Jueves, 3 de diciembre de 2009 | Hoy
EL MUNDO › SE SUMARáN A LOS TREINTA MIL QUE DECIDIó MANDAR OBAMA A AFGANISTáN
Francia y Alemania se mostraron dubitativos, dando señales de ambivalencia entre los aliados europeos de Estados Unidos en la batalla contra los insurgentes talibán.
Por Nigel Morris y David Usborne *
Los aliados europeos de Estados Unidos han dado señales de su ambivalencia sobre la estrategia de Barack Obama en Afganistán, comprometiéndose a enviar tropas que son muy inferiores en número a los 10.000 soldados que pide Obama. Varios países que pertenecen y no pertenecen a la OTAN están dispuestos a enviar nuevas tropas o entrenadores del ejército a Afganistán. Sin embargo, aun cuando el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, predijo ayer que los miembros por fuera de Estados Unidos de la fuerza internacional en Afganistán aumentarían en cinco mil el número de tropas el año que viene y “probablemente unos miles más”, los aliados clave como Francia y Alemania postergaban sus contribuciones hasta enero como fecha más próxima. Otros países ofrecieron pequeños contingentes adicionales.
Mientras los ministros extranjeros de la OTAN se preparan para discutir hoy y mañana los nuevos desplazamientos de tropas, Gordon Brown se vio obligado a minimizar que las tropas británicas podrían comenzar a retirarse de Afganistán el año que viene. Comentarios anteriores del primer ministro han sido interpretados como señales para un comienzo de una retirada del Reino Unido para fines de 2010. Los conservadores sospechan que Brown está provocando esperanzas deliberadamente, antes de la elección general, de que las fuerzas británicas podrían estar camino a casa.
En la Cámara baja, David Cameron puso de manifiesto la aparente disparidad entre los líderes, aconsejando a Brown no crear “falsas expectativas” o “dobles mensajes” sobre la fecha de la retirada de las tropas británicas. El primer ministro dijo que había dejado totalmente en claro “que no era cuestión de retirar nuestras tropas hasta estar seguros de que los afganos pueden tomar el control de seguridad ellos mismos”.
Ayer, Barack Obama se preparó para la crítica que espera a cualquier presidente estadounidense que decide no sólo acarrear el peso de otro líder, sino convertir a una guerra en suya. Ya los críticos y los dudosos están dando vueltas como buitres, cuestionando entre otras cosas su fecha final de mediados de 2011 para el retiro de las tropas estadounidenses y entregar la responsabilidad de la seguridad a los afganos mismos.
En su largamente esperado discurso en la Academia Militar de West Point el martes, Obama trató de satisfacer a ambos lados del debate, anunciando un fuerte aumento de treinta mil tropas que comenzará en pocos días, mientras al mismo tiempo prometía que los soldados desplegados comenzarían su retirada en sólo dieciocho meses. Puede haber satisfecho a pocos y enfurecido a muchos. Los activistas liberales y muchos demócratas seguían preocupándose de que cualquier aumento de tropas pueda llevar a Estados Unidos a un atolladero tipo Vietnam, mientras que los conservadores decían que la mera noción de una fecha para comenzar el proceso de retirada era un error militar.
Con la cacofonía recién comenzando, la Casa Blanca envió al Capitolio a los principales enlaces del presidente para empezar lo que puede ser una larga negociación para los miembros de ambos partidos. Dicho esto, el serio debate no necesariamente se traducirá en fuegos artificiales o una clara oposición. La atmósfera hasta ahora parece menos tensa que cuando George Bush reveló su aumento de tropas para Irak hace tres años. Entonces las cámaras del Congreso fueron invadidas por manifestantes antibélicos que ayer estaban en gran parte ausentes.
Uno de los emisarios del presidente al Capitolio, el secretario de Defensa, Robert Gates, embarró el tema de la fecha de retirada al sugerir que su viabilidad sería revisada al final del año que viene. “No podemos tirar a esos tipos en la pileta e irnos”, dijo.
Los riesgos siguen siendo altos para Obama. No se podrá seguir culpando a Bush por haberse distraído de Afganistán por el conflicto con Irak. Pueden pasar dos años o más antes de conocer el veredicto sobre su nueva estrategia –justo cuando puede estar buscando la reelección–.
En Kabul, un agradecido general Stanley McChrystal, el comandante estadounidense en Afganistán, que originalmente había pedido un aumento de 40.000 tropas, dijo: “Este es el principio del fin”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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