ECONOMíA › EL CASO ARGENTINO, UN DOLOR DE CABEZA PARA EL BM Y EL FMI

Yo no fui, no estaba, no lo aconsejé

 Por Raúl Dellatorre

El denominado “caso argentino” se ha convertido en eje de disputas internas y pases de facturas internas en el seno de los organismos financieros de crédito. En un reciente encuentro con organizaciones sindicales internacionales, Horst Koehler, director gerente del FMI, trazó un diagnóstico que pareció buscar distancia de la instrumentación de políticas del organismo en el país. “Asumo que no les prestamos la debida atención a (las consecuencias de tener) mercados excesivamente liberalizados (pero) tampoco alentamos que las privatizaciones se utilizaran para cubrir necesidades fiscales (...); jamás propusimos el Déficit Cero (implementado por Domingo Cavallo, año 2001), al contrario, lo desaconsejamos”, señaló ante unos 70 dirigentes sindicales de todo el mundo. Entre ellos, cuatro argentinos, uno de los cuales relató y comentó lo sucedido en aquel encuentro a Página/12.
El encuentro de sindicalistas y autoridades del FMI y el Banco Mundial fue promovido por la Confederación Mundial del Trabajo (CMT) y la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (Ciosl), organizaciones de orientación socialcristiana y a las que se vincula la dirigencia tradicional del sindicalismo argentino. Por la CGT oficial participaron en la reunión Rodolfo Daer y Gerardo Martínez, mientras que por la CGT que se alinea detrás de Hugo Moyano lo hicieron Víctor Huerta y Juan Carlos Schmid. Este último, secretario general del gremio de Dragado y Balizamiento, conversó con este diario a su regreso. La postura de Koehler no fue lo único que sorprendió al dirigente gremial.
Según rememoró Schmid, uno de los discursos más comentados del encuentro –que tuvo lugar entre el 22 y 24 de octubre en Washington– fue el de James Wolfensohn, presidente del Banco Mundial. Sostuvo, contra las imputaciones que debió escuchar a lo largo de las deliberaciones, que su función no era la de verdugo al servicio del capitalismo, reclamó “terminar con ese mito sobre los organismos internacionales” e hizo hincapié, por el contrario, en los planes de ayuda social y de lucha contra la pobreza impulsados desde el BM. Sin embargo, dejó como mensaje final una advertencia: podría no ser así siempre. Sugestivamente, cerró su participación invitando a los representantes de países en desarrollo a que “aprovechen los dos años que me quedan de mandato”. Wolfensohn no es hombre del Partido Republicano y está lejos de identificarse con el presidente de Estados Unidos. Schmid apuntó que la sensación que quedó tras aquellas palabras es que “se vislumbra un endurecimiento de la gestión durante el recambio, en especial si persiste el clima belicista que alimenta el gobierno de Bush”.
El dirigente sindical destacó que se percibió en el ambiente y en las discusiones la creciente reacción social contra el modelo neoliberal y sus consecuencias. El reconocimiento por parte de Koehler de la necesidad de llevar a cabo una nueva reestructuración de la deuda, cambiar las condicionalidades en los programas de asistencia, fortalecer a los países con bajos ingresos y asumir el desarrollo de una estrategia de lucha contra la pobreza como ejes de “un nuevo tipo de colaboración internacional” fue, a juicio de los participantes, un síntoma de la preocupación que ha incorporado en los organismos internacionales la resistencia mundial al modelo.
“Se observa un tenue viraje hacia posiciones más flexibles, aunque todavía no logran superar un evidente desconocimiento de la realidad de cada país y la falta de una estrategia adecuada frente a la crisis”, señaló Schmid. No son pocos los que advierten sobre el surgimiento de una corriente “neodesarrollista” en el seno de los organismos multilaterales que buscaría ocupar el lugar de un neoliberalismo que ya cosechó demasiados enemigos, sobre todo en Latinoamérica.
La preocupación por el “caso argentino” obligó, incluso, a la conformación de un minisimposio que llevó a los dirigentes argentinos y aalgunos altos representantes de la CMT y la Ciosl a un debate aparte con John Thornton, responsable en el FMI del equipo que audita las cuentas argentinas. Fue de tal tensión ese encuentro que, en determinado momento, un dirigente guyanés de la CMT que estaba cuestionando al FMI fue interrumpido por Thornton, que quiso hacerlo callar señalando que sólo escucharía a los argentinos. Ello provocó una reacción inmediata de todos los presentes que se retiraron de la sala del encuentro, en el edificio del FMI. Antes de interrumpirse el diálogo, Thornton había dejado dos respuestas claras. La primera, que Argentina deberá enfrentarse a un largo período sin crédito y no será el Fondo quien se lo resuelva. “Es un problema de ustedes”, señaló el funcionario fondomonetarista. La segunda, cuando se le preguntó si el FMI no temía que una Argentina en crisis pudiera seguir contagiando a toda la región, respondió “ése es un problema nuestro”.

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