Desde Roma

Silvio Berlusconi, que en el fondo de su corazón espera el indulto para su condena de parte del presidente de la República, dado que su expulsión como senador se discutirá finalmente el 27 de noviembre en el Parlamento, no quiere dejar de ocupar la tapa de los diarios de ninguna manera. El papa Francisco le ha hecho mucha sombra últimamente, ocupando el espacio que la prensa antes, tal vez, habría destinado a las declaraciones y osadías de Il Cavaliere. En las anticipaciones difundidas ayer de una entrevista televisiva concedida al conductor del programa Porta a Porta y amigo suyo, Bruno Vespa, Berlusconi contó que sus hijos “se sienten como las familias judías en Alemania durante el régimen de Hitler. Tenemos a todo el mundo encima”, dijo.

Y la frasecita desencadenó un infierno. No sólo reaccionó la comunidad judía, sino los políticos de izquierda que calificaron las palabras de Berlusconi como una osadía extrema y una falta de respeto. Es “una comparación no sólo inapropiada e incomprensible, sino ofensiva para la memoria de quien fue privado de todo derecho, y después de atroces tormentos, de la misma vida”, comentó el presidente de la Unión de Comunidades Judías italianas, Reno Gattegna. “Italia republicana es un país democrático. La Alemania nazi era una dictadura despiadada, gobernada por criminales que teorizaban y cometían los más graves delitos contra la humanidad”, añadió.

“Es espeluznante que se pueda banalizar de esta manera la Shoá”, dijo en un tweet el líder de Izquierda, Ecología y Libertad, Nichi Vendola. “Nadie que tenga un mínimo de responsabilidad puede hacer una comparación de este tipo”, comentó por su parte el diputado del Partido Democrático (PD, centro izquierda) Edoardo Patriarca. Después de estas declaraciones, “Berlusconi tiene que pedir disculpas y esconderse por la vergüenza”, añadió por su parte Roberto Capelli, diputado del PD.

Y como siempre ocurre, no importa lo que diga o lo que haga, los berlusconianos lo defienden. “La reacción que ha habido frente a un simple estado de ánimo del presidente Berlusconi no sólo es exagerada sino instrumental y confirma el ensañamiento de la izquierda contra él, porque les basta una sola palabra para hacer un escándalo”, dijo el parlamentario del Pueblo de la Libertad (PDL, centroderecha) Luca D’Alessandro.

Condenado por la Corte Suprema de Italia el 1º de agosto pasado a cuatro años de prisión por fraude fiscal en el caso Mediaset (reducido a un año por una serie de indultos precedentes) –y a tres años de inhabilitación pública, según la Corte de Apelaciones, pero esto no es definitivo–, Berlusconi ha dicho que cumpliría su condena haciendo un servicio social, cosa que permite la ley, en vez de cumplirla en arresto domiciliario dada su edad.

El Senado italiano, después de interminables discusiones en una de sus comisiones y de pretextos presentados por los defensores del Cavaliere, finalmente ha decidido votar el 27 de noviembre la expulsión de Berlusconi de la Cámara alta, expulsión que, según la ley, corresponde a toda persona que ha recibido una condena definitiva como él. El voto será, excepcionalmente, cantado y no secreto, jugada que le han hecho sus opositores para que no intente, como ha hecho en otras oportunidades, comprarse descaradamente algunos senadores por algunos millones de euros.

Aunque el PDL anunció que presentará nuevos recursos para aplazar el voto, todo hace prever que esta vez la cuestión llegará a su fin y Berlusconi quedará finalmente sin los privilegios que le concede su cargo de senador. La expulsión debía producirse a mediados de septiembre, pero por los recursos varios que Il Cavaliere y los suyos fueron presentando, fue postergada varias veces. Berlusconi ha presentado un recurso a la Corte Europea de Derechos Humanos y espera que una decisión de aquélla pueda anular la de la Corte Suprema de Italia.

Y ante una pregunta de Vespa sobre si abandonaría el país –como hizo por lo demás un político socialista muy amigo suyo en una situación similar, Bettino Craxi–, Berlusconi dijo: “Soy italiano al ciento por ciento. En Italia tengo mis raíces. En Italia me hice lo que soy. Aquí fui empresario, hombre de deportes, líder político. Este es mi país, el país que amo, el país donde tengo todo: mi familia, mis amigos, las empresas, la casa. No tomo ni siquiera en consideración la posibilidad de irme”. Y hacia el final de la entrevista reconoció lo que espera de corazón: que el presidente de la República, Giorgio Napolitano, todavía estaría a tiempo de concederle el indulto.

Conociendo las jugadas a las que está habituado Il Cavaliere, la pregunta que muchos se hacen ahora es: si el Senado vota la expulsión, ¿Berlusconi provocará la caída del gobierno quitándoles su apoyo a los ministros del PDL que integran el gabinete de Enrico Letta? No sería la primera vez.