ECONOMíA

Una larga partida de tahúres

 Por Maximiliano Montenegro

El documento difundido ayer por Internet demuestra que, en la última semana, el equipo económico ratificó ante los acreedores extranjeros una propuesta muy agresiva de renegociación de la deuda. Será difícil que los acreedores la traguen porque, paradójicamente, son tan optimistas sobre el futuro de la Argentina que consideran que la capacidad de repago de la deuda es mayor de la que presume el Gobierno.
Lavagna les responde que no piensa caer en la trampa. Según el ministro, si el Gobierno elevara las metas de ajuste fiscal (menos gasto público o más impuestos) para pagar a los acreedores, entonces la economía no crecería nunca a los niveles que imaginan los acreedores.
Dos argumentos justifican por qué Lavagna no puede ni debe ser más generoso. Uno, el Presupuesto 2004 no es un presupuesto social como lo vendió la propaganda oficial sino de ajuste: por ejemplo, mantiene congelados salarios públicos y jubilaciones, que perdieron en dos años el 50 por ciento de su poder adquisitivo. Dos, nunca en la última década se alcanzó un superávit fiscal del 3 por ciento de PBI como el comprometido para los próximos tres años con el FMI.
Ahora bien, si la economía creciera más de lo previsto, entonces no habría mejor política para fortalecer la recuperación que redistribuir el excedente fiscal en gasto social, obra pública, o incentivos al consumo. En cambio, volcar ese ahorro al pago de la deuda –como pretenden los consultores de la city que asesoran a acreedores del exterior– para esperar en el futuro más crédito o inversiones luce como una política demasiado riesgosa a la luz de la experiencia de la última década.
Igualmente, hay una cuenta que hacían ayer en algunos bancos que revela lo ambicioso de la oferta. Con la estructura de plazos e intereses de los bonos esbozada en la propuesta oficial, el valor presente de los títulos en default promediaría los 15 dólares (el cálculo puede variar para algunos títulos si se reconocieran una parte de los intereses atrasados), cuando en realidad cotizan en el mercado a 29 dólares. De ahí que el tenedor de un papel defolteado saldría ganando si lo vendiera en el mercado hoy mismo en lugar de aceptar la renegociación.
Pero ayer la cotización de los bonos no se desplomó, lo cual –para los analistas– se explica en que “nadie cree que ésta sea la propuesta definitiva”.
–¿Cómo tomaron la oferta los acreedores? –preguntó este diario al ejecutivo de un banco, especializado en la asesoría de “inversores” del exterior.
–Todavía están cagándose de risa –resumió, sin tecnicismos.
La mayoría de los acreedores debe pensar que Lavagna es un fullero, como lo fueron sus predecesores en el cargo a la hora de subastar papeles de la deuda pública argentina alrededor del mundo. Como ellos son tahures de las finanzas, de esa creencia se desprenden dos comportamientos especulativos que pueden complicar las cosas para la administración Kirchner.
Uno es quedarse con los papeles, esperar a que dentro de tres años cambie el gobierno, y la propuesta; ya que de cualquier manera, durante ese período, no cobrarían casi nada. El otro es que insistan con los juicios, para presionar aún más a Kirchner, mientras esperan algún resarcimiento adicional: el reconocimiento de los intereses atrasados, un pago inicial, menos quita de capital, etcétera.
Así, si los acreedores están convencidos de que “estamos condenados al éxito”, como decía Duhalde, y reclaman que el Estado argentino distribuya dividendos por anticipado, entonces estamos condenados a una larga pulseada, y mientras tanto a “vivir con lo nuestro”.

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