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No será éste, energéticamente hablando, un año fácil. La red de transmisión de alta tensión está saturada, hay falencias de distribución eléctrica en el NOA y en la costa atlántica y la red troncal de gasoductos está a tope. Por tanto, y según dictamina el informe de Alpha, el suministro energético es poco confiable y está expuesto a cualquier imponderable. Por ejemplo, poca agua en los embalses, temperaturas muy altas o muy bajas, tormentas o reparaciones no programadas. Todo ello sobre el trasfondo de la escasez de gas natural. No obstante, bajo supuestos favorables, la oferta de este combustible podría promediar los 147,6 millones de metros cúbicos diarios frente a una demanda total (incluyendo la exportación) de 137,5 millones, según una estimación basada en datos de la Secretaría de Energía y del Enargas.
Este cálculo parte de suponer que el PIB crecerá 7,8 por ciento en el año, y no más aún. También presupone que el precio del GNC subirá lo suficiente como para evitar que siga creciendo el parque convertido; que la industria, ante el encarecimiento, retornará a un uso más racional de la energía; que las usinas aceptarán parcialmente quemar combustibles líquidos a cambio de un subsidio oficial que les cubra el mayor costo, y que el consumo residencial no acelerará su crecimiento, que fue de 4,2 por ciento en 2003. En cuanto a las exportaciones, la hipótesis es que se mantengan a igual ritmo, sin aumentar pero tampoco caer, para no afectar la credibilidad del país como proveedor y el pulso de los chilenos.
Recapitulando: la oferta podrá abastecer la demanda con los condicionamientos explicados y encareciendo el gas en boca de pozo, subsidiando a las usinas eléctricas para que recurran al fuel (con un desfile de cientos de camiones cisterna por día, o trenes enteros), elevando tarifas a los grandes usuarios y el precio del GNC, e importando de Bolivia (a un costo de 1,50 dólar por millón de BTU). En alguna medida, aún incierta, la emergencia castigará el bolsillo de los consumidores.