Lunes, 10 de octubre de 2016 | Hoy
ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE ; LA ECONOMíA SIGUE SIN DAR SEñALES DE RECUPERACIóN
Los funcionarios del Gobierno citaron algunos datos sectoriales como muestra de que la actividad volvió a crecer, pero los analistas afirman que no se puede hablar de una tendencia de recuperación e incluso desestiman esas cifras puntuales.
Producción: Javier Lewkowicz
Por Nicolás Hernán Zeolla *
Desde hace algunas semanas distintos funcionarios y analistas cercanos al gobierno buscan instalar la idea de que la economía argentina dejó atrás la parte más baja del ciclo, manifestando signos de recuperación. Para esto usan una metáfora basada en la floricualtura: los brotes verdes. Según comentó el ministro Rogelio Frigerio en la reunión anual de FIEL, las señales de recuperación de la actividad económica se basan en algunos indicadores puntuales como son repunte en los préstamos personales al sector privado (3,6 por ciento en septiembre contra el mes anterior), los despachos de cemento (4,4 por ciento interanual en agosto) y la venta de autos en el mercado interno (7,3 por ciento interanual en agosto). En la misma línea estuvo Alfonso Pratt Gay unas semanas antes.
Sin embargo estamos lejos de eso. Lo primero que hay que marcar es la falta de originalidad en las metáforas que se eligen para caracterizar la economía argentina. Como otras tantas ideas que circulan en el gobierno, la metáfora “brotes verdes” es importada. El inglés Norman Lamont, ministro de Margaret Tacher y John Mayor, durante la crisis inglesa de principios de los 90, hablo de “brotes verdes” buscando anticipar un repunte en la actividad que no solo nunca llegó sino que terminó en la crisis de la Libra de 1992. Pero como todo, años después volvió a usarse. Baroness Vadera, asesora del primer ministro inglés Gordon Brown, y Elena Salgado la ministra de economía española, hablaron de “brotes verdes” tras la crisis financiera internacional de 2007/08. Pero tampoco acertaron. A Inglaterra le llevo un año y medio más salir de la crisis y a España más de cinco años, y ni eso, en la actualidad atraviesa un modesto crecimiento con muy baja generación de empleo. Desde entonces, la metáfora de los “brotes verdes” está bastante desacreditada en la opinión pública europea, en especial en el Reino Unido.
En segundo lugar, los indicadores seleccionados en si no dan para hablar de un cambio de tendencia. El caso del cemento es paradigmático: el repunte solo duro el mes de agosto subió un 4,4 por ciento, pero en septiembre ese mismo indicador cayó un 11 por ciento. Sucede que es esperable que el indicador repunte desde niveles de producción tan bajos, el tema es que para hablar de tendencia debe ser sostenible en tiempo. En el caso de la venta de autos al mercado interno, la suba está muy influida por la eliminación a impuestos de autos importados, en tanto que la producción está por el piso. Y así muchos otros. De cualquier manera, hacia el año próximo el gobierno apuesta todas las fichas a que la actividad económica arranca y así poder mostrar algún dato positivo de cada a las elecciones de medio término.
Para ello, tiene dos cartas bajo la manga. Por un lado está el endeudamiento externo. Tras el arreglo con los buitres, el Estado Nacional, las Provincias y las empresas privadas han salido a colocar deuda externa como nunca. En lo que va del año Argentina se llevo el 60 por ciento del total de las emisiones de todos los países emergentes. Esta es una herramienta de política con la que no contaba ningún gobierno desde el default 2001 y, bien ejercida, favorece la estrategia de bajar la inflación anclando el tipo de cambio y aleja en el corto plazo el riesgo de una corrida cambiaria exitosa.
Por un otro lado está la obra pública. En el presupuesto 2017 la partida que más crece es la inversión y las transferencias de capital (38 por ciento), por encima de los pagos de deuda externa y seguridad social. Sin embargo, las grandes obras de infraestructura llevan tiempo de ejecución y no demandan tanto empleo en relación a otras equivalentes (bacheo, mantenimiento de espacios públicos, etc.). Además está el contexto internacional. Nuestro principal socio comercial (y el destino del 40 por ciento de nuestras exportaciones industriales) Brasil va a caer más de un 3,3 por ciento este año y solo crecería un 0,5 por ciento en 2017, según proyecciones del FMI.
