Martes, 28 de agosto de 2012 | Hoy
EL MUNDO › LA ESPOSA DE ROMNEY HABLARá EN LA CONVENCIóN REPUBLICANA
La llaman “Mitt-igator”, una mezcla del nombre del candidato (Mitt) con la palabra mitigator, ésta en alusión a su templanza. Es la típica mujer de un republicano: hogareña y tradicional. Dará un discurso.
Por Rupert Cornwell *
Sobre el papel, el discurso más importante de la convención republicana será pronunciado por Mitt Romney el jueves, cuanto acepte la nominación presidencial del partido. Pero uno que podría hacer la gran diferencia será pronunciado esta noche. Y no lo dirá un político (al menos no un político profesional). Bajo el revisado y apretado programa de la convención –por el huracán Isaac–, Ann Romney tendrá como competidor importante al combativo e incisivo gobernador Chris Christie de Nueva Jersey.
Pero Christie es sólo un político. Ann Romney tiene una tarea crucial que podría decidir la elección: hacer que a los estadounidenses (especialmente a las mujeres, que actualmente prefieren a Barack Obama por un amplio margen) les guste y confíen en su marido lo suficiente como para mandarlo a la Casa Blanca. El hecho es que Ann es mucho mejor a la hora de hacer campañas que su esposo. Demasiado a menudo él se torna duro y de madera. Ella, por el contrario, es la perfecta esposa de un candidato. Donde su marido puede parecer de otro mundo, robótico y gerencial, no tocado por los desastres que plagan las vidas de la gente común, Ann llega directa y natural. En otras palabras, normal.
A los 63 años, Ann tiene las cualidades de la tradicional Primera Dama republicana, no una mujer profesional –como Hillary Clinton o Michelle Obama–, sino mucho más como la mujer que apoya y es hogareña, como las dos esposas presidenciales Bush, Barbara y Laura. El cuadro perfecto familiar se completa con un marido buen mozo y cinco hijos robustos y sanos. Pero detrás de la apariencia de riqueza y privilegios –su conocida pasión por los caballos–, la realidad resulta ser más complicada. Ann tuvo su cuota de desgracias. La señora Romney padeció dos abortos espontáneos y superó un cáncer de mama. Aunque aún sufre la incurable y potencialmente debilitante enfermedad de esclerosis múltiple.
Todo esto la convierte en la “humanizadora” ideal de su marido. Algunos la llaman “Mitt-igator” (“mitigadora”). Romney necesita ayuda en esa categoría preferible para un presidente, el candidato “con quien a usted más le gustaría tener un oso”. Es un abstemio mormón: por supuesto, no toca la bebida. Pero si alguien puede ayudar a formar la cuadratura del círculo, es Ann.
Contrariamente a lo que parece, ella es una estadounidense de primera generación, cuyo padre, Edward Davis, emigró de Gales del Sur a Estados Unidos en 1929. Se convirtió en un empresario exitoso y se estableció en un rico suburbio de Detroit, Bloomfield Hills. Ann conoció a su futuro marido en 1965, cuando sólo tenía 16 años. Al año siguiente se convirtió al mormonismo y en 1969 se casaron. Sucesivamente tuvieron cinco hijos.
Nada, sin embargo, la preparó para el día de 1998 en que fue diagnosticada con esclerosis múltiple. “Estaba bastante desesperada, bastante asustada y muy, muy enferma”, le dijo a Associated Press en 2004. Pero logró mantener los síntomas bajo control con una variedad de tratamiento, que incluye acupuntura y andar a caballo.
Sin embargo, esta noche, Ann Romney estará vendiendo a su marido al pueblo estadounidense. El Mitt Romney que ella describirá no es el calculador en Bain Capital, el competente gobernador de Massachusetts, ni siquiera el salvador en los Olímpicos de Invierno de 2002 en Salt Lake City, sino el hombre que estuvo a su lado cuando los médicos le dijeron que tenía esclerosis múltiple. “Se puede contar con él”, ha dicho. “No te abandonará en los peores momentos.” Ella es un poco sensiblera, algo exagerada, como es lo habitual en muchos oradores en la política de Estados Unidos.
La ya recortada convención en Tampa corría el riesgo de ser eclipsada por la furia de la tormenta tropical Isaac, que amenazaba con asestar un golpe sobre Nueva Orleans anoche, precisamente siete años después del huracán Katrina. Por suerte para Romney y los organizadores del evento, Isaac se ha corrido hacia el oeste, al Golfo de México, durante la noche, dejando a Tampa húmeda y ventosa. La mayoría de los eventos planeados ya habían sido recortados, pero el show debía comenzar teóricamente hoy, terminando el jueves. Pero que ahora Nueva Orleans esté a la vista de la tormenta no ayuda para nada. Seguramente le quitará atención a la convención, en una etapa crucial para persuadir a los votantes de que finalmente Romney es un ser humano y que es –con Paul Ryan su compañero de fórmula a su lado– el hombre adecuado para salvar a Estados Unidos de los baches económicos.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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