ESPECTáCULOS
Vuelve “Televisión abierta”, el programa donde todo es posible
Se verá por Azul todos los lunes a la medianoche, con un especial los domingos. Además, el misterioso locutor dará la cara.
Por Mariano Blejman
“¿Hace cuánto que esta persona no tiene un revolcón?”, pregunta esa voz inconfundible de “Televisión Abierta”, que en su nuevo formato volverá a la televisión por Azul, el próximo lunes 27. En cámara se observa un joven de traje y corbata, dispuesto a confesarlo. Recién al final del programa vendrá la respuesta: “Hace 21 días que no hago el amor”. Esta es una de las situaciones en las que “gente común” toma la pantalla en este programa que hizo furor en las noches de América durante 2000, en el cual hasta llegó a aparecer Charly García. En su versión 2002 ocupará el cierre de programación de Azul, pero además tendrá un especial los domingos a la medianoche. Hombres y mujeres estarán apostados frente a cámara, mirándose a sí mismos y a los otros, serán convencidos partenaires de su propio relato, felices de su minuto –tal vez minuto y medio– de fama, que nadie recordará después del próximo testimonio. “No nos gusta modificar lo que dice la gente. Ni nos gusta salir ganando con la edición como hace Mario Pergolini. Tampoco le tomamos el pelo a la gente como hace Marcelo Tinelli. Queremos retratar a la gente, y tomar cierta distancia de lo que dicen”, explican a Página/12 Mariano Cohn y Gastón Duprat, los dueños de la idea, productores y realizadores del programa.
Esta vez, como vuelta de tuerca, el programa develará uno de los misterios mejor guardados de la televisión argentina: ¿quién es Pío Ragal, la voz que la producción de “Televisión Abierta” mantuvo oculta en sus ciclo anterior? Será fácil develarlo, ya que Ragal será el conductor en el piso del “único delivery televisivo del mundo”, tal como reza el slogan del ciclo. Para aquellos que no lo recuerden, el programa creado por Cohn y Duprat funcionó hace dos años, casi como termómetro social argentino, con una fórmula bastante sencilla: ofrecer sus cámaras sin filtro –más que el tiempo de uno a dos minutos– para que todos aquellos que quieran hacerlo, digan simplemente aquello que tienen ganas de decir.
Tamaño ofrecimiento cívico no es habitual en el mundo de la tele (aunque su bajo costo lo vuelve una oferta por demás atractiva), pero en “Televisión Abierta” se hace cotidiano hasta el hartazgo y convertirá, seguramente, a la medianoche de Azul en un coro desenfrenado y bizarro de personas diciendo lo que piensan, hacen o necesitan. Por ejemplo: en el primer programa, José Luis intenta vender su auto, un yuppie arrepentido amenaza con destrozar su computadora en público (“La Revolución continúa: romperse el culo no sirve de nada”, proclama), y un experto en “sonidos” demostrará su talento frente a las cámaras. “Hay distintos niveles de interpretación”, razona Duprat. “Los que lo ven desde el lado antropológico no son generalmente los que llaman para participar”. Por supuesto que volverá la querida Fita, una mujer mayor que se hizo inolvidable por sus acaloradas definiciones sobre cualquier tema de actualidad, en la temporada que se vio por América. “Hablaremos hoy sobre los travestis” dice Fita mientras se la ve levantando la mano para hacer pública su pregunta. “¿Quién tiene la culpa de los travestis? Ellas no tienen la culpa, pero tienen que vivir con un cuerpo de hombre”, se pregunta e inmediatamente sentencia.
Las cámaras de “Televisión Abierta” recorren la ciudad en base a los pedidos de la gente. Sus testimonios se hacen en “el lugar de los hechos” y no hay cortes, ni confección de los relatos. Los testimonios van en crudo y si se quiere decir algo más, se puede a volver a llamar otro día.
Además, en el nuevo escenario, Ragal presentará testimonios en vivo. “La idea es que el piso vaya tomando más protagonismo”, cuenta Cohn. En un año caliente, es probable que “Televisión Abierta” no sea sólo “termómetro”, sino también un espacio de denuncia. Ese es el desafío: “La autocensura la hace la propia gente. Cuando se enciende una cámara muchos se suavizan sin que nadie le diga nada. Pero los pasamos a todos”. Al fin y al cabo, Cohn y Duprat demitifican el sentido mismo del programa. “Nos han dicho que hacemos humor, terror, mundo bizarro o pornografía. Pero ‘TelevisiónAbierta’ no es más que gente hablando de lo que les pasa o lo que quieren hacer. Por eso, lo que más nos gusta es cuando llaman para insultarnos y piden la cámara para hacerlo dentro del mismo programa”.