Lunes, 3 de noviembre de 2008 | Hoy
EL MUNDO › AUNQUE EL CANDIDATO NO ESTABA AHí, SU PRESENCIA SE HIZO SENTIR EN LA úLTIMA CEREMONIA DE ANTES DEL VOTO
Un miembro de su iglesia, Trinity United, está muy cerca de convertirse en el próximo presidente de Estados Unidos y los cientos de feligreses que compartieron el púlpito con él no ocultan sus anhelos.
Por Santiago O’Donnell
Desde Chicago
La iglesia de Obama vibró ayer tres horas del mejor gospel, sermón y recitado de historia afroamericana, con un coro de 170 voces, con una orquesta a todo trapo, con mil personas que acompañaban con las palmas o con panderetas y se sacudían al ritmo de la música. Con toda la alegría y la esperanza y la ansiedad y el miedo en las horas previas al día más esperado.
La ansiedad se podía palpar en la entrada, en la calle 95, a cuatro cuadras de la última estación de la línea de subte que va al corazón negro del sur de Chicago. Guardias de seguridad con handys y chalecos amarillos cuidaban las esquinas. La gente entraba sin decir mucho. Un cartel indicaba a los periodistas presentarse en el escritorio del entrada. “Lo que pasa es que el periodismo acá no interpretó nuestro mensaje y nos puso en una situación incómoda”, dijo el diácono Shababa, hablando en voz bajita, a pesar de las estrictas órdenes de no hablar del tema dentro del predio de la iglesia. Es que Shababa no podía con su alegría. ¿Quién lo puede culpar? Un miembro de su iglesia, Trinity United, está muy cerca de convertirse en el próximo presidente de Estados Unidos y esos cientos de feligreses que compartieron el púlpito con él, que recitaron juntos todas la injusticias sufridas por el pueblo negro, todas las luchas que emprendieron los héroes de la emancipación y el movimiento de derechos civiles, sienten que ahora uno de ellos está a un paso de la presidencia.
Pero no lo pueden nombrar y no lo van a nombrar durante las tres horas de ceremonia, aunque se recen muchos rezos por el descanso del pastor Jeremiah Wright, que no está en la iglesia pero que fue hasta hace pocos meses su principal predicador, pero algunos comentarios crudos sobre la naturaleza de la explotación que los blancos han hecho de los negros a través de la historia hirió la campaña de Barack Obama y el pastor fue rápidamente pasado a retiro.
Entonces Obama dejó de ir a la iglesia, el pastor Moss tomó un tono más conciliador y Obama dejó de mencionarse y los miembros de la iglesia dejaron de hablar de él. Algunos dicen que Obama eligió la iglesia y al pastor Wright para casarlo porque era su entrada a la vida política de Chicago, donde hasta entonces era un desconocido, hiriendo un poco a los líderes negros históricos de la ciudad, como Jesse Jackson y Harold Washington. Pero ayer nadie se acordaba de esas pequeñeces,
La iglesia lucía imponente. Un hectágono irregular con cuatro tribunas de dos pisos, con el altar en el centro y un impresionante coro de cantantes vestidos con las mismas túnicas en oro y marrón, que hacen una entrada cantando para ocupar la tribuna que está detrás predicador. Entre el coro y el predicador, alrededor del altar, una docena de cantantes, predicadores y diáconos y un poco más atrás la orquesta: tres órganos, piano de cola, guitarra y bajo eléctricos, batería e isla de percusión, todo manejado por profesionales de primer nivel.
La primera ovación llegó antes de la salida del pastor, antes de que el coro trepara la tribuna. Fue cuando una sacerdotisa, para calentar a la audiencia, recordó que el martes (por mañana) había que votar. “¡Aunque haya mucha cola, aunque lleguen tarde a trabajar, deben ir a votar! ¡Deben hacerlo por sus ancestros!”, gritaba. Y desde el público volvían gritos de “¡amén!” “praise the lord! (alabado sea el señor)”, gruñidos de “yeeeeaaah” y aplausos.
