Viernes, 19 de junio de 2009 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Robert Fisk *
Repartían fotocopias de a miles bajo los árboles en el centro del boulevard, hojas de papel tomadas por los partidarios de la oposición que estaban vestidos de negro por los 15 iraníes muertos en Teherán –¿quién sabe cuántos más en el resto del país?– desde que los resultados de la elección le dieron a Mahmud Ahmadinejad más de 24 millones de votos y un retorno a la presidencia. Pero para las decenas de miles que se manifestaban ayer por sexto día –y para su héroe de la campaña electoral Mirhossein Mousavi, quien oficialmente obtuvo 13 millones de votos–, esas fotocopias irradiaban algo importante. La fotocopia parecía ser genuina: una carta confidencial del ministro del Interior iraní, Sadeq Mahsuli, al líder supremo de Irán, el ayatola Ali Khamenei, escrita el sábado 13 de junio, el día después de las elecciones, y dándole a Mousavi y a su aliado, Mehdi Karroubi, grandes mayorías en los resultados finales. En una sociedad altamente sofisticada como Irán, la falsificación es tan eficiente como en cualquier otro lugar de Occidente, y había motivos tanto para desconfiar como para creer en este documento. Pero divide el voto final entre Mousavi y Karroubi en tal forma que hubiera sido forzoso una segunda vuelta, algo que difícilmente los partidarios de Mousavi hubieran querido.
Encabezada como “Para la atención del Líder Supremo”, dice “que en cuanto a sus preocupaciones por las elecciones del décimo presidente” y “sus órdenes para que Ahmadinejad sea electo presidente” y continúa “para su información, sólo le estoy diciendo los resultados reales”. Mousavi obtuvo 19.075.623 votos, Karroubi 13.387.104 y Ahmadinejad apenas 5.698.417. ¿Podría ser falsa esta carta? Aun si Mousavi ganó tantos votos, ¿podría haberlo seguido el descolorido Karroubi con sólo 6 millones de votos menos que él? Y por todo lo increíble que pudo haber sido el voto oficial del 63 por ciento obtenido por Ahmadinejad, ¿pudo un hombre que tiene un inmenso apoyo entre los pobres de Irán haber obtenido sólo 5 millones y medio de votos? Y una carta de tanta importancia, ¿pudo haber sido firmada sólo “en nombre del ministro”?
La carta bien puede unirse a los miles de documentos, reales y falsos, que han marcado la reciente historia de Irán, de los cuales lo más memorable fueron los pasaportes irlandeses con los que Robert McFarlane y Oliver North viajaron a Irán en representación del gobierno de Estados Unidos en 1986 para ofrecer misiles a cambio de rehenes. Los pasaportes eran reales –y robados–, pero las identidades escritas en los documentos eran falsas. Los leales a Ahmadinejad sin duda culparán a los “extranjeros” por la “carta” al ayatola Khamenei. Pero su efecto electrificante en el campo de Mousavi sólo servirá para transformar la sospecha en la absoluta convicción de que su líder fue deliberadamente privado de la presidencia.
Marjane Satrapi, el aclamado autor y director ganador del Oscar por el dibujo animado en blanco y negro Persepolis, estaba en Bruselas blandiendo el mismo documento.
En Teherán, debe haber 5 o 6 mil iraníes vestidos de negro, muchos de ellos llevando este documento tóxico en sus manos, aunque había unos cuantos menos que en la marcha de un millón del lunes y apenas un quinto del número alcanzado en la plaza Azadi en el centro de Teherán. Su entusiasmo por mantener su protesta –encabezada ayer por cien o más motociclistas– fue cruelmente tratada por los organizadores, que claramente no sabían a ciencia cierta si debían dirigir a la multitud hacia el centro o hasta Azadi. Por un momento estuvieron parados durante más de un cuarto de hora bajo el calor mientras los organizadores discutían cuál era la ruta a tomar. No es forma de derrocar a un gobierno.
Lo más significativo fue que una vez más las autoridades de seguridad eligieron no confrontar a los manifestantes de Mousavi. Conscriptos del ejército usando brillantes chalecos amarillos estaban parados con las manos aferradas detrás de sus espaldas, en lugar de tener bastones (estuvieron formados durante el primer kilómetro y medio del camino, pero luego abandonaron a los manifestantes a su suerte). Esto ocurrió a menos de 24 horas después de la terrible confrontación entre los 20 mil partidarios de Mousavi y Ahmadinejad en la plaza Vanak el martes a la noche, cuando las fuerzas especiales iraníes de la policía paramilitar protegieron a los hombres y mujeres de Mousavi de la milicia Basiji del gobierno. Aunque algunos civiles fueron lastimados más tarde por luchas a puñetazos, la policía del gobierno trajo refuerzos y evitó que los Basiji y los miles de otros partidarios de Ahmadinejad cruzaran al norte de Teherán.
Claramente, Mousavi estaba detrás de la marcha de ayer porque emitió una declaración a los participantes, condenando a aquellos que asesinaron a siete hombres en los dormitorios de la Universidad de Teherán el domingo a la noche, “y golpearon a estudiantes varones y mujeres jóvenes y mataron a gente en la plaza Azadi”. Dijo simpatizar con esos “mártires” e instó a todos los iraníes a enviar sus condolencias a las familias de aquellos que habían sido asesinados.
Los muy dudosos resultados de las elecciones, sin embargo, están causando preocupación no sólo entre los millones de votantes de Mousavi. Cincuenta y dos miembros del Parlamento le han preguntado al ministro del Interior por qué no pudo prevenir la intimidación y la violencia post-elección. El Parlamento ha pedido una investigación de los hechos en relación con el vandalismo perpetrado en la propiedad de la Universidad de Teherán. Ali Akbar Mohteshemi –miembro de la Asamblea de Clérigos Combativos, una figura importante que fundó la Guardia Revolucionaria iraní y los envió al Líbano cuando fue embajador de Irán en Damasco– le pidió a un comité formado por clérigos, miembros del Parlamento, miembros judiciales, el Consejo de Guardianes y un oficial del Ministerio del Interior que investigue los resultados de la elección.
Pero continúa la supresión de la libertad de palabra que exigen tan insistentemente los leales a Mousavi. Ayer a la mañana, el estudiante de 26 años Mohamed Reza Jaleopour, que hace su doctorado en Oxford, hijo de un profesor de la Universidad de Teherán, fue arrestado sin cargos en el aeropuerto de Teherán. El diario Palabra Verde pro Mousavi fue clausurado nuevamente. En cuanto a Mousavi, parece que “una vez que los yugos mentales del miedo se han roto” son difíciles de recomponer. Pero los gobiernos revolucionarios son criaturas duras, aceradas, con garras afiladas, y el régimen de Ahmadinejad no está por colapsar.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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