Martes, 4 de noviembre de 2014 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Atilio A. Boron *
Hoy tienen lugar las elecciones de medio término en Estados Unidos. Se renovará la totalidad de la Cámara de Representantes (435 escaños) y un tercio de las 100 bancas del Senado. Es muy probable que Obama sufra una nueva derrota y que se quede en minoría en ambas ramas del Congreso. Aun cuando contó con una leve mayoría los hechos demostraron su previsible incapacidad para tomar decisiones que no contaban con el aval de sus mandantes efectivos, no de la ciudadanía. Es que pocas cosas pueden ser más insignificantes que una elección en Estados Unidos dado que su gobierno real y permanente –formado por el complejo militar-industrial-financiero– es un poder de facto que no lo elige nadie, no rinde cuentas ante nadie y hace lo que conviene a sus intereses sin importarle en lo más mínimo la reacción de –o las consecuencias sobre– la ciudadanía.
El presidente es un simple mascarón de proa para mostrar (en el caso de Obama) las bondades de una democracia que hizo posible que un afroamericano llegue a la Casa Blanca, no en calidad de jardinero sino de presidente. Por eso las elecciones son apenas un simulacro para distraer a una parte de la opinión pública (recordar que la mitad o más de quienes podrían votar ni se molestan en registrarse para hacerlo), que se realizan en un día laborable (para desalentar la participación de los trabajadores) y en donde todos saben que ninguna decisión importante brotará de los resultados que arrojen las urnas, sino que la tomarán los grandes conglomerados corporativos que financian la carrera de los políticos convertidos de este modo en sus sirvientes.
Para contrarrestar la previsible e insoportable andanada de notas pródigas en alabanzas a este nuevo ejercicio de la gran democracia del Norte es que invito a leer dos artículos de Noam Chomsky en los que denuncia el carácter terrorista de la “democracia” estadounidense (“EE.UU., el Estado terrorista número uno”, La Jornada, 1-11-2014, y “EE.UU., líder mundial en crímenes internacionales”, La Jornada, 21-7-2014). Sobrias reflexiones que impedirán dejarse embaucar por los publicistas del imperio que cantan himnos a una democracia que no es tal.
Para describirla, un eminente filósofo político estadounidense, Sheldon Wolin, acuñó un término: “totalitarismo invertido”; un régimen despótico que con maligna astucia se viste con los ropajes de la democracia. Para este académico de Princeton, aquél “representa fundamentalmente la madurez política del poder corporativo y la desmovilización política de la ciudadanía”, víctima de una premeditada amnesia colectiva que la condena a un permanente sometimiento e impotencia que ni remotamente alcanzan a revertir las periódicas convocatorias a elecciones.
Para prevenir ese improbable despertar del demos adormecido están las dieciséis agencias de espionaje con que cuenta la clase dominante de Estados Unidos para monitorear en tiempo real el estado de ánimo y el comportamiento de los dominados. Y si surgen voces y movimientos de protesta, cuando aparece algún atisbo de organización “desde abajo”, la represión del sistema no se hace esperar. Lo ocurrido con las grandes manifestaciones del “Ocupemos Wall Street” el año pasado son didácticas lecciones de lo que los grupos dominantes entienden por “democracia.” Otro notable estudioso del tema, Peter D. Scott, ha demostrado cómo la parafernalia democrática de Estados Unidos no alcanza para disimular la presencia decisiva de lo que llama “el estado americano profundo”. Según Scott, las grandes decisiones se toman en el subsuelo del sistema político, sitio donde se entrelazan los intereses financieros y los del complejo militar-industrial y se fija el rumbo que habrá de seguir la gestión de la cosa pública, que luego será comunicada y puesta en práctica por las marionetas que ocupan la escena política formal y que la ciudadanía ha sido habituada a considerar como sus gobernantes. Por eso, ¿elecciones de medio término en Estados Unidos? So what?
* Director del PLED, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
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