Martes, 14 de octubre de 2008 | Hoy
EL MUNDO › EL CANDIDATO DE LOS DEMóCRATAS SE POSTULA COMO LA SOLUCIóN EN TIEMPOS DIFíCILES
El aspirante a la Casa Blanca pidió que los bancos que serán salvados de la quiebra otorguen una moratoria de 90 días en las ejecuciones de deudores hipotecarios. Además, planteó un recorte de impuestos para empresas por cada empleo que creen.
Por Mónica C. Belaza *
Desde Cincinnati
Barack Obama lleva meses repitiendo que ésta no es “una elección ordinaria” porque no estamos en “tiempos ordinarios”. Lo decía antes del colapso de Wall Street, pero sus frases adquirieron un nuevo y más profundo significado tras la crisis financiera. Ya no hace falta convencer a nadie de que Estados Unidos vive un momento peligroso. Todos lo saben. Los votantes no se explican del todo cómo se ha llegado a esta situación y, sobre todo, no saben qué deparará el futuro, pero hay una idea que repiten: que sólo la confianza sacará al país adelante.
El candidato demócrata se presentó ante el público en Toledo, Ohio, un estado económicamente golpeado, y presentó un plan anticrisis de cuatro puntos para ayudar al estadounidense medio, a diferencia del rescate de bancos al borde de la quiebra aprobado por el Congreso con el apoyo de Obama y McCain. “Necesitamos aprobar un plan de rescate de la clase media y necesitamos hacerlo ahora. No podemos esperar para ayudar a los trabajadores y familias y comunidades que están en apuros ahora”, dijo el senador por Illinois.
“Es un plan que empieza con una palabra que está en la cabeza de todos, que se deletrea t-r-a-b-a-j-o”, agregó. Obama dijo que era lógico que los bancos que serán salvados de la quiebra con 700.000 dólares de dinero fiscal en virtud del plan de rescate aprobado recientemente por el Congreso, sean obligados a dar una moratoria de 90 días en las ejecuciones de deudores hipotecarios que aportan para su salvataje. Obama propuso además un recorte de impuestos de 3000 dólares para empresas por cada empleo que creen en Estados Unidos. Su plan también contempla retirar dinero de cuentas de jubilación sin pagar impuestos por un máximo de 10.000 dólares y durante lo que queda de este año y el próximo, agregó el candidato. La propuesta incluye además crear un organismo estatal dependiente del Tesoro y la Reserva Federal que preste dinero a los gobiernos estatales y municipales. El plan, sumado a otras iniciativas ya anunciadas, costará unos 175.000 millones de dólares a lo largo de dos años, según informó la campaña del candidato demócrata.
Muchos ciudadanos decidieron creerle. Sus seguidores dicen que en “tiempos extraordinarios” se necesita a alguien extraordinario, como este carismático político negro de 47 años y gran oratoria. “Es un líder de esos que sólo se presentan una vez en cada generación”, opina T. J. Sisco, un profesor de Virginia Occidental de 26 años, que hace unos días se acercó a la vecina Ohio para presenciar un discurso del demócrata. “Estados Unidos necesita a alguien capaz de guiar al país, de inspirarlo.” Inspiración, otro de los términos más pronunciados entre los demócratas. La crisis económica no ha llegado hace un mes al país. Los ciudadanos llevan un par de años presenciando cómo el vecino perdía el trabajo o la casa. No les ha hecho falta ver cómo quebraba el banco de inversiones Lehman Brothers para darse cuenta de que las cosas no iban bien. Pero, en estos momentos, el hecho de que la prensa y las televisiones prácticamente sólo traten esta cuestión ha agudizado la sensación de que lo peor está por venir. El 80 por ciento de la población está preocupada por el dinero, según una reciente encuesta llevada a cabo por la Asociación Americana de Psicología. En los barrios, los residentes convierten a sus garajes en mercados y venden a buen precio todo lo superfluo. Empiezan a aparecer nuevas empresas que ofrecen trabajos de una jornada para los desempleados que penan en sus casas. Y los psicólogos dan consejos en las televisiones para controlar las crisis de pánico.
Cualquier conversación con alguno de los asistentes a los mítines de Obama acaba en una historia personal sobre la crisis económica. Algunos son testigos de cómo la historia se repite. Doris Weever tiene 93 años y reside en Dayton (Ohio) con su hija. Sufrió la Gran Depresión de 1929. Vivía entonces con sus padres en Cedar Rapids, Iowa. Su padre tenía una empresa de escobas que se fue a pique por falta de crédito. Ella consiguió conservar su primer empleo como mecanógrafa. Tenía 14 años. Le pagaban por días y así conseguía llevar algo de dinero a casa. “Todo el mundo estaba nervioso y haciendo cualquier cosa para sobrevivir”, recuerda la mujer. “Como ahora.” Su hija, Donna, está preocupada por su jubilación. Tiene su dinero invertido y sus fondos han caído un 33 por ciento en las últimas semanas.
Los jóvenes tienen sus problemas. Angel Emerson, de 20 años, y Jeff Newman, de 21, son universitarios y están nerviosos por sus préstamos para pagar la facultad. El banco de una de sus compañeras ha quebrado. La crisis también afecta a sus familias. El padre de Jeff, de Kansas City (Misuri), fue. Cobrará un subsidio hasta diciembre, pero después se quedará sin nada. “¿Quién lo va a contratar ahora?”, se pregunta su hijo.
Los que tienen trabajo también están preocupados. Mariam Wade es telemarketer en Cincinnati (Ohio) y ve peligrar su puesto. “Muchas empresas abandonan el país y despiden de un día para el otro”, dice. “Todo está complicado. Una sobrina mía con una licenciatura en una universidad de la Ivy League (a la que pertenecen los mejores centros del país) no encuentra trabajo.” Mariam habla de otra cuestión importante: la pérdida de la dignidad. “Algunas casas tienen un cartel anunciando que los dueños deben marcharse por falta de pago. Muchas personas se sienten humilladas. Debemos recuperar la autoestima para salir adelante.”
* De El País de Madrid. Especial para PáginaI12.
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