EL MUNDO › RECORRIDA POR LAS CALLES DE BAGDAD
Una ciudad paranoica
Por A.E. *
Desde Bagdad
Con un discreto traje pantalón marrón oscuro y tan sólo armada de su bolso, esta enviada se creía el ser más inofensivo del mundo. No pareció así al tendero del mercado de Baie, que la tomó por una piloto estadounidense. Sólo la oportuna intervención del fiel conductor de un colega evitó que el patriota diera la voz de alarma y se produjera un incidente. La obsesión con la seguridad se empieza a trasformar en paranoia.
Y es que bombardeados por las consignas de que estén alerta contra los invasores, los iraquíes empiezan a ver norteamericanos hasta en la sopa. La recompensa también ayuda. Las autoridades han ofrecido 50 millones de dinares (unos 16.000 euros) a quien capture con vida a un soldado enemigo, la mitad si está muerto. El día anterior las imágenes de los cinco pilotos apresados convencieron a los ciudadanos de que no se trata de una quimera. Uno de ellos era una mujer.
El paseo por el mercado para comprobar cómo la vida continúa a pesar de los bombardeos se convirtió en una aventura peligrosa. Esta enviada trataba de ver si los sacos de harina y lentejas procedían, como le indicaban algunas fuentes, de las raciones mensuales que reciben los iraquíes y que algunos se ven obligados a vender para comprar otros productos básicos. El hecho de que hablara “una lengua rara” despertó las sospechas de Karim, un vendedor que empezó a increparla.
Sólo la rápida intervención de Faisal, el conductor del corresponsal de El Periódico de Cataluña, Antonio Baquero, exhibiendo las acreditaciones de prensa, evitó que terminaran todos en un cuartel. “Disculpe, pero tenemos que estar atentos por si hay americanos que están en nuestra ciudad”, justificó el tendero una vez que se convenció de su error.
No son los únicos que están alerta. Los propios funcionarios del Ministerio de Información han tomado medidas desconocidas hasta ahora. Desde que empezó el conflicto exigen que todos los periodistas muestren su acreditación a la entrada del centro de prensa. Nunca anuncian de antemano qué ministro o alto funcionario va a comparecer en las conferencias de prensa. Y anteanoche, hasta el lugar en el que estaban convocados se cambió en el último minuto. No era para menos. Ejercía como portavoz el ministro de Defensa en persona. Una vez que entró en la sala, se cerraron las puertas y se impidió la salida de los informadores hasta cinco minutos después de que hubiera abandonado el recinto. Cuando agobiados por los cierres de sus periódicos varios periodistas españoles quisieron regresar a su hotel se encontraron con malas caras y una explicación evidente: “Estamos en guerra”.
* De El País de Madrid. Especialmente para Página/12.