EL MUNDO › OPINIóN

Un lento despertar

 Por Marcelo Justo

Uno de los grandes misterios del estallido financiero y la depresión económica mundial 2007-2009 fue el escaso impacto político que tuvo en Europa. Países como el Reino Unido y España eligieron a conservadores, a pesar de sus vínculos manifiestos con el modelo que había causado la crisis. En gran medida este resultado se debió a que la socialdemocracia europea se había movido tanto a la derecha con su reivindicación de la economía de mercado y su aceptación del modelo neoliberal que había dejado de constituir una opción clara para un electorado desorientado, golpeado y despolitizado.

En los últimos dos años ha habido señales de cambio. Syriza en Grecia y Podemos en España son los ejemplos más obvios de este lento despertar. Con altísimos porcentajes de desempleo y crisis muy profundas eran casos de cajón: tarde o temprano tendría que aparecer una alternativa. La Corbynmanía que está sacudiendo al Reino Unido es mucho más sorprendente.

El 7 de mayo los conservadores del primer ministro David Cameron obtuvieron una mayoría parlamentaria reivindicando la austeridad y el déficit cero y forzaron la renuncia del líder laborista Ed Miliband a la jefatura partidaria con un llamado a elecciones internas para sustituirlo. El consenso era que el laborismo había perdido porque Miliband, con su tímido populismo, se había alejado del centro de la escena política. Ergo, el laborismo debía recapturar ese espacio.

La irrupción de Jeremy Corbyn ha puesto en entredicho esa interpretación. Candidato de la izquierda dura laborista, Corbyn está a favor del desarme nuclear y la nacionalización de servicios públicos esenciales como los trenes, el gas y la electricidad. Comentaristas de derecha e izquierda no pueden entender que alguien con esas características esté encabezando las encuestas para líder de la oposición y tenga un respaldo multitudinario en cada acto que encabeza en todo el Reino Unido.

Esta transformación no es tan sorpresiva si se analiza la historia reciente. Muchos de los seguidores de Corbyn celebraron la victoria de Tony Blair y su Nuevo Laborismo en 1997 que puso fin a 18 años de reinado conservador. En su primer gobierno Blair combinó una módica aspiración a la justicia social con una explícita reivindicación de la economía del mercado. En el mundo post Muro de Berlín era considerado una política realista: introducción del salario mínimo, derechos sindicales y, al mismo tiempo, política neoliberal con el poderoso sector financiero británico y los grandes conglomerados.

La retórica con que se respaldó ambas políticas fue un hueso más duro de roer para los laboristas. Mientras que las políticas históricas del laborismo se ejecutaban de manera sigilosa, la agenda pro capitalista era reivindicada con fervor en una búsqueda de titulares que certificaran que el Nuevo Laborismo había roto amarras con su pasado estatista.

La guerra de Irak terminó de romper esa frágil convivencia de lo viejo y lo nuevo, la tradición y el posmodernismo. En un partido con fuerte tradición pacifista y antiarmamentista, Blair buscó un espejo en Winston Churchill y se convirtió en el gran aliado de George W. Bush para la invasión de Irak. La mejor arma que había exhibido hasta el momento –su éxito– dejó de acompañarlo: la aventura terminó en un sangriento fiasco. Cuando en 2007 lo sustituyó su ministro de economía Gordon Brown la interpretación fue que representaba un regreso a las raíces históricas del laborismo, surgido con los sindicatos, uno de los modelos en que se inspiró Perón que, como se sabe, pensó en llamar a su movimiento laborista antes de inclinarse por su nombre actual, justicialismo.

Brown no dio la talla. Cuando cayó derrotado en las elecciones de 2010 ante David Cameron, su reemplazante, Ed Miliband, fue también visto como un giro a la izquierda, pero sin abandonar las premisas básicas de la dupla Blair-Brown. Ese intento sucumbió en las elecciones del pasado 7 de mayo. Con Jeremy Corbyn el laborismo tiene un candidato hecho a medida, sin esa penosa tensión ideológica interna de los años Blair-Brown-Miliband. Visto desde hoy la sorpresa es que una opción así haya tardado tanto en materializarse.

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