actual, que el macrismo prefiere ocultar hablando solo de episodios del pasado.
Desde fines del siglo XX, desaparecida la alternativa del “socialismo real”, el capitalismo convive con las democracias representativas en buena parte del planeta, en tensa dialéctica. En algunos trances históricos la contradicción se aminora, en otros se exacerba. Ahora mismo, cuando el péndulo regional bascula hacia la derecha.
La pregunta del millón es si el “mundo” que se autocelebró dentro del CCK recibirá aprobación y convalidación democrática de todo y todos los que quedaron afuera.
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