ECONOMíA
EE.UU. envía un halcón al manejo del Banco Mundial
El gobierno de George Bush eligió a Paul Wolfowitz, número dos del Pentágono y uno de los impulsores de la invasión a Irak, para ocupar la presidencia del Banco Mundial. En Europa no fue bien recibida esa nominación. ¿Cuál será el futuro de esa organización?
La Casa Blanca anunció oficialmente la candidatura del actual número dos del Pentágono, Paul Wolfowitz, a la presidencia del Banco Mundial. El candidato es conocido por ser el líder del ala más conservadora de la administración estadounidense y uno de los artífices de la invasión a Irak. Bush consideró que “Paul es un hombre decidido y compasivo, que tiene corazón” y que “hará un buen trabajo en el Banco Mundial, por eso lo llamé”. La candidatura de uno de los “halcones” republicanos fue mal recibida por los analistas europeos, quienes la interpretaron como un nuevo gesto de unilateralismo en la política exterior de Estados Unidos.
Wolfowitz “es un hombre de gran experiencia y un diplomático capaz”, y será un “fuerte” titular del organismo multilateral, argumentó Bush. Sin embargo, nada hay en el currículum del actual subsecretario de Defensa que se relacione con experiencia en el sector financiero. Pero, al parecer, éste no es un requisito necesario para la conducción del Banco Mundial. De hecho, la institución ya fue dirigida entre 1968 y 1981 por Robert McNamara, quien fuera secretario de Defensa durante la guerra de Vietnam.
Tradicionalmente, los estadounidenses eligen al presidente del Banco Mundial, mientras que los europeos se reservan la designación del titular del FMI, una muestra más del “multilateralismo” de las dos instituciones surgidas de los acuerdos de Bretton Woods, tras la nueva división del mundo emergente de la Segunda Guerra Mundial. Pero más allá del pacto de caballeros entre Estados Unidos y la UE, las designaciones siempre son consensuadas en el seno del G-7, aunque esta vez el acuerdo amenaza ser menos armónico. Wolfowitz es considerado el ideólogo de la política estadounidense de “democratización” del “gran Medio Oriente” y, dentro de ella, de la invasión a Irak, política que provocó no pocas disputas con Europa. Su designación, junto a la de John Bolton como representante estadounidense en las Naciones Unidas, fue vista como una confirmación de la tendencia de Bush de privilegiar el ala dura de su gobierno en los cargos de política exterior.
El actual segundo de Donald Rumsfeld nació en Nueva York en 1943, en el seno de una familia judía emigrada de Polonia. Estudió ciencias políticas en la Universidad de Chicago, cuna de las propuestas neoliberales aplicadas en América latina a partir de la década del 70. Tras ingresar al Pentágono en 1977, se ocupó de los programas regionales del Departamento de Defensa. Entre 1982 y 1985 fue subsecretario de Asuntos del Este Asiático y el Pacífico. Bajo ese cargo, acompañó la transición política de Filipinas después del régimen de Marcos. En 1986 fue designado embajador en Indonesia. En 1991, cuando era subsecretario de Defensa encargado de planificación, organizó el financiamiento de la guerra del Golfo por parte de los aliados de Estados Unidos. Durante la presidencia de Bill Clinton se retiró a la vida académica como decano de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad John Hopkins, en Washington. Desde 2001 es subsecretario de Defensa.
En el Banco Mundial, cuyo lema es “combatir la pobreza” acompañando financieramente las políticas de “reformas estructurales” impulsadas por el FMI, su tarea será otra. Manejar un staff de 10.000 personas con un presupuesto anual de asistencia de 9000 millones de dólares. Esta función es criticada por quienes consideran que, hasta ahora, sólo sirvió para aumentar la deuda de muchos países transformándose en vehículo de una globalización desigual. Cualquiera sea el caso, el BM continuará siendo uno de los acreedores privilegiados de la Argentina y, al igual que el FMI, con planes de reducir su exposición crediticia en la región.