Viernes, 3 de febrero de 2006 | Hoy
ECONOMíA › PASCAL LAMY, TITULAR DE LA ORGANIZACION MUNDIAL DEL COMERCIO, MARCO DIFERENCIAS
En gira por Latinoamérica, en busca de reconciliar a la OMC con el mundo, Lamy abogó por las virtudes del organismo para resolver problemas de pobreza. “En estos países hay críticos del consenso de Washington, pero también apuestan al multilateralismo.”
Por Cledis Candelaresi
Después de su paso por Chile y Perú, Pascal Lamy llegó a Buenos Aires con una actitud conciliadora y esmeradamente ecuánime: a juicio del titular de la Organización Mundial de Comercio, la resolución de los grandes problemas comerciales del mundo depende de que los mercados ricos hagan el mayor esfuerzo abriéndose a los productos agrícolas. Pero las naciones subdesarrolladas, a su vez, deberían relajar sus fronteras ante el ingreso de productos con mayor valor agregado. En diálogo con Página/12, el funcionario multilateral destacó las presuntas ventajas que para estos países depara pertenecer a la OMC donde, a diferencia de lo que ocurre en el FMI, cada voto vale igual y las decisiones sólo se toman por consenso. A juicio del francés, la existencia de grupos díscolos como el G20 –que integran entre otros Argentina y Brasil– sirvieron para clarificar el juego y propiciarían el cierre de acuerdos, que por ahora no se logran.
–A juzgar por el estancamiento de las negociaciones, da la impresión de que la OMC está muerta. Quizá porque defendió políticas de libre comercio, cuando las naciones con más poder dentro de la institución son las más proteccionistas.
–La Organización no ha muerto. Por el contrario, está muy viva y en los últimos años se encararon negociaciones decisivas para mejorar las leyes del comercio, con miras a favorecer a los países en desarrollo. Si vemos el contexto general es cierto que los países desarrollados son demasiado proteccionistas. Pero revertir esto es, precisamente, el objetivo de la negociación en agricultura. Este año intentaremos un equilibrio para que los países ricos dejen de proteger a este sector. Es una negociación con distintos aspectos. Uno es el de los subsidios que otorgan los países desarrollados a productores y exportadores, que, en función de un acuerdo, se eliminarán en el 2013. Otro es el de los aranceles que imponen a las importaciones agrícolas.
–¿Entonces?
–También ocurre que los países en vía de desarrollo tienen una muy alta protección para los productos industriales. Esto también tiene que reequilibrarse, porque el más alto crecimiento del comercio es, justamente, entre países en vías de desarrollo. Entonces se hace necesario favorecer el acceso a sus mercados entre sí mismos. Por eso el acuerdo que ahora se intenta conseguir consiste en que los más ricos reduzcan su apoyo a la agricultura y el resto haga lo propio con los bienes industriales. En particular los emergentes como Brasil, India, Africa del Sur o Argentina. Pero no se trata que sea uno por uno, una concesión por otra, ya que el esfuerzo que tendrán que hacer los países en desarrollo es mayor.
–¿Por qué mayor?
–Porque queremos un equilibrio. En la OMC existe el principio de que los países más fuertes deben hacer un esfuerzo superior al resto. Por eso los desarrollados tendrán que hacer un mayor aporte, en particular en agricultura.
–Sin embargo, ésa es la discusión histórica en el seno de la OMC. La novedad de los últimos años es que surgieron grupos como el G20, que defienden con más fuerza los intereses de los países menos desarrollados. ¿Esto complica la búsqueda de consensos?
–En absoluto. Al contrario: hace las cosas más simples, porque ahora hay un juego más claro en la negociación entre Estados Unidos, la Unión Europea, el Grupo de los 20 y de los 90, que incluye a las naciones más pobres. Es bueno que los países en desarrollo se hayan organizado a sí mismos. Eso les da mucha más fuerza a la hora de negociar. El resultado es que ahora tienen una voz mucho más fuerte en la OMC. Esto permitió un logro en la cumbre de Hong Kong, como el que los países desarrollados se comprometieran a desmantelar las subvenciones a la exportación para el año 2013.
–Sin embargo, los países en vía de desarrollo como la Argentina están muy disconformes con respecto a las propuestas que hace, por ejemplo, la Unión Europea en materia de desmantelamiento arancelario y de subsidios.
–Esto es una negociación y se avanza paso a paso. Respecto de la Unión Europea el obstáculo no son los subsidios sino los aranceles que imponen a los productos agrícolas. Los europeos saben que tendrán que mejorar su propuesta en este rubro. Estados Unidos, al mismo tiempo, tendrá que mejorarla respecto de las subvenciones internas. Y los subdesarrollados deben hacer lo propio con los bienes industriales. Todos tienen que mover sus posiciones y sólo habrá una solución cuando se consiga un equilibrio.
–¿La política de Estados Unidos de promover acuerdos bilaterales bajo su hegemonía no es contraria a los intereses de la OMC?
–Siempre hubo coexistencia entre el multilateralismo y el bilateralismo. Es cierto que ahora tanto Estados Unidos como la Unión Europa como Japón están negociando acuerdos bilaterales con India, México, Chile, Tailandia o Sudáfrica. Esto siempre fue así. Pero también es cierto que los países en vías de desarrollo tienen mayor fuerza dentro de la OMC y no discutiendo bilateralmente. Yo vine a decir que está bien firmar acuerdos bilaterales, pero es necesario mantener a la OMC como prioridad número uno. Hay muchos asuntos importantes, como el tema de los subsidios agrícolas, que nunca se resolverán en forma bilateral.
–¿Que en Sudamérica haya gobiernos con un signo político parecido, de centroizquierda, amenaza el consenso?
–No lo creo. Brasil, Chile, Argentina o Venezuela no están en contra de una apertura comercial. Por el contrario, la promueven. Intentan hacer esfuerzos bilaterales, pero también apuestan al multilateralismo. No hay que confundir las cuestiones comerciales, propias de la OMC, con las financieras, competencia del Fondo Monetario Internacional. En estos países hay críticos al consenso de Washington que objetan la liberalización financiera. Creo que es claro que las políticas comerciales no son suficientes, pero ayudan a solucionar los problemas de pobreza. Además, el poder negociador de las naciones en desarrollo es muy superior en la OMC que en el FMI: aquí, el voto de cada país vale uno.
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