Viernes, 13 de enero de 2012 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Stefan Simanowitz *
Si es verdad que las guerras comienzan en las mentes de los hombres, entonces Irán y las potencias occidentales han estado en guerra durante un largo tiempo. La retórica marcial estuvo acompañada por un firme crecimiento militar y una desconexión diplomática sin precedentes mientras cada lado tira a la basura su timón en este peligroso juego. La confirmación el lunes, por la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), de que Irán había comenzado a enriquecer uranio hasta un nivel del 29 por ciento en su nueva planta Fordo fue descartada por Ali Asghar Soltanieh, el embajador de Irán a la AIEA, como “exagerada y políticamente motivada”.
Anteriormente, este mes, la noticia de que el presidente Barack Obama había firmado nuevas sanciones contra Irán fue rápidamente seguida por informes de que había hecho pruebas de misiles de largo alcance de tierra a mar y tierra a tierra cerca del estrecho de Ormuz. La prueba de misiles tuvo lugar al final de un masivo ejercicio militar iraní de 10 días en el Golfo y estuvo acompañado por un informe amenazante del vicepresidente Ali Rahimi para cerrar el estrecho si se impusieran más sanciones sobre Irán. En respuesta, voceros del Pentágono y la 5ª Flota Naval de Estados Unidos afirmaron que cualquier interrupción de tráfico a través de la ruta del petróleo por el estrecho de Ormuz “no sería tolerada”. El martes, Irán advirtió a un portaaviones de Estados Unidos que se mantuviera lejos del Golfo. La respuesta militar estadounidense fue establecer “que el desplazamiento de bienes militares estadounidenses en la región del Golfo Pérsico continuará como lo ha hecho durante décadas”.
Las relaciones diplomáticas entre Irán y las naciones occidentales tocaron su punto más bajo después del ataque de la embajada británica en Teherán por los de la línea dura, a fines de noviembre. El ataque precipitó la retirada del personal diplomático británico y la expulsión de diplomáticos iraníes de Londres. Mientras pueden haber existido razones de seguridad para el retiro de dichos funcionarios, la ruptura de las relaciones diplomáticas cortó un importante canal de comunicación que ha permanecido intacto durante la guerra Irán-Irak y la revolución de 1979. Ante la posibilidad de que Alemania, Francia, Holanda e Italia –todos llamaron a sus embajadores en Irán para consultas después de los ataques– puedan seguir el ejemplo de Gran Bretaña, y al no tener Estados Unidos ningún compromiso formal diplomático con Teherán, las negociaciones futuras con Irán serán significativamente más difíciles.
Todo está muy lejos de 2008, cuando un recientemente elegido presidente Obama mostró la determinación de comprometerse directamente con Teherán. En una emisión televisiva, públicamente reconoció el derecho de Irán a enriquecer uranio y en octubre de 2009 mantuvo conversaciones directas con los iraníes en Ginebra. Comentando sobre esas conversaciones en ese momento, el diario Financial Times señaló que el presidente Obama “consiguió más de Irán en ocho horas que la postura recia de su predecesor en ocho años”. Pero Ginebra iba a resultar una marca de agua en las buenas relaciones entre Estados Unidos e Irán. En los años siguientes, Irán aceleró sus actividades de enriquecimiento y el presidente Obama hace tiempo que retiró su “mano de amistad”.
De haber prosperado las conversaciones de Ginebra sobre un acuerdo propuesto y concebido por Estados Unidos, hubieran visto a Irán intercambiar la mayor parte de su actual provisión de uranio de bajo enriquecimiento (UBE) para barras de combustible con Rusia y Francia. Este intercambio de “combustible por combustible” fue en gran parte aceptado por el presidente Ahmadinejad, pero él propuso que la AIEA asumiera el control de UBE en Irán hasta que las barras fueran entregadas. Los estadounidenses rechazaron esta propuesta.
El año siguiente, Brasil y Turquía negociaron un trato con la República Islámica en el que el UBE podría ser llevado a un país neutral. El trato era casi idéntico a uno presentado por Estados Unidos en Ginebra pero, en lugar de recibirlo bien, Washington respondió con escepticismo e impuso nuevas sanciones a Irán. En septiembre, mientras asistía a una reunión de la Asamblea General de la ONU en Nueva York, el presidente Ahmadinejad insinuó que estaría dispuesto a revivir el tratado del intercambio de combustible, diciendo que Teherán dejaría de producir uranio enriquecido al 20 por ciento si le garantizaban combustible para un reactor de investigación médica. Si esto fue o no una oferta seria, o una política suicida, no lo sabremos jamás, ya que el ofrecimiento no fue aceptado.
En junio pasado, después de una declaración del jefe de la AIEA, Yukiya Amano, de que había “recibido más información relacionada a posibles actividades secretas nucleares pasadas o actuales que parecían señalar la existencia de posibles dimensiones militares al programa nuclear iraní”, Teherán anunció que mudaría su producción de un grado mayor de uranio a un bunker subterráneo y triplicaría su capacidad de producción.
Mientras tanto, Estados Unidos reagrupó su fuerza militar en el Golfo, llevando a cabo maniobras navales a gran escala en el Atlántico con los franceses y los británicos, y permitiendo que Israel haga uso de las bases de la OTAN para los ejercicios. El sistema de defensa de misiles de la OTAN ha embarcado cientos de “bombas antibunker” a las bases militares en el isla Diego García, y abasteció a Israel con 55 de dichas bombas.
En Irán, el endurecimiento de las tensiones nucleares tuvo un impacto negativo en el asediado Movimiento Verde, distrayendo la atención de demandas para una mayor democracia. Las esperanzas de que este movimiento sería revigorizado por la Primavera Arabe no se realizaron, y con sus líderes bajo arresto domiciliario y los activistas e intelectuales encarcelados o forzados a huir al exterior, el Movimiento Verde ha estado contenido en gran medida.
Con las elecciones muy pronto en Estados Unidos y en medio de problemas económicos, Obama no estará muy interesado en comprometerse con otra aventura militar impopular en Medio Oriente. Sin embargo, puede estar sufriendo una creciente presión para tomar una línea más dura contra Irán no sólo del Congreso sino de dentro de su propio partido. Se ve que la retirada de las tropas estadounidenses de Irak sólo ayudó a extender la esfera de influencia de Irán en la región. Esta escalada sería un momento propicio para una mayor actividad diplomática en lugar de un cierre diplomático. La mejor manera de asegurar que Irán no se convierta en una nación provista de sus propias armas nucleares es no aislar a Teherán sino más bien revivir discusiones sobre el intercambio de combustible y reinstalar las actividades de monitoreo de la AIEA. La retórica en ambos lados debería bajar de tono y las partes deberían ser alentadas a volver a la mesa de negociaciones. Sólo entonces podrá evitarse que la guerra desparrame los cerebros de los hombres sobre el sangriento cuadro del campo de batalla.
* Periodista, escritor y analista político inglés.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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