EL MUNDO › HOY ARRANCA LA NEGOCIACIóN EN GINEBRA SOBRE LA SUPERVISIóN DEL PROGRAMA NUCLEAR DE TEHERáN

Irán abre el juego con las seis potencias

Los 5+1 quieren abordar de lleno el tema nuclear, pero Teherán sólo acepta discutir sobre proliferación nuclear en un marco general y sin mencionar ni su propio programa nuclear ni el tema ultrasensible del enriquecimiento de uranio.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

La reunión de Ginebra que se inicia hoy entre Irán y las seis potencias que negocian con Teherán el abandono de las actividades nucleares llamadas sensibles es apenas el inicio de un proceso extenso y complejo. Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia y China más Alemania y el jefe de la diplomacia europea, Javier Solana, entablan una nueva fase diplomática ya sancionada por cuatro años de negociaciones infructuosas, durante los cuales ni las resoluciones votadas por el Consejo de Seguridad, ni las sanciones que acompañaron algunos textos de la ONU, ni las advertencias y amenazas lanzadas por Washington, Londres y París lograron detener el avance del programa nuclear iraní. Más aún, recién hace una semana los iraníes informaron a la Agencia Internacional de la Energía Atómica, la AIEA, sobre la existencia de una segunda planta “secreta” de enriquecimiento de uranio situada no lejos de la ciudad de Qom, en el centro del país.

La planta de Qom está enterrada en las montañas y es capaz de hacer funcionar 3000 centrifugadoras. La existencia de la otra planta, la de Natanz, fue revelada en 2002. Este centro es el más conocido por estar bajo la supervisión de los inspectores de la AIEA.

Actualmente, Natanz cuenta con 8000 centrifugadoras, de las cuales 4000 están en actividad. Las instalaciones subterráneas de Natanz pueden contener hasta 50.000 centrifugadoras. A estos dos centros se le suman otras instalaciones de diverso alcance: la planta de conversión de polvo del mineral de uranio concentrado, situada en Ispahan (centro), otra planta de fabricación de combustible nuclear situada en la misma ciudad, un reactor de agua pesada montado en Arak (oeste), la construcción casi terminada de una central nuclear en Buchehr (sur), el centro de investigación nuclear de Teherán, dotado de un reactor de investigación de 5 megavatios suministrado por Estados Unidos antes de la revolución islámica y celosamente vigilado por la AIEA, la mina de uranio de Saghand (centro), con reservas estimadas entre 3000 y 5000 toneladas de óxido de uranio.

Al cabo de siete años de crisis y cuatro de negociaciones, las potencias del Consejo de Seguridad nunca lograron que Teherán suministrara informaciones fiables sobre sus instalaciones nucleares y el uso final de las mismas. El misterio del átomo iraní permanece entero: ¿civil o militar?

Los occidentales están convencidos de que Irán ha excedido las metas civiles y que tiene un programa nuclear militar. Según el diario Financial Times, los ingleses estarían seguros de que, desde hace por lo menos cuatro años, Teherán ha desarrollado los planos de una cabeza nuclear. La reunión de los cinco+uno frente a Teherán inaugura la presencia de un representante de la administración norteamericana de Barack Obama.

Se trata de William Burns, un diplomático oriundo de la administración Bush que ya participó en una reunión semejante celebrada también en Ginebra en julio de 2008 y que concluyó sin el más estricto resultado. El planteo que las grandes potencias pondrán este jueves sobre la mesa no es nuevo. Desde hace dos años, los países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU vienen ofreciendo a Irán su cooperación en el campo nuclear civil, en materia de comercio, y han hecho extensivas sus propuestas a una discusión amplia sobre la problemática de la seguridad en Medio Oriente.

El encuentro de Ginebra es un cara a cara entre posiciones con objetivos opuestos. Los 5+1 quieren abordar de lleno el tema nuclear, pero Teherán sólo acepta discutir sobre proliferación nuclear en un marco general y sin mencionar ni su propio programa nuclear ni el tema ultrasensible del enriquecimiento de uranio. No por nada el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, dijo ayer que, sea cual fuere el resultado de la reunión, Irán saldría indemne de la misma. El esquema de la negociación gira en torno del concepto de “doble congelamiento”, que reemplazó al de “suspensión”: congelamiento de las futuras sanciones de la ONU contra Teherán a cambio del congelamiento de la puesta en marcha de nuevas centrifugadoras. Pese a sus numerosos obstáculos, la cita de Ginebra se perfila como crucial para el futuro. Con la presencia de un enviado especial, el presidente norteamericano, Barack Obama, confirma su intención declarada de “dialogar” con Irán, siempre y cuando Teherán “afloje el puño” (son sus palabras). En caso de fracaso absoluto y de disposición de otras opciones (más sanciones diplomáticas o la iniciativa militar), nadie podrá decirle que no lo intentó. Los europeos también juegan sus cartas. Francia, Gran Bretaña y Alemania quisieran volver a una situación semejante a la de 2003-2004, cuando Irán había aceptado suspender el enriquecimiento del uranio. Los años Bush y la postura militarista de la administración norteamericana terminaron radicalizando a la república islámica. Las sanciones sucesivas no hicieron más que complicar el diálogo. Una vez electo, Barack Obama habló de “respeto mutuo”. Sin embargo, la reelección de Mahmud Ahmadinejad mostró los límites de lo que se perfila.

La represión feroz de quienes ponían en tela de juicio la reelección de Ahmadinejad estuvo acompañada por el discurso oficial según el cual esas revueltas eran producto de la “injerencia” de Occidente. Todo apunta a un diálogo de sordos: el principal acusado rehúsa responder o tratar los temas que le someten sus acusadores. Y, al igual de lo que ocurrió con el desaparecido régimen de Saddam Hussein, en el centro del escenario queda la población civil: reprimida por la policía religiosa del régimen y saqueada por las sanciones de las Naciones Unidas. El régimen iraní no se plegó a los compromisos internacionales, las sanciones votadas en la ONU por esa conducta empobrecieron a la población y congelaron sectores claves de la economía.

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Alí Akbar Salehi, jefe del programa nuclear iraní, durante una ronda de prensa en Teherán.
 
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