Sábado, 13 de agosto de 2011 | Hoy
EL MUNDO › CINCUENTA AñOS DESPUéS DE ALZAR LA BARRERA DE CONCRETO QUE PARTIó EN DOS A BERLíN
En la madrugada del 13 de agosto de 1961 y bajo la custodia de un cordón de vehículos militares, unos 15.000 miembros de las fuerzas armadas y de seguridad de la RDA comenzaron a cercar la frontera hacia el sector oeste de la ciudad.
Por Cristián Elena
Desde Frankfurt
En el año en el que se cumplirán veinte de la disolución de la Unión Soviética, Europa se dispone a conmemorar también otro aniversario significativo y así, en la ciudad de Berlín, tendrá lugar hoy el acto central al cumplirse 50 años de la construcción del muro que la dividió por más de un cuarto de siglo. El acto conmemorativo, que contará con la presencia de la primera plana de la política alemana, estará dedicado a homenajear a las víctimas de la división.
La canciller de Alemania, Angela Merkel, y el presidente Christian Wulff encabezarán el acto de esta noche, que contará con más de cien líderes. Por la noche se interrumpirá el servicio del metro y autobuses. Muchos de los ciudadanos de Berlín, especialmente los miles cuyas vidas cambiaron para siempre a partir del levantamiento del muro, guardarán un minuto de silencio en homenaje a las víctimas. La ceremonia finalizará con la lectura de los nombres de los 136 alemanes orientales que murieron mientras intentaban escapar del régimen comunista hacia el otro lado del muro.
Vale la pena hacer un poco de historia. En una concurrida conferencia de prensa internacional una periodista germano-occidental le preguntó al entonces jefe de Estado de la República Democrática Alemana (RDA), Walter Ulbricht, si se planeaba erigir una frontera a los pies de la Puerta de Brandenburgo para detener la sangría de profesionales y mano de obra calificada hacia el Oeste. Ulbricht titubeó en su respuesta, pero finalmente la selló con un rotundo “nadie tiene intenciones de levantar un muro”, cometiendo así un acto fallido para los anales, puesto que en la pregunta no se había hecho referencia alguna a un modo particular de demarcación fronteriza. Dos meses después, engrosando la vasta tradición de gobernantes que pisotean su compromiso público haciendo todo lo contrario, Berlín se convertía en escenario y víctima de uno de los giros más grotescamente violentos de la historia contemporánea: en la madrugada del 13 de agosto de 1961 y bajo la custodia de un cordón de vehículos militares, unos 15.000 miembros de la fuerzas armadas y de seguridad de la RDA comenzaron a cercar la frontera hacia el sector oeste de la ciudad, así como la frontera entre Berlín Oeste y la misma RDA, en una extensión de casi 160 km. Literalmente de la noche a la mañana un cerco con vigilancia militar separó arbitrariamente familias y vecinos de una misma calle, interrumpiendo incluso las vías de comunicación subterráneas y fluviales dentro de la ciudad. El alambrado inicial devino con los años en un complejo sistema de muros de hormigón armado y puestos de vigilancia, franja de la muerte incluida.
A través de tamaña empresa, el régimen germano-oriental llevó fatalmente a los hechos la autorización que los estados suscriptores del Pacto de Varsovia le dieran para “establecer en la frontera occidental de Berlín un orden tal, que restrinja las actividades de fuga contra los países del sector socialista y garantice una vigilancia y control efectivos alrededor de todo el territorio de Berlín Oeste, incluida su frontera con la Berlín democrática (sic)”.
Aparte de su propia caída, el 9 de noviembre de 1989, uno de los momentos culminantes de los que fue testigo el Muro de Berlín en los 28 años durante los cuales estuvo emplazado tuvo lugar el 27 de octubre de 1961, cuando en el puesto de control de las fuerzas aliadas, conocido como Checkpoint Charlie (hoy lugar obligado de fotos turísticas), norteamericanos y rusos apostaron una decena de tanques enfrentados a cada lado de la frontera. La escaramuza, corolario de una cadena de divergencias entre ambas potencias, duró sólo un día y terminó siendo una más en el historial de la Guerra Fría; sin embargo, por sus características, dio lugar a temores fundados sobre el posible desenlace de una guerra nuclear.
Las estadísticas han contabilizado –entre variados métodos de fuga– la excavación de una docena de túneles clandestinos hacia el sector occidental de la ciudad, sugiriendo que la presencia de semejante valla, lejos de inspirar sólo resignación ante la autoridad del régimen, fomentaba la imaginación de quienes pensaban en escapar. Paradójicamente, eran los berlineses occidentales quienes, a pesar de gozar de libertades que a sus hermanos del Este les eran negadas, estaban rodeados completamente por el Muro.
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