Martes, 14 de enero de 2014 | Hoy
EL MUNDO › LOS PAPARAZZI TRABAJARON CóMODAMENTE Y SE CUESTIONA A LA CUSTODIA PRESIDENCIAL
El mandatario francés quedó expuesto tras la revelación de un supuesto amor secreto. La historia contiene elementos mafiosos indirectos. Hollande sospecha que detrás de la publicación está la mano de su antecesor Sarkozy.
Por Eduardo Febbro
Quería ser distinto, normal, un ejemplo para la República. El presidente socialista francés, François Hollande, terminó en las mismas sábanas que su predecesor, el conservador Nicolas Sarkozy: enredado en un lío de polleras luego de que la prensa del corazón revelara que el mandatario mantenía encuentros secretos con una actriz en un departamento del distrito 8 de París. La revista Closer descubrió al mandatario con una serie de fotos que lo muestran, cubierto con el casco de una moto, saliendo de un departamento de la Rue du Cirque adonde acudía, según la publicación, para encontrarse con la actriz Julie Gayet. Los fotógrafos que tomaron las imágenes que desencadenaron el escándalo trabajaron con una soltura sorprendente tratándose de la seguridad de un jefe de Estado: alquilaron un departamento enfrente del domicilio de las aventuras y desde allí dispararon las cámaras.
Según precisiones aportadas por el vespertino Le Monde, el mandatario se desplazaba en una moto scooter que pertenecía a la flota del palacio presidencial del Elíseo manejada por un miembro de la seguridad. El diario afirma que Hollande visitó el departamento de la Rue du Cirque “una decena de veces desde el otoño de 2013”. El presidente francés aparece al descubierto, en una posición totalmente opuesta a la moralidad que encarnó durante la campaña electoral. Los allegados al ex presidente Nicolas Sarkozy se burlan de las aventuras de un mandatario que había prometido una “presidencia normal” con respecto al agitado período sarkozista. El mandato de Sarkozy fue muy “sentimental”. El presidente había hecho de su vida íntima un argumento de campaña y de imagen.
En el curso de los cinco años que estuvo en el Palacio del Elíseo, Sarkozy se divorció de su esposa Cecilia, conoció a la modelo Carla Bruni, se casó con ella y tuvo un hijo. A Hollande, en cambio, le descubrieron su nido de amor y sus fugas en moto. Peor aún, el cotorro amoroso de la Rue du Cirque está envuelto en brumas dudosas. El dueño del departamento es un señor de 71 años, JeanPierre Discazeux. El hombre vive en la localidad de Biarritz. Hace dos años le alquiló el departamento a la actriz Emmanuel Hauck. Esta se lo prestó a Julie Gayet, la amante de Hollande. Hauck estuvo casada con el actor corso Michel Ferracci, el cual tiene un prontuario: el año pasado fue condenado a 18 meses de cárcel por abuso de confianza por su implicación en el proceso del Círculo Wagram, una sala de juegos clandestinos de la capital francesa muy frecuentada por la mafia corsa. Los vapores de esta mafia rondan en esta historia: la actriz que prestó el departamento a Julie Gayet se casó luego con François Masini, un corso que murió a balazos en mayo del año pasado en un arreglo de cuentas. Hollande parece haberse metido en dos bocas de lobo. Resulta razonable preguntarse qué hacían los servicios de seguridad, y cuánto sabía de estos entretelones mafiosos el ministro de Interior, Manuel Valls. Nadie parece haber investigado los lazos pasados de la inquilina con los medios mafiosos ni tampoco haber “controlado “ el vecindario. El titular de la cartera de Interior dijo al diario Le Monde que “no estamos en Estados Unidos. No tengo por qué estar al corriente de los desplazamientos del presidente. Si quiere ir a algún lado, es su responsabilidad”. Algunos ven en esta trama una manipulación orquestada por la derecha sarkozista, otros, una alucinante serie de imprudencias presidenciales.
Hollande sospecha de Sarkozy y de sus estrechas relaciones con miembros de la policía heredadas de los años en que fue ministro de Interior. Además, contrariamente a sus predecesores, Hollande, por decisión propia, no cuenta en la presidencia con uno de esos “gabinetes negros” con la suficiente ciencia policial como para borrar cualquier huella.
Este caso, que condujo a la compañera oficial de Hollande, Valérie Trierweiler, al hospital, empaña el alcance de la conferencia de prensa que el presidente debía ofrecer hoy y con la cual contaba para cambiar la mala imagen que dejó su gestión durante 2013. Su vida privada se metió en el primer plano de la pública. Hoy tendrá que explicar al caso ante los 500 periodistas que lo aguardan. Tal vez no diga nada, o quizá termine haciendo igual que Sarkozy cuando, en un célebre encuentro con la prensa internacional que él mismo convocó, les dijo a los atónitos periodistas que la historia entre él y Carla Bruni era “algo serio”. Por suerte para el presidente, los franceses no son tan puritanos en su forma de juzgar los asuntos privados como lo son otros países.
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