Por ello, hay que bajarle al optimismo. Y en cualquier caso, que la coyuntura no tape el bosque. La actividad económica podría dejar de caer, e incluso repuntar, pero la clave está en entender si las medidas de mayor apertura financiera, endeudamiento externo, reprivatización productiva y desregulación efectivamente pueden sentar las bases de un nuevo ciclo de acumulación compatible con la inclusión social en argentina.
* Idaes/Conicet y CCC/Dto. Economía Política.
Por Martín Kalos y Magalí Brosio *
Con proyecciones y metáforas cada vez más modestas, el nuevo eufemismo presente en los medios económicos por estas épocas es el de “brotes verdes”. Las buenas noticias son siempre (tautológicamente) buenas, pero aún persisten dudas acerca de si estos signos incipientes de recuperación serán suficientes para frenar y revertir el proceso contractivo que se viene gestando desde hace tiempo, tanto de cara al famoso “segundo semestre” como a 2017.
A la fecha, el ejemplo más nombrado cuando se habla de “brotes verdes” es el sector primario. La actividad agropecuaria, por la mejora en la rentabilidad relativa para el trigo y maíz (desde diciembre, sin retenciones por exportación), ha sido la de mejor comportamiento en lo que va del año. La liquidación de dólares por exportaciones aumentó un 17 por ciento interanual; elevó en un 50 por ciento el uso de fertilizantes y ha impulsado la mayor venta de automóviles en el país (tras años de liderazgo de los vehículos familiares, en 2016 el más vendido es un utilitario). Las perspectivas del sector apuntan a una cosecha record de más de 110 millones de toneladas en 2016/2017.
Con respecto a la construcción, hubo un rayo de esperanza en agosto cuando los despachos de cemento portland se incrementaron un 6,7 por ciento interanual (tras siete meses de caída), atribuido principalmente a la reactivación de la obra pública. Sin embargo, en septiembre los despachos cayeron 11,1 por ciento contra el mismo mes de 2015 y 4,1 por ciento respecto a agosto. La obra pública, que de a poco comienza a recuperarse con miras a las elecciones de 2017, aún no alcanza para traccionar a sus proveedores.
La industria sigue en un contexto complejo. Entre la baja del consumo doméstico, el escenario económico y político en Brasil (destino del 20 por ciento de las exportaciones argentinas, participación que se duplica en las manufacturas de origen industrial), la apertura a las importaciones, las altas tasas de interés y las idas y venidas en torno a la reforma tarifaria; el sector manufacturero estuvo frenado todo el año y no muestra signos de que esté por arrancar. De acuerdo a la Unión Industrial Argentina, entre enero y julio la industria acumuló una caída del 4,4 por ciento, con contracciones en prácticamente todos los sectores. De continuar esta tendencia, implicaría cerrar el tercer año consecutivo con bajas en la producción de manufacturas.
A su vez, el sector comercial se mantiene en retracción. Según la Cámara de la Mediana Empresa, las cantidades vendidas en comercios minoristas se redujeron un 7,7 por ciento interanual en septiembre. El sector acumula una contracción de 6,8 por ciento con nueve meses consecutivos de caída. La causa radica en la dinámica del consumo de los hogares, golpeados por la baja del 10 por ciento en sus salarios reales y los despidos (más las diversas formas de suspensiones). Ni el sostenimiento del Ahora 12 permitió mantener los niveles de consumo, que sólo pareció recuperarse parcialmente en fechas puntuales como el Día del Niño, dinamizado también por paquetes de ofertas y financiamiento promovidos por cámaras que buscan no perder volumen de ventas. Pero por fuera de estas mejoras eventuales, el consumo sigue rezagado. Dada su importancia en la demanda de bienes y servicios (representa casi el 60 por ciento), su estancamiento forma parte importante de la dinámica recesiva.
La falta de perspectivas de mejora del consumo también explica la reticencia a invertir: no hay demanda interna y la Argentina se encuentra muy por debajo de los niveles de productividad mundial en la mayor parte de los sectores no extractivistas. En ese marco, no hay incentivo a la lluvia de inversiones: ¿quién compraría las mercancías que se produzcan con esa eventual ampliación de capacidad productiva? Peor aún, ¿por qué invertir en producir más cuando la política monetaria y cambiaria garantiza elevadas ganancias en la especulación financiera? Si las políticas públicas continúan por el sendero actual, los brotes verdes seguirán siendo escasos y esporádicos.
* Economistas de BASE.
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