Miércoles, 1 de abril de 2015 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Emir Sader
Desde Túnez
Dos marchas cerraron una semana tensa en Túnez. Una, la que concluyó el Foro Social Mundial; la otra, por la paz, con invitados extranjeros.
Todo en medio de calles sin ningún turista extranjero. A pesar de la solidaridad internacional, el efecto inmediato del atentado del 18 de marzo es arrasador sobre la economía del país. El turismo –la actividad que más genera empleo en el mundo y que alimenta gran parte de la economía de la región– prácticamente se retiró de Túnez. Sólo se veían por las calles a los que vinieron para el Foro Social Mundial, con su solidaridad, pero que se van del país.
Lo que más preocupa es la cantidad de jóvenes que se divulga que habrían ido a pelear en Siria y en Irak, que estarían de vuelta para actuar en Túnez, sumados a los que se habrían entrenado en Libia. Mientras que, aun antes de los graves efectos sobre el turismo del atentado del Museo del Bardo, el de-sempleo sigue aumentando: 650 mil personas, entre las cuales 245 mil tienen título, lo cual significa una tasa de 23,7 por ciento de desempleados, tasa mucho más alta entre los jóvenes.
Las novedades que dejó el atentado al museo son que las acciones terroristas ahora se trasladan a los centros urbanos y toman a los turistas extranjeros como blancos. Hasta este momento las acciones se habían limitado a zonas rurales, cercanas a las fronteras. Ahora pretenden causar daños económicos reales, ahuyentando a los turistas.
Las reacciones en la opinión pública no son unánimes. El gobierno propone un endurecimiento de las leyes de seguridad, pero sectores de la oposición –que han hecho su propia marcha el domingo pasado– creen que el mismo gobierno tiene responsabilidades en los actos terroristas, porque en él participa el partido islámico, que en el pasado de alguna forma incentivó a esos sectores.
Por otra parte, hay conciencia de que el aumento de la represión hacia sectores de la juventud acusados de vínculos con el terrorismo sólo aumenta la solidaridad con esas acciones. Así como la conciencia de que la crisis económica y social –que sólo tiende a aumentar con la baja del turismo– es el escenario favorable a la propagación del reclutamiento de jóvenes por grupos terroristas.
Si hace dos años, en el Foro Social Mundial anterior vivía todavía el clima de la primavera árabe, esta vez el clima era totalmente distinto, marcado por el atentado terrorista, por las perspectivas de que se multipliquen y la crisis social, que tampoco parece que va a amainar.
El décimo Foro Social Mundial tuvo una amplia participación de la juventud de los países del mundo árabe, pero no contó con jóvenes de muchos países de Africa subsahariana, probablemente por las dificultades de obtener recursos para desplazamiento.
Todos los días la ciudad universitaria de Túnez reunió docenas de miles de jóvenes, alrededor de cientos de actividades simultáneas, en que los temas clásicos de los FMS han predominado: temas ecológicos, de género, temas agrarios, de lucha en contra de todo tipo de discriminación; esta vez con el agregado especial de los temas de la violencia y de la mezcla de la religión con la política.
Una vez más se ha vuelto a debatir la necesidad de que los Foros vuelvan a realizarse cada año, por la rapidez con que transcurren los acontecimientos en el mundo de hoy, pero también por la conciencia de que los FSM han perdido conexión con los nuevos movimientos que luchan por otro mundo posible –sea en América latina, sea en la misma Europa–. En caso de que concrete esa decisión, la perspectiva más probable es que la conmemoración de los quince años trascurridos desde el primer FSM se realice en su sede original –Porto Alegre– en enero de 2016.
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