–Economistas de la derecha piden una devaluación abrupta para corregir un supuesto atraso cambiario y asumen que la cotización ilegal está mostrando el valor “real” del dólar. ¿Qué opina de esta postura del establishment y de la situación de competitividad externa de la economía nacional?

–Nosotros siempre fuimos partidarios de un tipo de cambio competitivo, pero no es de ninguna manera el que propone el mercado ilegal. Ese encarece las importaciones, reduce la cantidad de proyectos viables, provoca desempleo y tiene una consecuencia inflacionaria que nos llevaría de cabeza a volver a negociar con el FMI. El tipo de cambio actual es muy competitivo para los productores de soja y para la exportación automotriz. El problema empieza con las economías regionales. Pero más que el tema del tipo de cambio, eso se mejora con devolución de impuestos en tiempo y forma. Si se les puede garantizar un sistema de tipo de cambio efectivo que combine el tipo de cambio oficial con distintos tipos de incentivos impositivos, se puede seguir avanzando. Los exportadores pequeños de frutas tienen problemas que un pool comercializador no tiene. Hay que empezar a analizar esos aspectos. Pero esto no tiene nada que ver con los grandes atrasos cambiarios del pasado. De hecho, todas las monedas de la región se han apreciado en los últimos años. Uno puede decir que quizás el tipo de cambio debe ser un poco más alto. Quizás el ritmo de devaluación del Banco Central podría ser un poco más acelerado. Pero convalidar el tipo de cambio de un mercado manejado por un segmento muy chico de operadores y que además sabemos que es un elemento de desestabilización política sería suicida de parte del Gobierno. Además, esta brecha no se cerraría con una devaluación. Lo más probable es que después de un shock así, con inflación, caída salarial real y del empleo, aparezca otra presión devaluatoria. Es lo que ha ocurrido siempre. Pero aparte, la realidad es que los economistas neoliberales no han acertado un solo diagnóstico desde la devaluación del real en 1998. Desde ahí no hacen sino equivocarse. Lo que pasa es que tienen un gran eco mediático.