EL MUNDO › ENTREVISTA AL EMPRESARIO ITALIANO PAOLO BARILLA SOBRE LA CRISIS

Que el ajuste sea para la política

Al frente de una multinacional de la pasta, afirma que la emergencia de Italia no es el déficit o la deuda, sino “el lastre” de una clase política corrupta, sin dinámica y muy ocupada en tener autos y secretarias. “Nuestro país está detenido y ése es el verdadero problema.”

 Por Elena Llorente

Desde Roma

Los elevadísimos gastos de los Señores de la Política en choferes, guardaespaldas, autos especiales, secretarios, viáticos y sueldo de lujo, más la burocracia y la baja productividad de las empresas, son factores indicados por los especialistas como tres de los principales problemas de la economía italiana.

Puede ser difícil entender por qué los gastos del mundo político tienen tanto peso dentro del conjunto. Tal vez basta saber que Italia es uno de los países europeos con más cantidad de parlamentarios, 978 entre las dos Cámaras, contra 616 en España y 920 en Francia. Los gastos de la política incluyen altos sueldos y privilegios parlamentarios como el caso recientemente difundido de uno que tiene ocho secretarias, más verdaderos equipos de colaboradores que ingresan a ese mundo con sus diputados, la financiación pública de los partidos políticos y sus órganos de prensa y muchos otros tipos de ayudas estatales. Estas sumas millonarias a menudo terminan siendo usadas para corromper a diestra y siniestra o para beneficio personal, como demuestran los numerosos casos de políticos corruptos salidos a relucir últimamente.

Paolo Barilla es vicepresidente de una de las empresas productoras de pasta más famosas de Italia y del mundo. La Barilla, multinacional que produce en Italia, Estados Unidos, Rusia y México entre otros países, y tiene su sede comercial sudamericana en Brasil, nació en 1877 en la región norteña de Parma. Pese a la crisis económica, la empresa, que tiene más de 13.000 empleados y exporta a cien países, facturó en 2011 casi cuatro mil millones de euros.

En diálogo con Página/12, el empresario coincidió con quienes critican la ineficacia del mundo político italiano y quieren reducirlo a la mitad, además de realizar una defensa del modelo tecnocrático actual. “Los políticos se originan en un mundo donde se estima el poder y no el proyecto. Hoy tenemos un gobierno técnico, el de Mario Monti, que no administra el poder, sino distintos proyectos, aunque no todos están de acuerdo con el modo en que son administrados. Pero lo hace. Y pienso que éste es el único camino posible en este momento. En cambio, la parte política sólo piensa en el poder, el poder que deberá administrar en el futuro”, dijo.

Refiriéndose a los parlamentarios y su entorno agregó que “por lo menos habría que reducir a la mitad los políticos que existen ahora. Porque el mundo ha demostrado que a través de la organización y las tecnologías, cada sección, departamento u oficina puede ser reducida y más personas pueden trabajar en sectores productivos o en cosas que sirven más al país”.

Según Barilla, quien con sus dos hermanos, Luca y Guido, controla la empresa fundada por su bisabuelo Pietro en 1877, al gobierno Monti habría que darle más tiempo. “Yo mantendría a Monti algunos años más como jefe del gobierno. Y luego, cuando llegara el momento de un gobierno político, incluiría a unos cuantos técnicos para que resolvieran los problemas que todavía quedan pendientes.”

Entre los problemas que seguramente quedarán pendientes –actualmente se está negociando una nueva ley electoral que podría reducir el número de parlamentarios– se cuentan la excesiva burocracia y la baja productividad de las empresas italianas. Desde el año 2000, en efecto, la productividad por cada hora trabajada subió en Europa el 11 por ciento. En Alemania el aumento fue del 17 por ciento, en Francia del 13 pero en Italia sólo del 3, según Eurostat, la agencia estadística de la Unión Europea.

La baja productividad italiana se atribuye principalmente a la falta de incentivos para la modernización de las empresas, a pocas inversiones, al alto costo de la energía (30 por ciento más que en Alemania) y a la burocracia (258 días para construir un galpón industrial contra 97 en Alemania) así como al limitado desarrollo de ciertas infraestructuras imprescindibles como las autopistas, cuyo crecimiento en el sur del país, por ejemplo, es obstaculizado por las mafias desde hace años.

Pero para Paolo Barilla la gran deficiencia italiana pasa por otro lado y por eso él habla de lastres, de bolsas de arena o piedras pesadísimas que se colocan en el fondo de algunas embarcaciones para mantenerlas en el agua. “La productividad es parte del desafío industrial. Pero en realidad, el gran handicap de Italia es que la parte productiva arrastra el lastre de un Estado pesadísimo. Es como si a un ciclista que quiere ganar el Tour de France se le hiciera arrastrar un carrito con un poco de lastre. Es inútil reforzar los músculos. Así no ganará. Hay que sacarle el lastre.” Y más adelante agregó: “Es necesario que el Estado gaste menos en cosas inútiles que sirven sólo para mantener su propia imagen. En cambio, debe hacer inversiones que estimulen la productividad. Los ejemplos de escándalos de corrupción que hemos visto en estos últimos años demuestran que el dinero del Estado a menudo no ha servido para nada”.

¿Y la deuda del Estado italiano que hoy llega a casi 2000 millones de millones de euros? ¿No prevé Barilla que en Italia pueda suceder lo que sucedió en Argentina? “Muchos países tienen una deuda importante, pero lo que hace crítica la situación, aparte de la deuda, es la falta de vitalidad del país. Porque si hay una deuda pero el país es dinámico, se desarrolla, se moderniza, la importancia de la deuda es relativa.”

“En cambio, si el país se detiene, la deuda se transforma en un asunto relevante y peligroso. En Italia tenemos una deuda importante, pero lo que más preocupa es que el país está detenido. Ante este escenario difícil, que todos entienden como tal y con problemas estructurales, debería haber opiniones comunes sobre cómo salir adelante, acciones fuertes y empujadas por todos. Y esto no está sucediendo. Parece que las instituciones todavía no han entendido que nuestra emergencia es una emergencia colectiva, que debemos resolver todos juntos.”

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