ECONOMíA
“He pasado momentos de pena y de rabia por sus problemas”
Sin especificar, el ex director gerente del Fondo Monetario, Michel Camdessus, expresó sus sensaciones ante la crisis argentina. Repitió lo mismo que dicen sus sucesores al frente del FMI.
Por Cledis Candelaresi
“El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial no son todopoderosos. Sólo asesoran a países que luego hacen lo que se les da la gana”, aclaró ayer el ex titular del FMI, Michel Camdessus, frente a empresarios de distinta nacionalidad, congregados en Buenos Aires por el congreso de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa. “Es fácil acusar al Fondo porque no impuso políticas sociales. Pero eso es pura demagogia”, añadió, sin aludir expresamente a ningún funcionario ni gestión de gobierno. Sin embargo, los dichos del ex director gerente del organismo multilateral fueron un golpe directo al pecho de Eduardo Duhalde.
Camdessus aclaró que hablaba a título “personal” y no como representante de la entidad para la que trabajó durante dos décadas. Sin embargo, es inevitable que la opinión del ex funcionario, jubilado del Fondo en el 2000, se interprete al menos como una visión próxima a la de la entidad que hoy comanda Horst Köhler.
“Sufro con ustedes y he pasado momentos de pena y de rabia por sus problemas”, comentó desde el auditorio de la Universidad Católica Argentina, luego de reconocer que el país padece una “crisis financiera prolongada y con pocos precedentes”. Pero aún en su empeño de no formular recomendaciones concretas, dejó en claro que no son los organismos multilaterales de crédito los responsables de esos males sino los propios gobiernos.
“Los socios habituales quieren apoyar, pero no pueden hacerlo sin una Argentina decidida a aceptar sugerencias que vienen de todas partes del mundo”, sentenció. En otros términos, si el anhelado préstamo del Fondo no llega, es porque el país no acata las recomendaciones externas y no porque existe mala disposición hacia Buenos Aires. “No deben ver que toda sugerencia de afuera es mala y atenta contra su soberanía”, agregó. En ese mismo momento, a pocas cuadras de la sede de la UCA, la diputada Alicia Castro invitaba irónicamente a sus colegas del Congreso que apoyaran los cambios a la Ley de Quiebras reclamados por el FMI a votarlos sobre la bandera de Estados Unidos.
A pesar de su esforzada mesura, las declaraciones de Camdessus estuvieron a tono con los urticantes juicios que están formulando actuales funcionarios del Fondo, en particular la dura vicedirectora Anne Kruger, o el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, para quien el presunto circuito de corrupción por el que se escurre el dinero no hace a la Argentina merecedora de ningún apoyo financiero.
Camdessus eludió precisar cuáles son las sugerencias externas que la administración duhaldista debería observar, pero subrayó al menos dos recomendaciones ineludibles. Una, “respetar el imperio de la ley”. Otra, tener “actitud responsable ante la deuda”, en otros términos, no asumir compromisos que luego no pueden honrarse.
“Hay una filosofía que no merece credibilidad: la de sufrir como una desgracia la deuda que se debe afrontar hoy y sentir como deliciosa la que se carga sobre nuestros hijos”. En su lenguaje elíptico, el ex funcionario del Fondo objetó la presunta liviandad con la que administraciones anteriores, tanto de la Nación como de las provincias, se habrían endeudado para financiar el creciente gasto público para luego desembocar en el actual default.
“Hace falta una política de reorientación del gasto social, aunque esto sea políticamente costoso”, fue otro de los consejos del francés, quien relativizó el papel de los organismos multilaterales en la suerte de los países, aunque sin omitir una moderada crítica a la estructura financiera y del comercio internacional. Finalmente, Camdessus intentó esperanzar a sus oyentes argentinos, que esperaban con ansiedad un juicio sobre el presente y un pronóstico sobre el futuro. “No desconfíen de la Argentina. Pero tampoco del resto del mundo, que no puede dejar a la Argentina sola. Y no lo hará.