La religión juega un rol cada vez más importante en las elecciones presidenciales estadounidenses. Durante sus ocho años de gobierno George Bush, un fervoroso seguidor del evangelismo más conservador, empujó a la derecha toda una agenda de temas, desde el derecho al aborto hasta la enseñanza del darwinismo, pasando por la investigación con células madre y los derechos de parejas del mismo sexo.
Obama viene de otra tradición, la misma que Harold Washington, Jesse Jackson y todos los caudillos del sur de Chicago que lo precedieron. Es la tradición de Trinity United, donde el pastor les advierte a los visitantes que si no les gustan los abrazos más vale que se vayan, porque a la gente de Trinity le gusta abrazar, y tomar de la mano y hablarle al que está sentado a su lado, siempre que el pastor lo indique, y cuando llega el momento de oración bajar la cabeza y escuchar el suave murmullo del órgano, y las palabras sopladas en cámara lenta del pastor, y meditar” hasta que vuelve la explosión de la batería y los timbales y el piano y el coro, y todos saltan de sus asientos y se ponen a bailar y cantar, a recitar alabanzas.
Pero también hay tiempo para la política y las lecciones de historia.
En la letanía, el pastor explica por qué hay que votar. Lo hace a través de un diálogo que los feligreses contestan siguiendo un texto en la página ocho del programa.
Pastor: “No podemos olvidar que este país se fundó en el principio de que el afroamericano era ‘tres quintas partes’ de un hombre, y sólo hombres blancos propietarios de tierras tenían derecho a votar. No podemos olvidar que en el siglo diecinueve ancestros nuestros habían puesto su fe en las promesas y fueron decepcionados por la Proclamación de Emancipación, de las enmiendas 13 y 14 de la Constitución para ponerle fin a la esclavitud y obtener ciudadanía”.
Feligreses (a coro, haciendo retumbar la iglesia): “Sólo podemos imaginar la alegría de nuestros ancestros cuando supieron de la enmienda 15 de 1870 que extendía el derecho de voto a los negros. Estos bravos hombres soportaron intimidaciones, riesgo de muerte, pérdidas de trabajo y propiedad. A pesar de todo, durante el período de Reconstrucción, ejercitaron su derecho de voto y ganaron elecciones a nivel local y nacional con candidatos negros”.
Pastor: “No debemos olvidar que fue en Florida en 1876 donde los votos fueron disputados, el ganador elegido injustamente y el compromiso de 1877 efectivamente acabó con el derecho de los negros a votar, al permitir (prerrequisitos abusivos usados para el fraude como) impuestos al voto, exámenes de religión y educación, vigilantismo, urnas fraudulentas y dibujos de distritos electorales”.
Feligreses (a coro): “Y fue otra vez en Florida en el 2000 donde miles de votantes registrados legalmente fueron vaciados de su derecho a votar por la Corte Suprema, que apoyó una victoria por 537 votos, y aunque el candidato había perdido por más de 500.000 votos a nivel nacional fue declarado ganador de las presidenciales”.
Pastor: “Pero entonces y ahora el Dios al que rezamos continúa peleando por nuestra gente”.
El diálogo continúa con seis intercambios más en los que se nombra a los héroes del movimiento, como Thugood Marshall, el primer juez negro de la Corte Suprema y gran luchador por los derechos civiles fundador de la Naacp, la máxima organización política por los derechos de los negros. Se nombra a los grandes hitos del movimiento como la marcha a Selma y la muerte de cuatro niñas en el bombardeo de una iglesia en Birmingham, a Malcolm X y Martin Luther King, líderes políticos contemporáneos como Maynard Jackson, Tom Bradley y Harlos Washington pero ni una palabra de Obama. Para el final del diálogo quedan las instituciones que los feligreses deben honrar: el Museo del Derecho al Voto de Selma, el Museo de Derechos Civiles en Savanagh, el Instituto de Derechos Civiles de Birmingham, y el Museo Nacional de Derechos Civiles de Memphis.
