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Rusia vuelve a la carga en Chechenia como nunca. A poco más de una semana del trágico fin de la toma de rehenes en un teatro de Moscú por parte de un grupo de chechenos, y un día después del derribo de un helicóptero ruso que dejó nueve muertos en Chechenia, entre 60 y 80 mil soldados rusos y miembros de los servicios secretos entraron en esta república del Cáucaso en el marco de una megaoperación para destruir las bases de los rebeldes. En Moscú y las principales ciudades de Rusia ya son miles los chechenos que fueron requisados por la policía.
“En los primeros días después de la toma de rehenes, los chechenos no podían reunirse en público”, declaró Isayev, uno de los voceros del presidente pro ruso de Chechenia, Akhmad Kadyrov. Según Isayev, las patrullas policiales detienen a diario a cualquier persona “de aspecto caucásico”, y denunció que a muchos chechenos se les sacan los documentos para después pedirles los sobornos correspondientes para recuperarlos.
Ayer, la operación militar en Chechenia se centró en la capital, Grozni, y otras grandes ciudades, como Gudermés y Argún, y en distritos donde la guerrilla es virulenta más de tres años después del comienzo de esta guerra, como Itum Kale, Nozhai-Yurt, Urús Martán, Shatoi y Shelkovsk. En los controles se detuvo a 12.000 vehículos y fueron destruidas trece refinerías de petróleo ilegales, uno de los principales medios de financiación de los rebeldes.
“Se trata de una operación militar especial y rigurosa, pero selectiva”, declaró el ministro de Defensa, Serguei Ivanov. La información independiente sobre este hecho, que oficialmente es considerada como una operación antiterrorista, es ya difícil de obtener y se verá sometida a nuevas restricciones legales a tenor de las enmiendas a la ley de Prensa y a la Ley de Lucha contra el Terrorismo adoptadas el viernes por la Duma (Cámara baja del Parlamento), cuando entren en vigor tras el visto bueno de la Cámara alta y la firma del presidente.
Ivanov dijo que la situación en Chechenia es “difícil, pero controlable”, y aseguró que las autoridades militares reciben “en los últimos días cada vez más información sobre la preparación de nuevos actos terroristas en Chechenia y fuera de este territorio”. El ministro declaró que “en algunos pueblos se está procediendo al reclutamiento de terroristas-suicidas, a los que prácticamente se convierte en zombis”.
En julio, Ivanov había anunciado la intención de reducir el contingente militar en la república. En primavera, los mandos militares destacados en Chechenia calculaban que para el otoño sería posible transferir las funciones policiales a agentes locales. Con la toma de rehenes en el teatro Dubrovska, todo cambió. Según Serguei Yastrzhembski, consejero del presidente Vladimir Putin, la operación que comenzó ayer “es una “respuesta de las autoridades rusas a las amenazas de más ataques de Shamil Basayev (el líder de los rebeldes cechenos)”.
Las amenazas se están concretando. El helicóptero ruso derribado anteayer fue alcanzado por un disparo realizado con un lanzamisiles portátil desde un edificio en ruinas en las afueras de Grozni, según informó el coronel Boris Podoprigora, vicejefe de la agrupación de tropas federales. Los rebeldes han derribado varios helicópteros rusos en los últimos meses, incluido uno cargado de tropas el pasado agosto. Ciento diecinueve personas perecieron en aquella ocasión. El martes pasado fue derribado otro helicóptero.
Yastrzhembski admitió que la operación “lamentablemente dificultará el retorno de los refugiados a Chechenia”, problema también destacado por los chechenos pro rusos. Rudnik Dudayev, secretario del Consejo de Seguridad de Chechenia, puso ayer en duda de que se pueda cumplir la orden de Putin de hacer retornar a los refugiados, especialmente numerosos en la vecina Ingushetia, donde hay cerca de 170.000. Aunque favorable a esta ofensiva, Dudayev pidió moderación al Kremlin en los peinados militares de núcleosde población civil, donde algunas personas ya “han desaparecido misteriosamente”.