ECONOMíA › OPINION
¿Será que no pasa nada?
Por Eduardo Aliverti
Hay una sensación, por estos días, muy similar a la de los estertores del gobierno de De la Rúa. Una mezcla de escalofrío y calma chicha, con idea de que no termina de pasar nada decisivo y el olor a puede pasar de todo en cualquier momento.
O la sociedad se resignó y los hechos resbalan en el sentido de creer que ya no hay más nada que hacer, o es exactamente lo contrario y a la vuelta de la esquina está esperando otra explosión social de la que el mundo intelectual (analistas, periodismo, clase dirigente), una vez más, tomará nota tarde. Aunque también sea cierto que el pueblo movilizado no implica, necesariamente, la inminencia de cambios profundos. Diciembre lo demostró. La gente en la calle alcanzó para tumbar a un gobierno inepto, pero no para edificar una alternativa.
Con un oficialismo ya muy desdibujado por sus contradicciones en la administración del poder; diluidos los partidos y sus figuras respecto de cualquier influencia en el mapa social; con los sindicatos inmóviles y otro tanto el propio establishment (que juega a pudrir todo desde sus comunicadores de radio y tevé, pero igualmente carente de opciones confiables de recambio), la deducción es que se acerca un cuadro de anarquía institucional. Interesa entre poco y nada si eso querrá decir elecciones anticipadas, dictadura cívica con un gobierno de decretazos de necesidad y urgencia o alguna otra fórmula que en ningún caso resolverá el problema de fondo: una economía estancada, destruida, sin proyecto productivo alguno, en dirección a fragmentaciones mafiosas y a división territorial en comarcas.
En ese río putrefacto y de olas incontrolables, quien lleva las de ganar es, aún, la corporación de dirigencia política tradicional y cabezas de los grandes grupos económicos. Tienen más experiencia en el poder, tienen fuego en (sus) fuerzas de seguridad, tienen al peronismo bonaerense como fuerza de choque represiva y tienen la ausencia de organización del campo popular y de sus luchadores.
La miopía de un grueso de este último sector, traducida nada más y nada menos que en la imposibilidad de concretar un único acto el 1º de mayo, en la etapa más terrible de la clase trabajadora, es un bocato di cardinale que guardan en sus alforjas los personeros de la derecha.
Lo que está en juego no es que ellos no puedan, sino que el pueblo no sepa.