Lunes, 2 de noviembre de 2009 | Hoy
EL MUNDO › EN CHILE AUMENTA LA PERCEPCIóN DE QUE EL SENADOR DEMóCRATA CRISTIANO PUEDE GANARLE AL EMPRESARIO
A juicio de algunos analistas, toma cada vez más fuerza la idea de que el candidato de la Concertación pase a segunda vuelta. Se habla de que el dueño de LAN y Chilevisión, hoy favorito, no tiene un plan B para contraatacar.
Por Christian Palma
Desde Santiago de Chile
La segunda semana de noviembre es considerada una fecha clave para el devenir político chileno. Por esos días el Centro de Estudios Públicos revelará los resultados de la encuesta CEP –la madre de todos los sondeos–, lo que para muchos marcará la tendencia final de lo que sucederá en las elecciones presidenciales del 13 de diciembre.
Si bien el candidato de derecha, el multimillonario inversionista Sebastián Piñera, sigue liderando las preferencias por sobre la carta de la Concertación, el senador demócrata cristiano Eduardo Frei, el independiente Marco Enríquez-Ominami y el representante del Juntos Podemos-Frente Amplio, Jorge Arrate, hubo un anticipo de la CEP (dada la similitud de la medición): la encuesta de la derechista Universidad Diego Portales (UDP), conocida esta semana, dejó con gusto amargo al abanderado opositor.
Esto porque, en un escenario de segunda vuelta de la elección presidencial, Eduardo Frei supera con un 36,3 por ciento a Sebastián Piñera, con un 35,5 por ciento, de acuerdo con la muestra de esa casa de estudios. La Concertación celebró la noticia pues su candidato supera en el ballottage al derechista. Más aún: de acuerdo con el sondeo, Piñera también es superado por Enríquez-Ominami en una supuesta segunda vuelta en enero.
A juicio de algunos analistas, la idea de que sea Frei el que pase a segunda vuelta toma cada vez más fuerza y de a poco aumenta la percepción de que puede ganarle a Piñera. Sumando a esto la arremetida gubernamental –desde la propia presidenta Michelle Bachelet, su madre e hijo y todo el gabinete ministerial– para dejar claro que Frei es el continuador de la obra de la Concertación y de Bachelet, la presidenta record en cuanto a popularidad en Chile.
Al parecer la salida al terreno –con errores y aciertos, alegrías y tristezas– y el contacto con la gente están dando resultados. Mal que mal, ahí, en la calle, el barrio y las poblaciones, el conglomerado que maneja Chile desde 1990 ha ganado todas las elecciones.
Frei entendió que inmiscuirse en peleas con los otros candidatos, en especial con Enríquez-Ominami, no le hace bien y que es mejor, en cuanto a réditos electorales, darle espontaneidad y alegría a una candidatura considerada aburrida y gris. Y lo ha ido logrando.
Desde la otra vereda opinan lo contrario, y tildaron la encuesta de la UDP de poco rigurosa, pero no cabe duda de que el golpe fue duro. Un salvavidas llegó por esos días casi sin esperarlo. Un viejo e influyente demócrata cristiano, Gabriel Valdés, sostuvo que Piñera sería un buen presidente, lo que fue sobrevalorado por los opositores; sin embargo, el nonagenario DC también reconoció su debilidad por el “Ominami chico”. Desde la Concertación las críticas arreciaron.
Con todo, los datos disponibles hasta ahora no son del todo positivos para Enríquez-Ominami, lo que podría profundizarse si la CEP lo ratifica en un tercer lugar, por lo cual el díscolo debería enfocar toda su artillería a la franja televisiva que comienza el 10 de noviembre. Ahí, Enríquez–Ominami tiene expertise, pues es director de cine y televisión y maneja ese lenguaje como ningún otro candidato. Habrá que ver cómo saca provecho de eso.
Mientras tanto Piñera continúa con un discurso que lo muestra o quiere exhibir como ganador indiscutido e indiscutible. Como el empresario exitoso y arrollador. Pero, ¿será suficiente para acercarse en diciembre al 50 por ciento y dejar en un mero trámite el ballottage?
Según los expertos electorales –no de derecha por cierto–, la última encuesta de la UDP confirma las tendencias estructurales chilenas y pone la definición presidencial, como es costumbre, en la segunda vuelta.
El argumento para ello es que la oposición bajo el paraguas de Piñera no estaría logrando aglutinar una masa que le permita imponerse en enero en el ballottage, donde el temor a no superar la frontera psicológica del 45 por ciento el 13 de diciembre lo condiciona todo.
Este miedo se basa además en que el arco iris de la Concertación, por más que esté fragmentada y disgustada entre sí, descansa en un conglomerado democrático y progresista, mucho más numeroso que la derecha, la misma que apoyó con similar porcentaje al fallecido dictador Augusto Pinochet, cuando éste osó llamar a elecciones hace ya varios lustros.
Se habla de que el dueño de LAN y Chilevisión tampoco tiene un plan B –dado su característico exitismo– para enfrentar a un Frei que puede arremeter con fuerza en este mes que queda para llegar a las urnas. Un ejemplo de aquello es la nula cobertura que los medios de derecha dieron a la muestra UDP.
Tirados los dados, la Concertación necesita ahora hacer mejor que nunca lo que ha hecho bien en años: manejar y proponer una política de calidad, no sólo en sus salidas a terreno sino en todos los frentes, desmarcarse de la estrategia de la derecha patronal y prepotente, con lazos nuevos y reforzados a la ciudadanía.
La hora de los puentes entre Frei y Enríquez-Ominami llegó. Como también llegó el momento en que la Concertación debe dejar de lado las rencillas y los egos para enfocarse en lo que realmente importa. Ellos, Frei y ME-O –con matices, claro está–, provienen de la misma esencia. Juntos –aunque con sobresaltos, qué duda cabe– en una segunda vuelta pueden, de más, no permitir que la derecha llegue al poder después de largos o cortos 50 años en Chile.
¿Y Arrate? Para él, el 4,5 por ciento que marca en las encuestas es su mejor capital político. A la hora del conteo final, ese porcentaje será un tesoro al cual todos querrán hincar el diente. Los comunistas y todo el espectro extraparlamentario de izquierda tienen una buena oportunidad de negociar y llegar por fin al Congreso.
Así las cosas, no está tan aburrida la política en Chile, por más que el Wall Street Journal diga que de tan obvia se ha vuelto soporífera y predecible. Por ahora, en Chile nadie saca ventajas en la loca carrera por llegar a La Moneda.
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