Martes, 12 de mayo de 2015 | Hoy
EL MUNDO › LA PRESIDENTA DE CHILE RENOVó POR COMPLETO SU EQUIPO POLíTICO
La salida de Rodrigo Peñailillo de Interior –salpicado en un caso de boletas falsas– y la del titular de Hacienda Alberto Arenas son los datos más sobresalientes del cambio de gabinete.
Por Christian Palma
Todo fue nuevo en la jugada de Michelle Bachelet tendiente a enmendar el rumbo de un gobierno que sigue a las trompadas con la ciudadanía y las encuestas. La semana pasada, en medio de una entrevista en el prime time con el conocido animador de TV Mario Kreutzberger (Don Francisco), la presidenta de Chile anunció la solicitud de renuncia a todo su gabinete y que se daba un plazo de 72 horas para nombrar a los nuevos secretarios de Estado y los posibles enroques de un equipo que hacía agua hace meses. No se realizó la habitual cadena nacional y se pasó por alto la misma advertencia que la propia Bachelet había hecho un mes antes: “No hago anuncios de este tipo por la prensa”.
Las 72 horas no alcanzaron y la doctora socialista acabó recién ayer a las 9 de la mañana con el misterio que mantuvo en vilo a la prensa en general y a un país que vive una de las mayores crisis producto de la poca credibilidad en la política, los empresarios y las autoridades desde que retornó la democracia en 1990. Boletas truchas para financiar campañas políticas, tráfico de influencia, corrupción, promesas incumplidas y las mismas caras de siempre han golpeado un país considerado o autoproclamado hasta hace poco como el mejor alumno del vecindario. Pero de eso poco, muy poco.
La influente encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) –cuyos resultados Bachelet habría conocido antes de dar el golpe de timón– sólo puso más tierra a una administración que camina a tropezones al menos en la sintonía con la opinión pública. Bachelet, quien ganara hace 14 meses con más del 60 por ciento de los votos las presidenciales, muestra hoy apenas un 29 por ciento de aprobación a la forma en que conduce su gobierno, mientras que un 56 por ciento lo desaprueba en el peor registro de evaluación en sus dos períodos en La Moneda.
Esta situación llevó al impostergable cambio de gabinete. En concreto la presidenta movió nueve de sus piezas, renovando por completo su equipo político. Los hechos más llamativos fueron el cambio de su ministro del Interior. En ese puesto sacó al cuestionado Rodrigo Peñailillo (a quien se lo conoce como el hijo político de Bachelet y enlodado en la trama de las boletas falsas. Recordemos que su primogénito, Sebastián Dávalos, está preocupado, por ahora, en resolver una acusación por tráfico de influencias que involucra varios millones de dólares) e instaló al demócrata cristiano Jorge Burgos.
“Quiero enviar un aviso a los nuevos ministros y ministras que están en su primera actividad pública y los que están todavía siguen siendo ministros: tenemos una gran responsabilidad, las personas esperan que todo lo que hemos avanzado como país también entre a sus casas y llegue a sus vidas cotidianas. Tenemos muchísimos trabajo por delante y no hay ni un sólo minuto que perder”, dijo Bachelet al finalizar la presentación de la agenda de probidad y transparencia que impulsará su gobierno y luego de la profunda reestructuración de su gabinete que además removió a Alvaro Elizalde de la vocería, Fernanda Villegas (Desarrollo Social) y Claudia Barattini (Cultura), además de otros enroques internos.
El DC Burgos venía del Ministerio de Defensa, lugar en el cual lo reemplazará la también cercana a esa formación y ex ministra del Trabajo, Javiera Blanco. Por su parte, otra demócrata cristiana, Ximena Rincón, se hará cargo de esa cartera, justo cuando se discute una nueva reforma laboral que ha mantenido enfrentados al gobierno, los trabajadores y los empresarios por los alcances de la misma. Más allá de la idoneidad y muñeca política que exhiben estos nuevos nombres, la DC, el partido junto al PS que más fuego amigo ha disparado contra Bachelet por las reformas que lleva adelante, se posiciona en tres cargos claves y que serán cruciales a la hora de marcar el camino del gobierno a todas luces más moderado y dejando atrás la analogía de la retroexcavadora planteada cuando volvió la doctora socialista a La Moneda.
