Jueves, 5 de septiembre de 2013 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Juan Gabriel Tokatlian *
La violencia en Siria no parece tener límites. Todo indica que junto a la exacerbación de una sangrienta (aproximadamente 100.000 muertos) disputa nacional, atravesada por distintas dinámicas religiosas y políticas, ahora estaríamos frente al uso de armas químicas. En el caso sirio se entrecruzan y se ponen en juego diversos principios, normas, valores y prácticas de los conflictos armados internos y de las relaciones entre naciones. Por ello, es indispensable comprender y deliberar, al menos desde la sociedad civil, acerca de esa diversidad que, en muchos casos, pone en evidencia tanto las complejidades como las contradicciones de la guerra, el derecho y la política mundiales.
Un gran telón de fondo geopolítico e histórico flanquea los asuntos sirios y del Medio Oriente en general. En Siria gobierna una minoría alauita –una rama del Islam con ciertos contactos con el chiísmo– que fue perseguida por siglos por los sunnitas y que está dispuesta a combatir sin cuartel para garantizar hoy su supervivencia. A su vez, Siria conoció la larga ocupación otomana a la que siguió, entre 1920-1941, el colonialismo francés. A lo anterior se debe agregar que, desde 1971, la Unión Soviética entonces y Rusia ahora controla la base naval en Tartus.
A pesar de que Siria sumó su apoyo a Estados Unidos en la coalición multinacional de 1991 contra Irak y de que Damasco le brindó información de inteligencia a Washington para evitar un atentado planeado por Al Qaida a la V Flota estadounidense estacionada en Bahrein, desde 2005 se ha producido un distanciamiento diplomático entre Washington y Damasco. Una serie de hechos bilaterales y regionales acompañados del acercamiento entre Damasco y Teherán, que impacta en Tel Aviv, explican, en parte, esta distancia. Además, hay que tomar en cuenta la turbulenta relación entre Arabia Saudita (mayoritariamente sunnita) y Siria y en especial sus posturas diferentes frente a cuestiones como Palestina y el Líbano; a lo cual hay que sumar el decidido apoyo (en términos diplomáticos y de armas) de los saudíes a los rebeldes en Siria. No es entonces por azar que Estados Unidos, Rusia, Francia, Turquía, Irán, Arabia Saudita, Israel e Irak son protagonistas claves de las actuales circunstancias en Siria. La vieja y la nueva realpolitik, con sus agendas múltiples, cambiantes e inestables, siempre están presentes en Medio Oriente.
En ese contexto hay, sin embargo, un asunto principal en torno del derecho, la política y la ética internacionales: el dilema de proceder a resolver la situación de Siria bajo el marco colectivo de las Naciones Unidas o bajo el dictado unilateral de un conjunto estrecho de países. ONU o UNO podría ser la forma de sintetizar la encrucijada actual. No se trata de una cuestión menor. Por el contrario, asistimos a una coyuntura de gran trascendencia, pues en Siria y su vecindad se puede transitar hacia un desorden extendido y peligroso. La legalidad, la legitimidad y la moral globales están en juego. Estamos ad portas de decisiones que pueden potenciar un descalabro diplomático y militar que, a su turno, profundice, agrave y degrade la persistente crisis económico-financiera que pende sobre el sistema internacional desde 2008.
Se trata de un fenómeno en el que las buenas intenciones de unos pocos y el atajo a la institucionalidad vigente se invocan, otra vez, como justificación y medio para superar una grave condición humanitaria. Sin embargo, el resultado más probable bien podría ser un mundo peor para todos. Se trata de marginar, quizá fatalmente, a Naciones Unidas y con ello naturalizar, de manera imprudente, el recurso a la fuerza en las relaciones entre Estados. Ante la configuración de una nueva y limitada coalición de voluntarios tentados a usar el poder militar de manera ilegal, quizá sea el momento de gestar una amplia coalición de vulnerables que cuestione severamente la operación de guerra en ciernes, que no solo afectará al pueblo sirio sino posiblemente a Medio Oriente, en su conjunto.
* Director del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de UTDT.
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