Lunes, 8 de noviembre de 2010 | Hoy
EL MUNDO › CIEN PAREJAS HOMOSEXUALES LO SALUDARON CON UN “BESO COLECTIVO” EN BARCELONA
Mientras iba a bordo del “papamóvil”, Benedicto XVI recibió frases como “Yo no te espero” y “Pederasta es el que no vota”. La protesta y la consigna de besarse frente al Papa se expandió rápidamente por las redes sociales.
Por Dale Fuchs *
Desde Madrid
De alguna manera, la recepción que le dio Barcelona al papa Benedicto XVI fue algo fría. Se vio menos gente de la que se esperaba mientras el Sumo Pontífice atravesaba las calles desde la catedral de Barcelona hasta la iglesia de la Sagrada Familia, la obra modernista inconclusa de Antoni Gaudí y uno de los sitios turísticos más importantes de España. José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente de gobierno que legalizó el matrimonio gay, no apareció para la celebración.
Pero la bienvenida también podría considerarse algo cálida, caliente y hasta vaporosa. Unas 100 parejas homosexuales saludaron al Papa con un “beso colectivo” para protestar contra la postura del Vaticano en contra de la libertad sexual, del divorcio y del uso del preservativo. “Este es un acto de protesta pacífico para manifestar que el amor es igual en todos los corazones”, dijo Jordi Petit, líder de un grupo catalán que organizó la movida. “Fue un acto reivindicaticativo, no contra los cristianos de base sino contra la jerarquía eclesiástica que ataca los derechos humanos”, agregó el dirigente.
En el saludo de los manifestantes a Benedicto XVI mientras iba a bordo del “papamóvil”, el religioso recibió frases como “Yo no te espero”, “Pederasta es el que no vota” y “La única Iglesia que ilumina es la que arde”. La protesta y la consigna de besarse frente al Papa se expandió rápidamente por las redes sociales. “No salgas el sábado a la noche y ven a besarte frente al Papa”, decía la convocatoria. El beso de protesta es el signo más visible de la controversia surgida por la visita. Como país católico, se esperaría que España se regocijara por la decisión papal de bendecir el trabajo de toda la vida de Gaudí, una obra que lleva 125 años en construcción. Más de tres mil personas se congregaron para seguir la ceremonia de consagración a través de las pantallas de televisión gigantes que se dispusieron en Barcelona. La misa también se transmitió por la televisión nacional, dándoles a los televidentes una visión de las columnas parecidas a huesos, de las lámparas modernistas y de la profunda nave que se llenó con seis mil invitados, entre los que se contaban los reyes de España, Juan Carlos y Sofía.
Pero la llegada de Benedicto XVI tocó un nervio sensible en la sociedad ibérica, dividida entre un sector católico tradicional y un creciente movimiento que busca eliminar la influencia eclesiástica de los asuntos estatales. El primer ministro socialista, que estimó que éste era un buen fin de semana para sorprender a los 1500 soldados españoles en Afganistán, está en el bando secular. Rodríguez Zapatero terminó con la enseñanza de la doctrina católica en los colegios estatales y durante sus seis años en el cargo, puso furiosa a la Curia con la legalización del matrimonio gay, con la simplificación de los procedimientos para el divorcio y con la reciente medida de permitir el aborto durante el primer trimestre de embarazo.
Mientras tanto, la asistencia a la iglesia sigue cayendo en el país. Por eso, no es extraño que el Papa declarara el sábado que Madrid es el “epicentro” de una batalla entre “la fe y la modernidad” en Europa. Joseph Ratzinger, que inició y concluyó su homilía en catalán, sostuvo que la consagración del templo de la Sagrada Familia en Basílica es un hecho de gran significación, particularmente en una época en la que el hombre pretende edificar su vida de espaldas a Dios, según entiende el máximo jerarca de la Iglesia católica.
Benedicto XVI destacó la figura de Gaudí, el creador del templo, a quien definió como un arquitecto genial y un cristiano consecuente. Después de deshacerse en elogios en torno de la relación entre la belleza y la religión, Benedicto XVI se refirió a la ley de aborto y llamó al Estado a “defender la vida del niño desde el momento de la concepción”. También formuló una súplica para obtener apoyo estatal a la familia tradicional. “El generoso amor entre un hombre y una mujer es el armazón y la base de la vida humana”, afirmó. “La Iglesia católica se opone a todas las formas de negación de la vida humana, y apoya cuanto promueva el orden natural en el ámbito de la institución familiar”, agregó el Pontífice, dejando en claro su oposición a la ley a favor de la interrupción del embarazo que entró en julio en vigencia y a la que permite el matrimonio entre personas de un mismo sexo, que fue promovida por el Ejecutivo español y aprobada en 2005.
Se esperaba que el jefe de gobierno español regresara ayer a España a tiempo para despedir al Papa en el aeropuerto, pero no pasó. El rey Juan Carlos despidió a Benedicto XVI en el aeropuerto El Prat, de Barcelona. La visita de Ratzinger planeaba tener un perfil apostólico pero fue adquiriendo cada vez mayor tinte político por la apertura del gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) hacia el aborto, la unión homosexual y la libertad religiosa.
Antes de aterrizar en Santiago de Compostela, el Papa había disparado con munición gruesa contra el progresismo español. Había dicho que España necesitaba ser “reevangelizada”. El Pontífice apuntó: “En España nació un laicismo, un anticlericalismo, un secularismo fuerte, agresivo, como en los años ‘30”. Para Ratizinger, el gobierno de Rodríguez Zapatero es comparable con la Segunda República española, que precedió a la cruenta Guerra Civil.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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