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La proclamada vocación del Gobierno por asegurar mercados transparentes y competitivos tendrá un duro desafío: autorizar o rechazar la compra de la fábrica de alimentos La Campagnola por parte de Arcor. Tras varias semanas de negociaciones, fuentes empresarias indicaron ayer que la operación quedó definitivamente arreglada. Una vez que las compañías la oficialicen deberá intervenir la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia para convalidarla –con o sin condiciones– o anularla. El presidente de Arcor, Luis Pagani, le anticipó la noticia el último jueves a Néstor Kirchner, cuando lo visitó en la Casa Rosada. La transferencia habría sido pactada en 50 millones de dólares, equivalente a la facturación anual de la compañía adquirida.
Arcor es la mayor fabricante de golosinas de América latina y poco a poco va creciendo en otros rubros alimenticios. Semanas atrás firmó un acuerdo de asociación comercial con la panificadora Bimbo que contempla la construcción de una planta fabril en México y la distribución de los Bono-Bon en ese país. Además, Arcor asumirá la logística de la empresa en la Argentina. Por su parte, Benvenuto –dueña de la marca La Campagnola– es la principal elaboradora y comercializadora de conservas de pescado en el país. Pero no sólo eso, también es competidora de Arcor en el mercado de las mermeladas y dulces. De allí que la fusión puede representar un riesgo para los consumidores.
Benvenuto es dueña de las marcas La Campagnola, BC (mermelada de bajas calorías), Nereida (sardinas) y Poncho Negro (dulce de leche). La empresa fue fundada en 1912 y actualmente factura unos 50 millones de dólares anuales, tiene un plantel de 2000 empleados y tres plantas industriales en la Argentina y una en Brasil. Sus exportaciones llegan a unos 6 millones de dólares al año. Además de negociar con Arcor, la compañía mantuvo conversaciones con un grupo chileno.
Arcor, en tanto, fue fundada en 1951, factura anualmente 1300 millones de dólares, de los cuales 270 millones provienen de sus exportaciones. Tiene 17.500 empleados y 35 plantas (27 en la Argentina y el resto en Brasil, Chile y Perú) en las que fabrica golosinas, chocolates, dulces, mermeladas, galletitas y conservas, entre otros alimentos. Sus principales marcas son Arcor, Butter Toffies, Bon-o-Bon, Aguila, Merengadas, Traviata, Top Line y Sonrisas.
Pagani, además de ser presidente de Arcor, es titular de la poderosa Asociación de Empresarios Argentinos (AEA), que reúne a las firmas más grandes del país. Esa agrupación se pronunció a favor del pago de la deuda al FMI, tema que Pagani conversó con Kirchner la semana pasada. En esa oportunidad hicieron un repaso de temas como la inflación, los acuerdos de precios y la necesidad de incrementar el nivel de inversiones para cubrir el aumento de la demanda. En esa oportunidad el empresario aprovechó para comentarle que Arcor estaba por cerrar la adquisición de La Campagnola. Le dijo que era bueno que la firma permaneciera en manos de capitales argentinos.
Sin embargo, el problema para los consumidores es otro: la concentración en otro sector de productos alimenticios. En los últimos años se concretaron operaciones en ese segmento que tuvieron consecuencias negativas para el público. Por ejemplo, la fusión de Bimbo y Fargo, autorizada por el actual gobierno, derivó en un aumento del precio del pan lactal del 20,5 por ciento en lo que va del año. La nueva compañía domina el 79 por ciento de ese mercado. Otra operación contraproducente para el objetivo de fomentar la competencia fue la compra de Quilmes por Brahma, mientras que en el sector de los supermercados se fusionaron Carrefour-Norte y Tía.