Viernes, 22 de mayo de 2015 | Hoy
EL MUNDO › DRAMATICO LLAMADO DE LA ONU Y SIRIA PARA QUE SE PRESERVE EL PATRIMONIO HISTORICO
Tras la captura de la milenaria ciudad, después del saqueo de Nimrud y Mosul, los jihadistas de Irak y Siria han invadido las antiguas ruinas romanas. No cabe duda de que van a destruir todo lo que vean, Patrimonio de la Humanidad o no.
Por Rob Hastings *
Siria y la ONU hicieron ayer un desesperado llamado a la comunidad internacional para evitar la “enorme pérdida para la humanidad” que constituiría la destrucción de las ruinas de Palmira por el Estado Islámico (EI), luego de que el grupo jihadista tomara control el martes de esa antigua ciudad siria.
Palmira ya había sufrido. Su castillo fue ocupado por las tropas de Bashar al Assad, se dispararon lanzadores de cohetes desde el interior de las ruinas en una lucha contra los rebeldes moderados. Las columnas que subsistieron durante 2000 años colapsaron. Algunas obras de arte más pequeñas fueron saqueadas.
La captura de Palmira llegó días después de que el grupo armado fundamentalista extendiera también su conquista en el vecino Irak. Tras la toma del lugar por el EI, poco se sabía sobre lo que los extremistas están haciendo en el interior de la urbe moderna y en su parte antigua, que está en la periferia suroccidental.
Ahora cae Palmira bajo los territorios cada vez más ocupados por el EI, el mismo EI que destruyó Nimrud, una ciudad asiria de 3000 años en Irak. El mismo EI que, con regocijo asqueante, saqueó las antigüedades del museo de Mosul.
Por un corto rato Palmira puede seguir siendo uno de los lugares más encantadores del Medio Oriente. A medida que el sol se pone sobre sus ruinas antiguas, la piedra del Templo de Bel de 2000 años de antigüedad, se vuelve roja. Las sombras de las columnatas de la calle se proyectan en la arena. El silencio del desierto parece crecer más profundamente.
Cuando visité Palmira con un amigo en marzo de 2011, el levantamiento sirio llevaba sólo dos semanas, pero ya el cartel de propaganda que estaba junto a la carretera, con el rostro del presidente Assad, se veía como un mal presagio. El EI que conocemos ahora no existía entonces.
Esta semana, sólo unos días después de llegar a la orilla de la moderna ciudad de Tadmur y comenzar el ritual de matar a sus habitantes, los jihadistas de Irak y Siria han invadido las antiguas ruinas romanas.
No cabe duda de que van a destruir todo lo que vean, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, o no.
Los militantes podrán arrasar todo lo no islámico e idólatra. Asesinarán más personas que confiaron en su historia local para ganar unos miserables dineros a costa del modesto turismo.
“La ciudad está ahora totalmente controlada por hombres armados y su destino es oscuro y frágil”, adviritó Maamoun Abdulkarim, el jefe del Departamento de Antigüedades y Museo de Siria, desde Damasco. Los expertos en patrimonios están “en un estado de expectativa y miedo” acerca de los tesoros arqueológicos de la zona, dijo Abdulkarim, que consisten en una mezcla embriagadora de influencias romanas, griegas y persas.
El oasis pasó de servir como un punto de parada para el antiguo comercio de las caravanas entre el Oriente y Occidente para convertirse en una vital encrucijada estratégica de civilizaciones enteras, llegando a ser la capital del imperio de la reina Zenobia en el siglo III, con toda la majestuosidad que corresponde a ese título. Su escala es enorme. Antes de la guerra civil, los turistas que nos aventuramos hasta el lugar –un par de horas en auto al noreste de Damasco– podríamos pasar fácilmente todo el día explorando las ruinas. Incluso antes de las protestas de la Primavera Arabe y la violenta represión por parte del régimen, relativamente pocos visitantes llegaban tan lejos en el de-sierto, lo que lo hacía parecer aún más maravilloso.
Además de un par de micros llenos de jubilados franceses refugiándose del sol con sus paraguas, tuvimos el magnífico anfiteatro para nosotros solos, libres para sentarnos intimidados o incluso divertirnos en el escenario. Es sólo uno de los muchos sitios históricos que sufrieron en Siria; el imponente castillo de los cruzados de Krac des Chevaliers ha sido bombardeado, las “ciudades muertas” bizantinas fueron bombardeadas y el zoco de Alepo fue destruido por el fuego, y el minarete en su gran mezquita derribado.
Palmira “es la cuna de la civilización humana. Pertenece a toda la humanidad, y creo que todos deberíamos estar preocupados por lo que está sucediendo”, dijo ayer la directora general de la Unesco, Irina Bokova, quien desde hace días lidera llamados al mundo para proteger la histórica ciudad. Pero Palmira fue, y puede ser por un corto período, algo especial. La aparente inevitabilidad de su destrucción es desgarradora.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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