Lunes, 16 de septiembre de 2013 | Hoy
EL MUNDO › ACEPTADA POR BUENA PARTE DE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL, LA HOJA DE RUTA ES CUESTIONADA POR VARIOS EXPERTOS
Mientras se sumaban voces de respaldo al texto negociado en Ginebra entre Washington y Moscú, especialistas en armas químicas juzgaron ilusorio el plazo de un año otorgado a Al Assad para que elimine sus armas.
Por Eduardo Febbro
Desde París
El acuerdo ruso-norteamericano sobre la destrucción del arsenal de armas químicas de Siria fue saludado unánimemente por buena parte de la comunidad internacional, pero puesto en tela de juicio por los rebeldes sirios y varios expertos. Los especialistas en armas químicas juzgan ilusorio el plazo de un año que tiene el régimen de Bashar Al Assad para eliminar sus armas químicas. En una intervención en el canal privado TFI de la televisión francesa, el presidente francés, François Hollande, calificó la guerra interna en Siria como “la tragedia más grave de este siglo XXI”. Al parecer, se olvidó de algunas como el tsunami de 2004, la invasión de Irak y la eterna guerra de Afganistán. Luego, al referirse al acuerdo, señaló que se había llegado a “una etapa importante, pero esto no es el punto de llegada”. El jefe del Estado fue y sigue siendo el principal partidario de una intervención militar en Siria, pero quedó relegado a un segundo plano con su idea de ataques “punitivos” luego de que el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, y el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, negociaran a solas en Ginebra el acuerdo de eliminación de las armas químicas de Siria. A este respecto, Hollande recalcó que la “opción militar debe permanecer, porque de lo contrario no habrá obligación alguna”. El presidente también aclaró que era “preciso prever la posibilidad de sanciones en caso de que no se respete el acuerdo”.
El canciller francés, Laurent Fabius, reconoció que el acuerdo “no soluciona todo, porque hay ciertas disposiciones que deben verse”. Fabius agregó sin embargo que “era preciso avanzar sobre la base de ese proyecto de acuerdo”. Londres se pronunció en el mismo sentido, mientras que el jefe de la diplomacia China, Wang Yi, observó que el texto negociado en Ginebra entre Washington y Moscú iba a “apaciguar las tensiones” y facilitar “nuevas perspectivas a fin de solucionar la cuestión siria a través de medios pacíficos”. El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, vio en el acuerdo la posibilidad de “imprimir un nuevo impulso a una solución política para poner término a la horrible efusión de sangre en Siria”. Citado por la prensa iraní, el presidente del Majlis (Parlamento iraní), Ali Larijani, alabó el acuerdo como “razonable”, al tiempo que, en una entrevista publicada por la agencia pública rusa RIA Novosti, el ministro sirio de la Reconciliación, Alí Haïdar, calificó el acuerdo como “una victoria para Siria, obtenida gracias a nuestros amigos rusos”. Esa satisfacción está lejos de ser compartida por los rebeldes. El general Salim Idriss, jefe del Ejército Sirio Libre, ESL, rechazó el pacto ruso norteamericano y exigió que el presidente sirio Al Assad sea juzgado ante la Corte Penal Internacional. Para Idriss, el texto firmado en Ginebra equivale a “controlar el útil del crimen dejando tranquilo al criminal”. La oposición siria pidió también a la comunidad internacional que, además del desmantelamiento del arsenal químico, se le prohíba al régimen el uso de misiles balísticos y el recurso a la aviación para bombardear a los civiles.
Si la diplomacia celebra el acuerdo, los expertos se muestran más bien reservados sobre el mismo. La Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OIAC) emitió un comunicado desde su sede de La Haya (Holanda) donde adelanta que está preparando “una hoja de ruta” para las misiones que debe llevar a cabo en Siria. La OIAC es el organismo que tiene a su cargo la supervisión del arsenal químico de siria. Este está evaluando unas 1000 toneladas. Citado por el vespertino Le Monde, Olivier Lepick, especialista en la Fundación para la investigación estratégica (París), afirmó que “dada la guerra civil, no creo en que se pueda destruir el arsenal químico de aquí a 2014”. El mismo experto dice que una agenda semejante le resulta “particularmente fantasiosa. En una situación de paz harían falta varios años. Siria no tiene ninguna infraestructura para destruir esas armas químicas. Para ello es preciso construir una planta que cuesta varios cientos de millones de dólares”. El investigador recuerda en este contexto que, pese a miles de millones de dólares invertidos desde los años ’90, Estados Unidos y Rusia aún no terminaron de destruir sus propios depósitos de armas químicas (están evaluados entre 30 mil y 40 mil toneladas). Entrevistado por el mismo diario, el experto en armas químicas Jean-Pascal Zenders, director de la ONG The Trench, considera también que el calendario de un año fijado en el acuerdo es corto: “Tal vez hagan falta tres años para la fase de destrucción. El tiempo del operativo dependerá de la cantidad de incineradores que se piensa desplegar”. Zenders observa igualmente el carácter inédito de la fase que se inicia ahora, por cuanto “nunca hemos destruido armas químicas en un país en guerra”.
En un plano mucho más político, el historiador y especialista del mundo árabe Jean-Pierre Filiu destaca que “un acuerdo explícitamente limitado a las armas químicas equivale a otorgarle a Ba-shar Al Assad un permiso para utilizar misiles, aviones, tanques y artillería contra sus compatriotas”. El historiador francés no ve ninguna salida en el pacto entre Rusia y Estados Unidos, muy por el contrario: “Mediante el acuerdo Kerry-Lavrov se crea artificialmente un foco de polarización y de tensión internacional que producirá las mismas crisis a repetición que la búsqueda de las armas de destrucción masiva en Irak en 2003”.
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