EL MUNDO › TOMO UN AVION Y MAS DE CIEN REHENES CON DOS LATAS DE JUGO EN MEXICO

Secuestrados por el pastor

Las primeras versiones mencionaron a un grupo de bolivianos que amenazó con explosivos al vuelo 576 de Aeroméxico (EI-DRA), procedente de Cancún. Pero el autor resultó ser un drogadicto, alcohólico y ex convicto de Oaxaca.

 Por Gerardo Albarrán de Alba

Desde México, D. F.

La noticia dio la vuelta al mundo en cuestión de minutos: un avión ha sido secuestrado; hay 104 pasajeros retenidos como rehenes, más la tripulación. El aeropirata amenaza con hacer estallar la nave. Exige tomar el control en pleno vuelo. Bloqueada la cabina del piloto, quiere sobrevolar siete veces la Ciudad de México y hablar con el presidente Felipe Calderón. Tiene un mensaje para él: “Oremos, porque vienen cosas tremendas. Un terremoto”.

Apocalíptico, el supuesto pastor boliviano Josmar Flores Pereyra declara a la policía que ha tenido una “revelación divina” en esta fecha, 9 de septiembre de 2009, es decir, 09-09-09, o sea, 999, que de cabeza es nada menos que el número de la bestia: 666.

Si no fuera un asunto tan serio, sería realmente un chasco. Todo el aparato de seguridad nacional fue activado en México, coordinado por el presidente Calderón desde la residencia oficial de Los Pinos. El principal aeropuerto del país fue cerrado. Se movilizaron las fuerzas armadas. Una crisis, pues.

De 45 años de edad, drogadicto y alcohólico, ex convicto en Santa Cruz de la Sierra, residente en México desde hace varios años en el estado de Oaxaca, Flores Pereyra es presentado a los medios, apenas tres horas después de haber secuestrado la aeronave. Sonríe nerviosamente, saluda a las cámaras. Dos veces está a punto de hablar, pero se contiene, y vuelve a sonreír. Lo retiran. Media hora después regresa a contestar preguntas de la prensa. Predica. Escoltado por dos miembros de fuerzas de elite, se retira con paso triunfador.

Las primeras versiones mencionaron a un grupo de bolivianos que amenazó con explosivos al vuelo 576 de Aeroméxico (EI-DRA), procedente de Cancún, que había aterrizado poco antes de las 2 de la tarde en la terminal dos del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. El Boeing 737 con 104 pasajeros a bordo fue enviado a un área de seguridad del aeropuerto, mientras se suspendieron despegues y aterrizajes. El aeropuerto fue cerrado inmediatamente después.

El embajador de Bolivia en México, Jorge Mancilla, en un principio descartó que los detenidos sean bolivianos y especuló que podría tratarse de colombianos o venezolanos.

La única demanda era hablar “personalmente” con el presidente Felipe Calderón, quien curiosamente arribaría minutos después al aeropuerto para volar al estado de Campeche, en el sudeste del país.

Según versiones de pasajeros entrevistados por noticieros de televisión, nunca vieron ningún arma ni les dieron instrucciones. Prácticamente nadie se dio cuenta de lo que ocurría, sino hasta que el capitán les informó que se encontraban “en una situación delicada” y les pidió que niños y mujeres se trasladaran al frente del avión.

Un pasajero dijo que varios se enteraron cuando empezaron a recibir llamadas a sus teléfonos celulares. Sus familiares habían escuchado la noticia del secuestro por la radio y les preguntaban qué pasaba.

Diez minutos antes de las 3 de la tarde, más de 90 pasajeros salieron por la escalerilla principal del avión, con su equipaje de mano, en total calma. Entre ellos iba el propio secuestrador. Hasta ese momento, ningún elemento de seguridad había abordado la nave. Cuando la tomaron, sometieron a los pocos pasajeros que quedaban en la cabina, mientras en tierra arrestaban no sólo al pastor boliviano, sino a otras siete personas, incluido un diputado federal del Partido del Trabajo. El avión estaba rodeado por elementos del ejército y de la armada. Los detenidos fueron llevados a un camión blindado.

El secretario de Comunicaciones y Transportes Juan Molinar aseguró que no existió ningún elemento explosivo dentro del avión. Sin embargo, a las 3.55 de la tarde, elementos del ejército realizaron una explosión controlada del equipaje sospechoso. La supuesta bomba resultó ser dos latas de jugo, con tres pequeños focos. Igual lo vuelan.

El último secuestro de un avión en México ocurrió el 8 de noviembre de 1972, cuando la Liga de Comunistas Armados canjeó a los 110 pasajeros del vuelo 705 de Mexicana de Aviación por cinco guerrilleros detenidos, quienes después utilizaron la misma nave para volar a Cuba y solicitar asilo político.

Ahora, en sólo dos horas, el avión supuestamente secuestrado fue liberado, los presuntos aeropiratas detenidos y hasta se organizó una conferencia de prensa para aclarar que en realidad sólo era uno y que se trataba de un iluminado.

Ante las singularidades del suceso, las teorías conspirativas no se hicieron esperar. De no haber ocurrido este hecho, los noticieros de la tarde de ayer y los diarios de hoy habrían dedicado sus espacios a reportar la oleada de críticas al desmesurado aumento de impuestos, particularmente sobre alimentos y medicinas, así como a los ingresos de los trabajadores, y la desaparición de tres secretarías de Estado.

Incluso, la única pregunta que no respondió el secretario de Seguridad Pública fue precisamente sobre las suspicacias que despertaba el supuesto secuestro.

Quien sí se refirió a eso fue el presidente Felipe Calderón, en pleno vuelo hacia Campeche. Oportunamente, las preguntas no fueron sobre el cuestionadísimo paquete económico para 2010. “Fue un momento muy intenso”, comentó.

Así, la condena generalizada a la receta neoliberal quedó relegada ante una crisis de seguridad nacional de la que también todos sospechan.

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El secuestrador pidió hablar con el presidente. Tenía un mensaje: “Oremos, porque vienen cosas tremendas.”
Imagen: EFE
 
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