Martes, 17 de octubre de 2006 | Hoy
ECONOMíA › FALTA DE GASOIL: AMBIGUA POSTURA DE PETROLERAS
Por Cledis Candelaresi
Los dos caminos sugeridos para solucionar la escasez de gasoil, el más urgente de importar o el mediato de aumentar la capacidad de refinación, son de un modo más frontal o elíptico resistidos por las petroleras con el argumento de que el precio de venta en surtidor no es estímulo suficiente ni para lo uno ni para lo otro. Pero, más allá de cualquier análisis coyuntural, lo cierto es que este carburante es el que más aumentó su valor desde 1994, y lo hizo aún en períodos en los que otros subproductos del petróleo se abarataban. Este encarecimiento –que en parte se explica por impuestos– acompañó una suba de producción que puso a las instalaciones al límite de sus posibilidades.
Por ahora, la única solución factible es importar. Fuentes de Repsol, Petrobras y Esso aseguraron ayer que están en marcha los embarques que permitirán aumentar en días la oferta en el mercado interno para salvar así el actual cuello de botella que se generó a raíz de un sostenido aumento de la demanda, que la producción no local no puede atender.
Sólo Shell parece resistir por el momento la consigna de comprar gasoil en el exterior para venderlo luego por debajo de los 2 pesos el litro, virtual punto de equilibrio para que la operación no sea a pérdida. Una negativa que la pone en riesgo de ser sancionada si el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, se atiene estrictamente a la pauta impuesta en uso de las atribuciones que le confiere al Estado la Ley de Abastecimiento, y comprobara que la firma anglo-holandesa no la hubiera honrado: según la resolución 25, las refinadoras tienen que proveer este año al menos lo mismo que en el 2005, más el equivalente a la suba del PBI.
En rigor, el precio del gasoil no está formalmente regulado. Pero mediante un pacto de caballeros entre las refinadoras y el Gobierno, en surtidor no cuesta más de $ 1,50 el litro, valor que incluye el Impuesto a las Transferencia de los Combustibles y el 20,2 por ciento de la tasa al gasoil, alimento del millonario fondo fiduciario para obras públicas y subsidio a los transportistas. Los valores por encima de aquel tope se pagan en un circuito en negro al que suelen acudir los agricultores desesperados cuando la provisión regular de las cisternas no les alcanza.
El gasoil tiene un lugar protagónico en las estadísticas del sector. Con un poco más del 33 por ciento, lidera el ranking de derivados del petróleo en función de la cantidad de metros cúbicos producidos, que para este subproducto rozó los 12 millones en el 2005. Según destaca un trabajo del Instituto de Estudios Fiscales y Económicos, si se observa una serie histórica con el año 1994 como punto de partida, se ve claro cómo este carburante ganó posiciones relativas frente a otros, en particular a las motonaftas. En ese lapso aumentó tanto el volumen de producción como la participación porcentual.
Esta suba tuvo su correlato en el precio. En el período 1994/98, el conjunto de derivados del petróleo se abarató un 31 por ciento promedio, según estadísticas de la Secretaría de Energía. Las excepciones las constituyeron las naftas súper y común, con ajustes hacia arriba del 24 y 16 por ciento, respectivamente. Pero cómodamente superadas por el gasoil, que se encareció un 45 por ciento.
En el lapso siguiente, desde 1998 hasta el 2001, el combustible por excelencia del campo y los transportistas tuvo un comportamiento similar, con un aumento del 33 por ciento, por encima del de cualquier otro subproducto. De remate, ese incremento llegó al 38 por ciento en el período que concluye el 2005, ubicándolo otra vez en el lugar top. Escaladas que, sin embargo, no hicieron mella en la creciente demanda.
Paulatinamente, el uso de la capacidad instalada de toda la industria fue aumentando hasta superar en la actualidad el 90 por ciento, lo que a juicio de los economistas del IEFE explicaría por qué la producción de los refinados “estaría llegando a un techo”. Perforarlo sólo es posible con inversiones que permitan aumentar la capacidad de producción, desembolso al que se muestran renuentes todas las operadoras con el argumento de que el precio final no es suficiente.
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