EL MUNDO › CAMBIO DE LAS FUERZAS ARMADAS PARAGUAYAS
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El flamante presidente de Paraguay, Nicanor Duarte Frutos, en su primer día en el cargo cambió la cúpula de las Fuerzas Armadas.
En su primer día de gobierno, el presidente de Paraguay, Nicanor Duarte Frutos, reemplazó a la cúpula militar de su país. Sustituyó al comandante de las fuerzas armadas, general Expedito Garrigoza por el general José Key Kanazawa y también dispuso la renovación de los comandantes del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea. En su discurso ante los militares, Duarte dijo que “sueña” con que termine la vinculación “nefasta” de las fuerzas armadas con los grupos de poder. Su nuevo ministro de Defensa, Carlos Romero, anunció “una reestructuración general” de las fuerzas armadas: “Vamos a modernizar el Ejército y se suprimirá el servicio de inteligencia, un organismo inútil”, dijo. Y sostuvo que en el gobierno del presidente saliente, Luis González Macchi, en las fuerzas armadas no hubo “delito que no se haya cometido”.
En su último día al frente de las fuerzas armadas, el general Garrigoza hizo desfilar al cuerpo de cadetes de la Academia Militar ante el flamante presidente. Garrigoza siempre fue resistido por un importante sector castrense y, desde ayer, quedó a disposición de Duarte, que también ordenó cambios en las tres armas. Al frente del Ejército, nombró al general Luis Bareiro, al vicealmirante César Báez como comandante de la Armada y al general Roberto Vera comandante de la Fuerza Aérea. “Les pido que se esfuercen para que nunca más en Paraguay las armas pagadas por el pueblo sean empleadas contra el pueblo para perpetuar privilegios y cristalizar la pobreza y la miseria”, señaló Duarte ayer en su discurso ante los militares. Dijo que Paraguay necesita “unas fuerzas armadas más integradas a la sociedad civil” y que estén “cada día mejor equipadas en su moral y en su mística”. El presidente también dijo que es “intolerable” que soldados profesionales “sean rotulados de adhesiones, reales o supuestas, y a seccionalismos anacrónicos”. En su discurso de investidura, el viernes, Duarte había prometido devolver a las fuerzas armadas, totalmente desprestigiadas por varios escándalos de corrupción, el lugar “de honor” que les corresponde.
En una conferencia de prensa, el ministro de Defensa Carlos Romero anunció ayer una “reestructuración general” de las fuerzas de seguridad. Según él, tanto en el sector castrense como en el Ministerio de Defensa, “no hay delito que no se haya cometido” durante la administración de González Macchi. Actualmente, el ex presidente tiene prohibido salir del país: está acusado de desviar 16 millones de dólares a una cuenta privada del Citibank de Nueva York. Romero también indicó que sólo en la semana del traspaso del mando presidencial, hace unos días, “se libraron dos mil cheques para supuestos proveedores”.
El viernes, Duarte prometió eliminar la corrupción y la impunidad con “el imperio de la ley”. Pero un día después, el fantasma del ex general golpista Lino Oviedo amenazó con arruinar los festejos por la investidura. El ex candidato a presidente en las últimas elecciones apareció sorpresivamente frente a Duarte, en ese momento reunido con el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva en Itaipú, la represa hidroeléctrica que Brasil y Paraguay comparten sobre el río Paraná. En 1998, una corte marcial condenó a Oviedo a 10 años de cárcel por intentar un golpe de Estado en 1996. La Justicia ordinaria lo había absuelto en la misma causa. Pero Oviedo se exilió en Brasil. Y cuando el gobierno de González Macchi pidió su extradición, el Tribunal Supremo brasileño se negó por considerar que el caso de Oviedo es una persecución política. Duarte no hizo comentarios sobre la aparición de su principal enemigo en el encuentro presidencial de Itaipú, pero algunos de sus funcionarios criticaron a los brasileños por haberle permitido la entrada. José Emilio Argaña, recientemente nombrado consejero paraguayo de Itaipú, trató de “cobardes” a los brasileños por apañar a Oviedo. Argaña es hijo del vicepresidente Luis Argaña, que murió en un atentado en 1999. Por su parte, Luiz de Castro Neves, embajador brasileño en Asunción, trató de disculparse al decir que posiblemente Oviedo entró al acto con una “credencial ajena”.