EL MUNDO

“¿Por qué no podemos ser hermanos del pueblo de EE.UU.?”, dicen en Irak

Kathy Kelly es coordinadora de las Voces en la Selva y del Equipo de Paz de Irak, un grupo internacional de paz que permanece en Irak durante la guerra. En esta nota, lo que ven, viven y sienten sus compañeros.

Por Kathy Kelly
Desde Bagdad

Estoy rodeada por alguna de la gente más amable y gentil, llegada de todos lados del mundo. Miembros de nuestro Equipo de Paz Iraquí han cumplido con su tarea la mayoría de los días de nuestra estadía de cinco meses, algunos habiendo estado aquí durante todos los cinco meses, y continuamente expresan sentimientos que son sagrados en su afirmación de simplicidad, de compromiso con la no violencia y de afán de compartir.
Pero en los últimos días, surgieron sentimientos de intenso enojo. “Estoy enojado”, dijo Sang Jin Han, de Corea del Sur, un activista de la paz que condujo la campaña de Corea del Sur para prohibir las minas terrestres y que trabajó muy de cerca con la Alianza por la Paz Asiática. “Creo que esta guerra va a matar a miles de personas”. Zefira Hourfani, una mujer argelina, también dice que está muy enojada, tanto que no se considera una canadiense. “Ahora soy una árabe –dice–, y estoy enojada con los países occidentales”. Lisa Ndjeru, una mujer de Ruanda, también ciudadana canadiense, se sintió muy resentida con el pedido del presidente Bush para que los norteamericanos ayudaran a las tropas de Estados Unidos con reparaciones caseras y el cuidado de los niños. “¡Qué locura! –dice Lisa–. Jóvenes norteamericanos cuyos niños necesitan cuidado y cuyas casas se están cayendo a pedazos ¿deben prestarse para destruir hogares y lisiar a niños en este país para finalmente conseguir algo de ayuda?”
Tratamos de no enojarnos con los periodistas que nos contactan. Neville Watson normalmente es amable y totalmente racional cuando habla con los medios. Pero confesó que hace unos pocos días “se la agarró con todo” cuando un australiano se refirió a las muertes civiles como el esperado daño colateral que viene con la guerra. “¿Cómo se atreve a referirse a nuestros amigos como un ‘daño colateral’? –preguntó Neville–. ¿Y a quién engaña Bush cuando espera que creamos que Estados Unidos quiere asegurarse los campos petroleros de Irak para el beneficio del pueblo iraquí?”.
Sí, estamos muy enojados. Pero esperamos poder dirigir nuestra rabia de modo que no estalle en ira reaccionaria, y atraiga las simpatías de la gente ante el sufrimiento de un pueblo inocente que se pregunta, mientras caen las bombas, por qué no puede vivir como hermano de EE.UU.
La administración Bush dice que la guerra ha sido un éxito hasta ahora porque hubo sólo 500 muertos. De nuestro informe del 24 de marzo de 2003 sobre las visitas a los hospitales de Yermouk y de Al Kindy, aquí hay algunas historias de los hechos:
- Roesio Salem, de 10 años de edad, es de Hai Risal. Fue a la entrada de su casa y le gritó a su padre “¡Cae una bomba!”, tras lo cual fue alcanzada el primer día del ataque. Tiene graves heridas en el pecho. No podíamos sacarle los ojos de encima mientras ella nos sonreía desde su cama de hospital.
- Fátima, de 10 años, de Radwaniya. Sufrió fracturas múltiples cuando ella y su familia huyeron de su casa en un área urbana, el viernes a la noche, el 21 de marzo. Una pared se desplomó y ella se fracturó la tibia. La familia no tenía medios de transporte y tuvieron que esperar hasta la mañana siguiente para llevarla a un hospital. Su padre, Abú Mustafá, que trabaja en el campo, dijo: “Somos como hermanos con el pueblo de Estados Unidos. No atacamos al pueblo norteamericano. Por favor, den este mensaje al pueblo norteamericano. Esto es una invasión, no tiene nada que ver con la democracia”.
- Ahmed Sabah, de 18 años, del distrito de Al Zafrania, estaba adentro de su casa a las 9.30 de la noche el jueves 20 de marzo. Sufrió múltiples heridas y se fracturó un brazo y una pierna por las heridas de esquirlas.Han utilizado un fijador externo para curar sus fracturas. Su padre nos pidió que le mostráramos a la gente en todos los países que aman la paz que su hijo es una víctima y no un criminal.
- Hamed Kathem, de 20 años, tenía heridas en su pierna producidas por proyectiles y heridas arteriales también. Estaba en el patio de su casa en El Biladiya el 20 de marzo. “No hemos ido a Estados Unidos a bombardearlos. Ellos vinieron aquí. Anoche varios niños fueron admitidos en este hospital,” dijo Hamed. Luego preguntó simplemente, “¿Por qué?” “Que Dios salve a la gente,” dijo su padre, silenciosamente, “Y que Dios salve a todos los países de esta destrucción”.
- Khadem Wadi, de 63 años, de Ciudad Saddam, estaba de compras para su familia el 23 de marzo a las 5 de la tarde cuando esquirlas le perforaron el intestino y lo hirieron en la pierna. Le retiraron dos esquirlas del abdomen.
- Hosam Khag, un muchacho de 13 años de Bagdad Jeddidah, fue herido el viernes 21 de marzo a las 9 de la noche. Tenía una herida de esquirla en su abdomen y ahora tiene una bolsa de colostomía. Hoy está con mucho dolor. Vive en un edificio de varios pisos. Mientras enormes bombas explotaban en las cercanías, su familia huyó del departamento. Cuando salió a la calle fue alcanzado por proyectiles. Su padre dice que hay un hospital militar e instalaciones de entrenamiento militar a 45 kms. “La mayor parte de las víctimas son niños, gente mayor y civiles”, dice Abu Hosam. “¿Qué tienen que ver con la guerra?”
Nos sentimos algo aliviados al poderles decir a los pacientes y a sus familias que la gente en países alrededor del mundo se están volcando a manifestaciones masivas contra la guerra. Cada una de esas víctimas cuya cama de enfermo visitamos hoy se quedará acostado, con suerte, recuperándose, con muchas horas para reflexionar sobre lo que les ha pasado. Los activistas de la paz que siguen llenando cárceles en Estados Unidos también pasarán horas de confinamiento, doloridos por la cruel estupidez de la guerra. Muchos de nosotros estamos enojados, muy enojados, pero pocos de nosotros pueden imaginar la genuina dulzura de Ruba Salem cuya mirada irradiaba afecto a pesar de su trauma, y sin embargo creo que podemos canalizar nuestro enojo, nuestra decepción, nuestra frustración y nuestra ira en el tipo de energía que defenderá la resistencia no violenta a la guerra, y un trabajo cada vez más profundo por la misericordia.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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Ali Isamil, el niño que quedó quemado y sin brazos durante un bombardeo de esta semana.
 
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