En la ceremonia no se mencionó, por lo menos no en el segundo servicio, pero el programa dejaba en claro que las posturas políticas de la iglesia de Obama son muy distintas a las de la era Bush. Y a diferencia de los documentos y sermones de los obispos argentinos, Trinity United no deja mucho margen para la interpretación.
“Vote por sus valores en 2008: derechos humanos, dignidad y justicia de género”. Por establecer políticas migratorias humanitarias y caritativas “Para terminar con la tortura en el mundo. Para terminar con el tráfico de personas, promover la libertad de credos, combatir el sida y defender los derechos de las mujeres”.
Sí hubo tiempo en la ceremonia para rezar por Carol Smith, “que parte mañana (hoy) a Afganistán”, pero el pastor no se privó de pedir que digan la verdad los que ordenan la guerra. Sin nombrarlo, comparó a Bush con el Rey David, que se quedó en Jerusalén, dijo el pastor, mientras mandaba a sus tropas a morir en el extranjero. “Uno debe decir siempre la verdad. Si van a mandar a morir a cuatro mil de los nuestros deben decirlo, deben decir la verdad”, dijo el pastor Otis en el clímax de uno de sus crescendos. La tribuna explotó. También hubo tiempo para hablar de “los cuarenta millones de estadounidenses que todavía no tienen cobertura médica”, y recordar a la familia de la chica Hudson, que sufrió un crimen horrible que conmueve a Chicago. Todo orquestado a la perfección, todo filmado por cámaras de alta definición, cada detalle impecable, hasta el reparto en bandejas de plata de vasitos de plástico con vino sagrado sellado al vacío. Al momento de comulgar, todos destapan la tapita y se toman el vino.
Después llega el momento de la colecta. El pastor recuerda la crisis económica, la suerte que tienen algunos y la necesidad que tienen otros mientras hablan casi todos los que escuchan, coro incluido, alzan un sobre arriba de sus cabezas para que los recolectores lo vengan a buscar. Entonces el pastor anuncia la última idea para mejorar el sistema, la nueva tarjeta de Trinity United de colecta automática. “Lo que pasa es que cuando alguno de ustedes se va de vacaciones las donaciones también se toman unas vacaciones y así con la tarjeta podemos estar al día con el Señor, que trabaja todos los días”, amonesta con picardía el pastor, provocando un murmullo risueño. “La segunda vez es para los pedidos especiales”, anuncia el pastor, y el balde pasa por segunda vez. Después se convierten los miembros nuevos en una especie de bautismo, pasan más himnos, canciones religiosas al ritmo de ragtime y rythnm n’blues que hacen bailar otra vez al ritmo de las panderetas.
A la salida del servicio, Jerome Davis, de 39 años, miembro del coro, resume lo que siente toda la iglesia: “Estamos celebrando un momento único el que veníamos esperando todas nuestras vidas. Estamos un poco cautelosos, no queremos que nadie nos saque este logro, pero ha pasado otras veces. Es todo sobre la igualdad y la posibilidad de ser iguales. De que el Sueño Americano sea posible también para nosotros. Si una persona demuestra que tiene las calificaciones para hacer un trabajo, esa persona se lo merece. El señor Obama ha demostrado que no hay nadie más calificado que él para ser presidente de este país. Por eso celebra esta iglesia”.
Más allá, a una cuadra de la iglesia, el artista Nakiu Dargelo Jones de 32 años vende posters enmarcados de Obama, Malcolm X, Martin Luther King y el Che Guevara.
“Se siente que se viene un cambio, algo que esta comunidad no sentía desde la época de John F. Kennedy. Es que el carisma de Obama habla por sí mismo. Otra vez la gente tiene fe, cree en el sistema, espera mejorar por primera vez en muchos años. Esa expectativa es lo que trajo Obama y llega en un momento de mucha pobreza, mucho desamparo, cuando mucha gente está perdiendo su casa.”
Vibra la iglesia de Obama y se siente por todo el sur de Chicago. Mañana puede ser un gran día, pero hay que sacar el voto para cruzar el Jordán.
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