Jueves, 1 de octubre de 2009 | Hoy
EL PAíS › PERITAJES Y NUEVAS REVISIONES POR EL ESPIONAJE A LA JUEZA MARíA SERVINI DE CUBRíA
Extendieron la inspección al despacho de Comodoro Py. El micrófono fue hallado en el juzgado electoral, en el Palacio de Tribunales. Quieren saber si además de las comunicaciones telefónicas se escuchaban las conversaciones que se mantenían en la oficina.
Por Irina Hauser y Raúl Kollmann
El juez federal Julián Ercolini quiere saber si había más micrófonos ocultos en las oficinas de su colega María Servini de Cubría, busca corroborar si alguien efectivamente escuchaba sus diálogos telefónicos y si, además, había un seguimiento de las conversaciones cotidianas que tenía dentro del despacho. Para eso, ordenó una nueva revisión exhaustiva del juzgado electoral, donde el lunes fue hallado un transmisor, y dispuso extender la inspección al juzgado penal de Servini en los tribunales federales de Retiro. El dispositivo encontrado será peritado para precisar sus características técnicas –si, por ejemplo, además de retransmitir conversaciones permitía grabarlas– y, en el mejor de los casos, establecer quién lo puso.
Bajo instrucciones de Ercolini, personal de la Superintendencia de Comunicaciones de la Policía Federal hará un rastreo de micrófonos u otros adminículos en las oficinas de Servini en los tribunales de Retiro y hará un nuevo “barrido técnico” en su juzgado electoral. Estas medidas responden a un pedido que hizo ayer la propia jueza “considerando que el dispositivo de espionaje hallado podría ser tan solo un elemento dispuesto allí entre otros que todavía no han podido ser detectados”, según dice el escrito que presentó. Servini requirió que se analice todo “indicio de que se hayan producido” en sus oficinas “ingresos indebidos por parte de terceros no autorizados”.
La magistrada asegura que hubo conversaciones vinculadas a los gastos de campaña que tuvo a solas con su secretaria que luego salieron publicadas en un diario de tirada nacional. De ahí su planteo para que el juez analice la magnitud del espionaje, que apunta a dilucidar también si alguien, a la distancia, escuchaba las reuniones dentro de su despacho. “Que sepan que no me van a intimidar”, advirtió ayer.
Como desde hace un tiempo cree que la espían, Servini periódicamente pide que los expertos en comunicaciones de la Policía Federal revisen su oficina. Así fue como descubrió que tenía un micrófono. Su denuncia ante Ercolini relata que los policías a cargo de la inspección advirtieron que la caja telefónica ubicada detrás de su escritorio tenía sólo uno de los cuatro tornillos que debían sujetarla a la pared. Al mirar qué había adentro, encontraron un “transmisor que captaba las conversaciones telefónicas que se producían en dicha línea y las transmitía por la banda de ultra alta frecuencia para que fueran recibidas por un receptor que, en principio y según las estimaciones del personal policial interviniente, debería estar ubicado a no más de 50 metros del lugar de transmisión”.
Durante el procedimiento, mientras buscaban los tornillos faltantes, apareció la llave de uno de los cajones de su escritorio quebrada. Hasta el viernes anterior, asegura la jueza, estaba intacta. Tanto el micrófono como la llave rota fueron entregados para su investigación.
Según especialistas consultados por Página/12, la tecnología que se habría utilizado es antigua, casi de la Segunda Guerra Mundial. Equivale a poner los viejos “cocodrilos” en una línea telefónica. Conlleva el riesgo, además, de que para instalarla tuvieron que entrar y salir del despacho. La captación se hace a través de un receptor de FM –que debe estar en la misma frecuencia que el micrófono–. Esta técnica funciona bien en zonas alejadas, donde no hay muchas interferencias. En Tribunales no sería muy eficaz, ya que se trata de una zona llena de ruidos.
Allegados a la jueza dijeron que el dispositivo encontrado tenía el tamaño de un lápiz labial, dentro del cual supuestamente estaba el micrófono y la fuente de alimentación. Se activaba cada vez que alguien levantaba el tubo del teléfono, para llamar o atender. “Los micrófonos modernos, de hoy en día, casi no se pueden ver, porque son del tamaño de la cabeza de un alfiler, y la fuente para el funcionamiento la toma de la mínima energía que produce la propia línea”, le explicó a este diario un experto en seguridad. Cualquier agencia gubernamental está hoy en condiciones de escuchar el teléfono a través de un chip colocado en la central telefónica o en forma remota desde sus propias oficinas. No necesita poner nada en la caja detrás del escritorio de una jueza.
Otro experto, que revista en la Gendarmería, dijo que llama la atención que hayan abierto la caja y dejado uno solo de los cuatro tornillos. “Eso no lo hace alguien profesional”, dijo. “Hoy nadie se lleva documentos, se fotografían”, añadió. A juzgar por los entendidos, en estos tiempos en que se estila tercerizar el espionaje –lo hacen empresarios, políticos y quizá gente de los medios–, en el caso de Servini habría intervenido una agencia precaria.
Servini sostiene que quizá la finalidad del micrófono no era escucharla, sino intimidarla. “Estoy acostumbrada a esto”, dijo ayer. Y volvió a relacionar el episodio con el robo que denunció en mayo último de la documentación con la que estaba preparando su descargo en un proceso de juicio político. Ahora “la Justicia tiene que investigar la procedencia del aparato que se encontró, de dónde viene; es difícil que se pueda determinar quién lo colocó, pero hay mucho por investigar”, dijo.
Ercolini, por lo pronto, ordenará hoy un peritaje sobre el transmisor, una medida que también pidió Servini para establecer si funciona, de qué modo (su radio de operación y frecuencia, entre otros datos), cómo transmite y si captan sus señales, su origen de producción y fabricación, su número de serie (si lo tiene) y todo indicio que permita reconstruir su cadena de comercialización, además de aclarar si permitía sólo escuchar “en vivo” las conversaciones telefónicas o también grabarlas.
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