ECONOMíA › INVERSION EN AGRICULTURA INTENSIVA EN SALTA

El regreso de Francisco Macri

 Por Cledis Candelaresi

Los presuntos traspiés parecen darle aliento. Después de perder la concesión del Correo Argentino (en rigor, de haberse desembarazado de lo que consideraba un mal negocio) o de abandonar la producción de autos cuando Brasil ofrecía mejores condiciones relativas para las automotrices, Francisco Macri volvió al ruedo anunciando un proyecto de agricultura intensiva en Salta. Con una inversión inicial de 54 millones de dólares y total de 360 millones, tecnología y financiamiento israelí, el polifacético empresario apuesta ahora a la producción de frutas y hortalizas de primera calidad para los selectos consumidores del Primer Mundo. Pimientos, tomates, melones, sandías, choclos, zapallitos, berenjenas y, como apuesta fuerte, granadas. Ese fruto que hoy se paga en el mercado internacional nada menos que 3000 dólares la tonelada, veinte veces más de la soja.
En julio del 2003 había dicho que se retiraba de los negocios y hasta planteó la provocativa idea de que si a alguno de sus hijos le interesaba una empresa, debería comprarla. “Si no hay nada que hacer, me retiro. Pero si es posible hacer algo...”, balbuceó ayer, justificando su permanencia al frente de un grupo no sólo muy diversificado sino reincidente: la semana próxima, Macri viaja a China para seguir trabajando en la propuesta de volver a fabricar coches, esta vez, un modelo económico con dinero de Pekín, retornando así a una actividad de la que asegura “estar enamorado”.
Pero ayer prefirió hablar del emprendimiento que Socma está poniendo en marcha junto a la Universidad Ben Gurion de Israel y el Israeli Consulting Technological (ITC), que en conjunto tienen el 30 por ciento de la sociedad para explotar 20 mil hectáreas de la finca El Yuto. El método será el mismo que le permite al país socio producir 300 toneladas de tomate por hectárea contra las 150 que alcanza a cosechar el más eficiente emprendimiento local. La cuestión es combinar los cultivos a campo abierto con túneles e invernaderos y el auxilio del riesgo por goteo, pivote o aspersión. La naturaleza salteña hace el resto: suelo árido o semiárido, con fuentes de agua accesible y sin plagas.
La idea es exportar entre el 60 y el 70 por ciento de la producción que, en algunos productos, ya está comprometida. Sin embargo, Macri y los israelíes aseguran que la idea comenzó a analizarse hace seis años, antes de que el dólar alto alentara las iniciativas exportadoras. Entonces el nicho ya surgió claro: sólo los vegetales producidos bajo severas condiciones de control pueden ir a mercados selectos.
Para el hombre de Socma se trata sólo de un proyecto piloto, cuya tecnología podría nacionalizarse. Con sólo cubrir 2 millones de las hectáreas que la Argentina podría explotar intensivamente, cada año podrían ingresar 15 mil millones de dólares por la exportación de hortalizas y frutas de primera. Amén de la miel, las hierbas frescas y las flores que podrían venir luego. “El problema es que no hemos tenido nunca un país agroindustrial”, protesta Macri, seguro de que esta singular iniciativa tendrá el apoyo del Gobierno.
Precisar en qué consistirá esa ayuda oficial lo puso realmente incómodo, obligándolo a aclarar que los capitales de la finca próxima al río Bermejo “son privados”, y que con los funcionarios actuales “el tema está entre la ideología y el cariño”. El comentario resultó poco esclarecedor salvo en su obvia intención de demostrar cierta simpatía hacia el gobierno que le rescindió el contrato del Correo.

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