Una barcaza con cerca de 500 migrantes a bordo se incendió y naufragó frente a Lampedusa, al sur de Sicilia. En el hundimiento fallecieron al menos 133 personas y hubo más de 200 desaparecidos que, se presume, también murieron. De las aguas del Mediterráneo fueron rescatadas 150 personas. El ministro del Interior de Italia, Angelino Alfano, dijo en la isla italiana que la tragedia se desató cuando el motor se averió y el barco comenzó a inundarse. En ese momento, las personas que iban a bordo comenzaron a quemar sábanas para llamar la atención de eventuales rescatistas. La agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) señaló que la embarcación, de unos 20 metros de eslora, procedía de Libia y se hundió a un kilómetro de la costa. Uno de los migrantes rescatados confirmó la procedencia de la nave al asegurar que el barco había zarpado del puerto libio de Misurata con alrededor de 500 personas provenientes de Eritrea y Somalia, países del nordeste de Africa.

“Una vez que el fuego comenzó, hubo temor de que el bote se hundiera y todos se corrieron hacia un mismo lado, causando que el barco se fuera a pique”, agregó el ministro en conferencia de prensa. La alcaldesa de la isla, Giusi Nicolini, informó a los medios que entre los sobrevivientes había una persona que podría ser el traficante que trasladaba a los migrantes y que fue detenido por las fuerzas del orden.

“El mar está lleno de cuerpos. No sé dónde voy a meter a los vivos y a los muertos”, dijo Nicolini. En el primer tramo del rescate, los cuerpos de los migrantes fueron depositados, por miembros de la armada italiana, en bolsas azules y verdes de plástico, sobre uno de los muelles de la isla. Otro de los sitios posibles para destinar los cadáveres era el hangar del aeropuerto.

La situación también era dramática en el centro de acogida de migrantes de la isla, donde actualmente se alojan 1350 personas, a pesar de que tiene una capacidad para unas 700. Ubicada 205 kilómetros al sur de Sicilia y a sólo 113 kilómetros de las costas africanas, la isla, que demanda tres o cuatro días de navegación para arribar a sus costas, la convierte en el sueño de miles de migrantes, que buscan dejar atrás un presente de hambruna y miseria. “Es un horror. No dejan de llegar barcos y descargar muertos. Los medios de comunicación tienen que venir a ver esto. Es impresionante”, convocó la alcaldesa a la prensa, entre lágrimas, mientras hablaba por teléfono con canales de televisión.

“No pueden seguir viniendo en estas condiciones. Si esto sigue así, sería mejor que fuéramos por ellos”, agregó la alcaldesa, que denuncia desde hace meses la decisión de las instituciones europeas ante este conflicto humanitario. Desde su elección, en mayo de 2012, la alcaldesa emprendió una batalla personal para que todo el mundo conociese el drama que se vive en Lampedusa. En febrero escribió una carta a la Unión Europea en la que pedía ayuda: “¿Cuán grande tiene que ser el cementerio de mi isla?”, tituló la misiva.

En el único cementerio de la isla, en Cala Pisana, hay decenas de tumbas de migrantes sin nombre, ni nacionalidad. El ayuntamiento sólo colocó una foto del mar y en la que aparece escrita su supuesta edad, si eran hombres, mujeres o niños, su origen africano y la fecha en la que su cuerpo fue encontrado. “¡Basta! ¿Qué esperamos? Lo que pasa en Lampedusa es un horror continuo”, volvió a cargar Nicolini ayer.

Entrada la noche, patrullas de la guardia costera y barcos de pescadores habían rescatado los cadáveres que flotaban en el mar, entre ellos tres chicos y dos mujeres embarazadas. Más temprano, buzos que inspeccionaron el barco, hundido a 40 metros de profundidad, vieron decenas de muertos más. Floriana Segreto, vocera de la guardia costera, dijo que unas 200 personas continuaban desaparecidas. El titular de la Agencia Sanitaria de Palermo, Antonio Candela, quien coordina las operaciones de asistencia a los rescatados, informó que salvaron a 151 personas, entre ellos decenas de niños, algunas mujeres embarazadas y bebés de pocos meses.

Candela explicó que los rescatados se encontraban en buen estado de salud y que, si bien algunos presentaban síntomas de hipotermia, ninguno debió ser hospitalizado. La mayoría del arco político italiano expresó su pesar por la tragedia, y el gobierno del primer ministro Enrico Letta anunció un día de luto nacional. El presidente Giorgio Napolitano, en un comunicado, pidió decisiones y acciones de la comunidad internacional, especialmente de la Unión Europea, ante “una sucesión de masacres de inocentes puras y duras”.

El partido xenófobo Liga Norte, por el contrario, prefirió recurrir a su habitual tono antiinmigración y acusó a la ministra de Integración, Cecile Kyenge, de origen congolés, de seguir difundiendo sin filtro alguno mensajes de bienvenida que sólo logran “cosechar más víctimas que en una guerra”. En la madrugada de ayer había arribado a la isla una barcaza con 463 refugiados de Siria que fueron trasladados a un centro de recepción de Lampedusa, dijo Candela.

La semana pasada, trece personas murieron tras ser obligadas a arrojarse al mar por los traficantes que los trasladaban, a pesar de no saber nadar y con fuertes olas que azotaban las costas de la localidad de Scicli, en la provincia de Ragusa, Sicilia. El 10 de agosto, seis personas –una de ellas menor de edad– murieron en las costas de Sicilia al intentar llegar nadando desde un barco pesquero encallado que trasladaba inmigrantes procedentes de Siria y Egipto. Según un último informe de la fundación Fortress Europe, desde 1990 hasta principios de año murieron 8 mil personas al cruzar el canal de Sicilia; 2770 fallecieron en 2011, cuando, por el conflicto que se vivió en Libia, cerca de 60 mil personas emprendieron el exilio para llegar a Italia.