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Relaciones delicadas en una situación de crisis
Por Luis Bruschtein
Durante dos años el movimiento piquetero fue uno de los protagonistas principales de la crisis argentina. Nunca como en esos dos años, la iniciativa política estuvo tan claramente del lado del movimiento social con sus masivas convocatorias y con cuestionamientos al modelo que eran asumidos por amplios sectores de la sociedad. Pero por una u otra razón no pudo aprovechar ese capital para formular una propuesta política. La propuesta surgió entonces desde otro lugar con el triunfo de Néstor Kirchner y, de esa manera, el movimiento social perdió la iniciativa.
Son fuerzas distintas, pero no opuestas. Y cualquier proyecto popular debería contar con la confluencia de estas dos vertientes, que además no son las únicas. La imposibilidad para generar una propuesta política hacia la sociedad generó una crisis en el movimiento social, que es muy heterogéneo, y tiene una problemática ya de por sí compleja y difícil porque todos los días tiene que atender situaciones límite y urgentes de desempleo, hambre, educación, desnutrición y demás flagelos provocados por el modelo económico neoliberal. Esa crisis se expresó en retracción, en divisiones y reposicionamientos. Pese a lo que diga la derecha, lo cierto es que desde las elecciones presidenciales, los cortes de ruta y las marchas se redujeron en forma notoria.
El Gobierno es consciente de que los cambios en la política económica no se traducen rápidamente en una mejoría considerable en la situación de los más empobrecidos. Y los movimientos sociales se encuentran ante un dilema que en la mayoría de los casos no habían previsto: tienen de interlocutor a un gobierno que en líneas generales reconoce sus reclamos, que comparte la necesidad de satisfacerlos y que incluso va tomando medidas en ese sentido. Pero, al mismo tiempo, aunque las expectativas sean mejores, la situación de pobreza sigue siendo tan grave como antes y es difícil pedirles paciencia a millones de personas que no tienen red, que comen hoy sin saber si podrán hacerlo mañana. Aunque puedan coincidir en muchas cosas, los lugares del Gobierno y el del movimiento social son específicamente distintos, tienen lógicas, presiones y responsabilidades diferentes. Hay una tensión, inevitable y natural, que puede resolverse con medidas y actitudes concretas de ambos lados o con enfrentamiento y represión.
Ese es el trazo grueso de la relación entre el Gobierno y los movimientos sociales en la que, por supuesto, también hay infinidad de matices y singularidades, según las organizaciones o la representación estatal, porque cada provincia y hasta cada distrito son distintos y muchas veces no están en sintonía. Es decir, dentro de ese cuadro general se producen situaciones de choque por uno u otro lado.
Además el proceso político está en plena evolución. Por un lado, el Gobierno necesita cimentar su sustento en el plano social. Y por el otro, la única forma de superar la crisis que atraviesa el movimiento social será desarrollando su propia visión del proceso desde una organización política que lo interprete y le permita dar un salto de calidad en su protagonismo. En ese proceso puede haber confluencia o no, pero eso también provoca tironeos, competencia por los planes Jefas y Jefes de Hogar y presiones por radicalizar u oficializar posiciones.
Y hay otro equipo en la cancha, que son los que apoyaron al modelo y se beneficiaron con él. Son los que exageran las acciones de los piqueteros, critican cualquier medida que no sea la represión y hablan de falta de autoridad cuando los piqueteros son recibidos por Kirchner. Son los lobbistas de las privatizadas y de los fondos de inversión que necesitan debilitar al Estado.
No todo lo que hace el Gobierno es correcto, ni todo lo que hacen los piqueteros lo es. Y sería peligroso que un hecho como el del miércoles de la semana pasada genere una cascada de situaciones legales y policiales que hagan perder de vista la situación general, que sigue siendo tensa y delicada. Apenas se dieron los primeros pasos para salir de la crisis y falta bastante por recorrer.