Lunes, 10 de octubre de 2016 | Hoy
EL MUNDO › EL MINISTRO DE FINANZAS BRITáNICO HABLó EN LA ASAMBLEA DEL FMI Y EL BANCO MUNDIAL
El ministro Philip Hammond intentó convencer a sus interlocutores de que el “Hard Brexit” que delineó Theresa May no es tan “hard” ni tan “Brexit”, aunque los líderes de la UE no ahorraron críticas hacia la postura de la primera ministra británica.
Por Marcelo Justo
Página/12 En Reino Unido
Desde Londres
El ministro de Finanzas británico Philip Hammond lo tiene complicado. En Wall Street y en la Asamblea del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en Washington procuró convencer a sus interlocutores de que el “Hard Brexit” que delineó el gobierno de Theresa May esta semana no es tan “hard” ni tan “Brexit” y que el Reino Unido seguirá “open for business”. Con las diatribas de May contra la inmigración de fondo, con el tono intransigente frente a la negociación con la UE que comenzará “antes de fin de marzo”, Hammond cosechó amables sonrisas y muchísimo escepticismo.
Mientras el ministro trajinaba Washington, los líderes de la Unión Europea hacían cola para condenar la postura de May. En Alemania, la canciller Angela Merkel dejaba en claro que el Reino Unido no tendría acceso al “single market” a menos que permitiera el libre acceso a los ciudadanos del resto de la UE. “En esto no hay excepciones posibles”, dijo Merkel. El presidente del otro gran pilar de la UE, Francia, señaló que sólo cabía la firmeza ante el “Hard Brexit”. “Si no lo hacemos pondremos en peligro los principios fundantes de la UE. Otros países querrán dejar la UE para disfrutar de sus ventajas sin cumplir con sus obligaciones”, indicó François Hollande.
El viernes, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, terminó de martillar este mensaje señalando que la UE no podía ceder un centímetro en las negociaciones. “El Reino Unido no puede usar un pedal para permanecer dentro y otro para salir de la UE. En esto no hay negociación posible. Si no, pisarían todo lo que construimos en términos de integración europea”, señaló Juncker.
Entre amplios sectores británicos el mensaje duro de May causó sorpresa y alarma. En una carta abierta a la primera ministra publicada el viernes, el empresariado británico la exhortó a que priorizara el “single market” sobre el tema inmigratorio, exactamente lo contrario de lo que hizo esta semana. “Dejar la Unión Europea sin un acuerdo preferencial de comercio es mortal para nuestra salud económica, en especial para el sector manufacturero y de servicios. Volver por default a las reglas de la Organización Mundial del Comercio tendrá un impacto significativo para la exportación e importación británicas y para las cadenas de suministro”, indicaron en la Carta. Según los empresarios, un 90 por ciento de los productos exportados sufrirían nuevos aranceles que implicaría “un 20 por ciento de costo adicional para alimentos y bebidas, y un 10 por ciento para coches”.
Entre los medios ortodoxos como el The Economist o el Financial Times también hubo consternación. El The Economist produjo un fotomontaje de May con boina y casaca guevarista y un distintivo con la bandera británica para simbolizar la mezcla de nacionalismo e intervencionismo estatal del mensaje en el Congreso anual del Partido Conservador el miércoles. May prometió un estado muy activo para corregir desigualdades y, al mismo tiempo, anunció límites a la presencia de médicos, universitarios, estudiantes de inglés, trabajadores y prácticamente cualquier otra actividad humana que pueda ser realizada por un extranjero. Desde el The Guardian, el analista Jonathan Freedland, señaló que se estaba avanzando hacia un Brexit extremo y reclamó que “alguien hablara por el 48 por ciento que votó por permanecer en la UE”.
En este ambiente caldeado sin que siquiera hayan empezado las negociaciones o el Reino Unido haya invocado el artículo 50, la libra se derrumbó a su peor cotización en 31 años. El viernes por la mañana, en el Lejano Oriente, a la luz de los comentarios de Hollande, la moneda británica perdió en dos minutos un 6 por ciento de su valor, portento de futuros desastres. “Desde 1978 que trabajo con la libra y nunca vi algo así”, indicó Ian Jonhson, trader de la firma 4Cast. La caída fue tan extrema que muchos especularon que era un error en los algoritmos incorporados al sistema para evaluar el valor de las monedas. Uno de estos algoritmos relaciona las noticias negativas sobre un país con cada moneda para calcular su debilidad o fortaleza: las declaraciones de Hollande produjeron una suerte de estallido negativo del algoritmo. De hecho, unos 30 minutos más tarde la libra recuperó la mayor parte del valor que había perdido tan abruptamente, pero situándose aún en su peor nivel en décadas.
En todo caso, la previa de las negociaciones indica que hay dos planetas –el europeo y el británico– a punto de chocar de frente. En un paper publicado esta semana, Charles Grant, del Centre for European Reform, señala que el punto de partida y las premisas de ambas partes son inconciliables. “Muchos políticos británicos creen que el endurecimiento de los 27 miembros de la UE es simplemente una maniobra de cara a la negociación y piensan que Angela Merkel va a estar del lado de los británicos. La priordidad de Merkel es la estabilidad institucional de la UE. Los británicos también asumen que porque ellos no quieren inmigración interna de la UE, otros países europeos sienten lo mismo. Pero para la mayoría de los países de la UE el problema es la inmigración que viene de fuera del bloque, no la inmigración interna. Los 27 no van a permitir que los británicos tengan el mercado único y controles inmigratorios porque tienen populistas en sus propios países que van a decir que se puede tener lo mismo y, por lo tanto, lo mejor es negociar una salida del bloque. Eso terminaría en la desintegración de la UE”, señaló Grant.
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