Conocida la noticia, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, quien desde que anunció su salida del organismo internacional se ha convertido en el nuevo barómetro de la política chilena, valoró el cambio de gabinete: “Burgos es un hombre probado, ha estado en muchas funciones públicas y lo ha hecho muy bien. Él conoce el Ministerio del interior... es una cara conocida, muy respetada y valorada por su sinceridad y por su autenticidad. Es un hombre de diálogo. No de concesiones a cada petición que se le hace, pero un hombre de dialogo con opiniones propias y fuertes. Es un hombre que da garantías, es un hombre dialogante y abierto”.
Por su parte y visiblemente afectado, Rodrigo Peñailillo agradeció a la presidenta por haberlo mantenido durante 14 meses a cargo del Ministerio del Interior, manifestando saber que las cosas en la vida “no son fáciles”. “Del lugar que yo provengo sé de la lealtad y el esfuerzo. Sé que las cosas en la vida no son fáciles. Sé que hay que trabajar duro para salir adelante, con los valores y los principios entregados por nuestras familias”, sostuvo.
Otra novedad fue la salida del hasta ayer ministro de Hacienda Alberto Arenas dando paso al economista Rodrigo Valdés (PPD), que deberá tomar la senda del crecimiento, recuperar la confianza del empresariado y manejar los efectos de las catástrofes en el norte y el sur de país. Arenas es un reconocido socialista que ha estado involucrado en las finanzas públicas desde los años noventa y se lo considera el padre de la reforma tributaria que tantos dolores de cabeza causó al gobierno en medio de su discusión. Si bien era considerado muy técnico, arrogante y testarudo, se pensaba que el peso de la tradición y la cercanía partidista con Bachelet lo aislaría. Pero no fue así. Arenas es el primer ministro de esa cartera que se va para la casa antes de terminar su período en la historia democrática reciente de Chile.
Otro enroque que marcó la jornada fue el paso del radical Juan Antonio Gómez desde Justicia hasta Defensa. La prensa boliviana no desaprovechó la maniobra y destacó que en 2013 Gómez se mostró a favor de dar una salida con soberanía al mar al país vecino a través de un corredor al norte de Arica. Cabe consignar que ambos países mantienen un diferendo en La Haya y cuyos alegatos partieron la semana pasada.
En otra cartera complicada, el ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, a quien le ha tocado liderar una de las reformas clave del gobierno recibiendo con ello críticas por parte de estudiantes y profesores a su gestión, agradeció la confianza depositada en él. Consultado por si era lo óptimo que él continuara en la cartera tomando en cuenta las reformas, Eyzaguirre desestimó autoevaluarse, señalando que “la presidenta decidió confirmarme lo que le agradezco y es un tremendo honor, y un tremendo desafío para mí”.
Así las cosas, la formación que resultó más afectada es el Partido Socialista (PS) –en el que milita la propia mandataria– que fue la única que perdió ministerios, bajando de cinco a tres sus representantes en el gabinete, debido a la salida de Arenas y María Fernanda Villegas de Desarrollo Social. Esto coincide con la compleja relación que mantuvo el PS con el núcleo del gobierno durante su primera etapa. Las cuentas alegres fueron entonces para el Partido por la Democracia (PPD), que pasó de cinco a seis representantes; y el Partido Comunista (PC), que sumó a su segundo militante, con el ingreso de Marcos Barraza a Desarrollo Social, hecho inédito tras el quiebre de la democracia en 1973.
Desde la oposición el senador de Renovación Nacional Baldo Prokurica valoró la llegada de Jorge Burgos a Interior y dijo que el primer cambio ministerial de Bachelet “es un cambio esperado y con un objetivo claro... poder recuperar, por parte del gobierno y sus ministros, la credibilidad frente a la opinión pública”. El legislador destacó que con estas modificaciones –en el gabinete–, “se termina con la retroexcavadora, se guarda, para abrir un período de diálogo con la opinión pública y la oposición”.
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