Jueves, 6 de mayo de 2010 | Hoy
EL MUNDO › TRES MUERTES EN EL INCENDIO DE UN BANCO CON UN CóCTEL MOLOTOV
Atenas permanece paralizada por una huelga general de 48 horas en contra de las medidas de austeridad impulsadas por la UE y el FMI a cambio de un paquete de ayuda financiera válido por 110 mil millones de euros.
Por Nicolás Nagle
Desde Bruselas
Las protestas en Atenas aumentaron poniendo en jaque al gobierno de Papandreou. Ayer un banco fue incendiado con un cóctel Molotov provocando la muerte de tres empleados –dos hombres y una mujer embarazada de cuatro meses–.
Durante todo el día del miércoles la policía antidisturbios se enfrentó con los manifestantes en las calles. Atenas permanece paralizada por una huelga general de 48 horas en contra de las medidas de austeridad impulsadas por la UE y el FMI a cambio de un paquete de ayuda financiera válido por 110 mil millones de euros.
A lo largo de toda la crisis griega varios analistas han visto paralelismos con lo sucedido en Argentina en el 2001, previo a la caída del gobierno de Fernando de la Rúa. En el caso griego, se trata del socialista George Papandreu que se encuentra cercado. El FMI junto a la UE han impuesto un paquete de medidas con el fin de reducir el déficit público en Grecia –que en la actualidad alcanza 13,6 por ciento del PBI–.
El objetivo del plan es que Grecia vuelva a tener acceso a los créditos internacionales y de esa forma se pueda autofinanciar sin ayuda de la Unión. Dicha meta, sin embargo, aparece cada vez más lejana. Al mismo tiempo que la televisión difundía imágenes de las protestas en Atenas, los inversores en las principales Bolsas del mundo se apresuraban a vender los bonos griegos aumentando el riesgo país y situando a Grecia al borde del default.
Entre la mayor parte de los griegos existe una profunda sensación de injusticia ya que las medidas de austeridad golpearán fundamentalmente a los trabajadores, pensionistas, desempleados y pequeños comerciantes. Al mismo tiempo, aquellos que se enriquecieron durante el período del boom económico, del crédito fácil, clientelismo y corrupción rampante se libran de hacer sacrificios.
Las protestas del miércoles comenzaron cuando aproximadamente 100.000 personas tomaron las calles al grito de “que pague la plutocracia”. Hacia el mediodía la furia de los manifestantes se dirigió contra el edificio del Parlamento en donde hubo enfrentamientos con la policía durante varias horas. Dentro del Parlamento, los legisladores que se aprontan a aprobar las medidas de reajuste pidieron medidas de seguridad especiales alrededor del edificio.
En la calle hay rabia y desencanto contra toda la clase política, la cual es vista como irresponsable y principal causante del descalabro económico. Un sentimiento similar al “que se vayan todos” del 2001.
Las manifestaciones ya no están formadas por grupos de anarquistas indómitos como durante revueltas anteriores. Ahora se trata de protestas generalizadas independientes de afiliaciones partidarias. Antiguos seguidores del Passok, el Partido Socialista actualmente en el gobierno, se vuelcan hacia las calles para demostrar su rechazo hacia las medidas que les caen del cielo.
Se trata de días cruciales no sólo para Grecia sino para Europa. Los últimos días han visto un aumento en el riesgo país de España y Portugal, dos países que se encuentran altamente endeudados. Ya se comienza a temer que puedan correr la misma suerte que Grecia. Recientemente, el presidente José Luis Zapatero dedicó una rueda de prensa en Bruselas a calmar a los mercados diciendo que comparar España con Grecia era “una absoluta locura”. El miércoles el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, aseguró que la situación en España “no tiene nada que ver” con la crisis griega. Claras señales para preocuparse.
En Bruselas y en gran parte de la opinión pública europea muchos miran las manifestaciones en Atenas con desaprobación. Ven la confirmación de los mitos repetidos incansablemente por los medios: que los griegos son haraganes y que se trata de un país en donde hay demasiados empleados públicos, con horarios de trabajo demasiado cortos y pensiones abultadas. En definitiva, que la culpa del desastre económico es de todos los griegos. La realidad, sin embargo, es distinta. El trabajador promedio griego trabaja 42 horas por semanas contra un promedio europeo de 40. Respecto de la edad de retiro, el promedio griego es 61,4 años mientras que en Europa es de 61,1. Las pensiones son muy menores a las de otros países europeos: 750 euros en Grecia contra 960 en España, 1700 en Irlanda y 2800 en Bélgica. Acerca de la amplitud del sector público, 22,3 por ciento del total de trabajadores son empleados por el Estado –una cifra levemente menor al promedio europeo–.
La prensa alemana ha sido particularmente activa en difundir una imagen caricaturizada de los griegos, lo cual ha engendrado un profundo resentimiento en Grecia. Para muchos griegos el gobierno de Papandreu ha capitulado ante los extranjeros y está siendo manejado por el FMI y la UE. La crisis está viendo un resurgir de sentimientos nacionalistas.
Un manifestante de 55 años sostuvo que “lo que mucha gente olvida es que a nosotros los griegos no nos gusta la autoridad. Siempre hemos resistido aquello que creemos injusto. Luchamos contra los persas en Maratón, contra los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial y lucharemos contra el FMI porque en realidad ya no tenemos un gobierno. Son las fuerzas extranjeras que están a cargo ahora”.
En estas horas, muchos líderes europeos estarán descubriendo que, a pesar de todo, decidir sobre otro país no es tan fácil como creían.
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