EL MUNDO › REPORTAJE A CARLOS MESA GISBERT, PRESIDENTE DE BOLIVIA
“Me identifico con Lula y Kirchner”
Habiendo cumplido un mes en el gobierno tras la salida de Sánchez de Lozada, Carlos Mesa dijo que las experiencias de Brasil y Argentina representan un estímulo para Bolivia.
Por Francesc Relea*
Desde Santa Cruz
Carlos Mesa Gisbert, de 50 años, asumió el pasado 17 de octubre como presidente de Bolivia después de una crisis social de proporciones gigantescas, con más de 70 muertos y la huida del anterior gobernante, Gonzalo Sánchez de Lozada. En el discurso de investidura, este historiador y periodista impresionó por su excelente oratoria y calmó los ánimos de la población. Un mes después, Bolivia ha superado con éxito el primer examen, con la organización de la XIII Cumbre Iberoamericana que concluyó el sábado en la ciudad de Santa Cruz. El presidente concedió una entrevista a este diario poco después de la clausura.
–Los dirigentes de los movimientos sociales que protagonizaron la revuelta de octubre hablan de una tregua de tres meses. ¿Qué puede lograr el gobierno para evitar un nuevo estallido?
–Hay que trabajar con los movimientos sociales y con algunos grupos más radicalizados en la idea de construir pactos sociales y consensos y buscar respuestas conjuntas. En la medida en que estas organizaciones conozcan y acepten la cruda realidad económica en la que está el país y comprueben cuál es nuestro margen de juego, podremos encontrar una salida común.
–Se diría que los bolivianos se olvidaron de que usted fue vicepresidente del gobierno de Sánchez de Lozada. Pero si las cosas no van bien en Bolivia, ¿no cree que rápidamente recuperarán la memoria?
–Creo que la circunstancia histórica que vivió el ex presidente Sánchez de Lozada es una circunstancia que el tiempo decantará y generará una visión sobre lo que fue particularmente su primera gestión, muy diferente de la que hoy se tiene. Más importante que mi pasado es hasta qué punto pueden agotarse las expectativas que genera mi gestión. El desafío es gigantesco y mi apuesta es la búsqueda de la racionalidad en la relación entre Estado y sociedad.
–¿Qué pasos está dispuesto a dar para dar a conocer a los movimientos sociales la dura realidad económica de Bolivia?
–Tengo por delante acercarme a la gente con una propuesta económica y social. En esa propuesta definiré el escenario económico de Bolivia. Creo que tenemos que buscar juntos las soluciones y decir qué estamos dispuestos a dar cada una de las partes. No sólo el gobierno, sino también los sectores sociales, los empresarios y el conjunto de la sociedad.
–La polémica sobre la exportación del gas fue el detonante de la revuelta de octubre. Usted ha prometido convocar próximamente un referéndum consultivo sobre la cuestión. ¿En qué términos se planteará la consulta?
–Hay una pregunta esencial que es el núcleo del referéndum. ¿Vender o no vender el gas? Este es el elemento clave. Los otros aspectos, muy importantes, que tienen que ver por dónde tiene que salir el gas de Bolivia, serán parte de una campaña previa.
–Chile o Perú son las dos vías de salida del gas para la exportación.
–Es un tema muy importante que requiere un debate y una respuesta distinta. Probablemente, será parte del debate político que se genere, pero no creo que debiera enfocarse la pregunta del referéndum incluyendo esta cuestión.
–Los buenos oficios que ha ofrecido el secretario general de la ONU, Kofi Annan, sobre el contencioso de Bolivia con Chile para recuperar la salida al mar, ¿pueden permitir la solución de este problema histórico?
–Estoy convencido de que éste es el más difícil y el mejor momento para la solución de fondo de nuestra relación con Chile. El sur de Perú, el norte de Chile y el oeste de Bolivia forman un triángulo complementario y esencial en el que el gas juega un papel fundamental. Quiero plantear claramente a Chile que a largo plazo la solución a este desafío de hoy pasa por nuestra capacidad de resolver el tema del siglo XIX, que es nuestra salida al Pacífico.
–¿Cómo valora la actitud de las empresas del sector petrolero?
–Se lo he dicho a las empresas petroleras, al presidente del gobierno español, José María Aznar, y a los representantes más importantes de Repsol: tenemos que garantizar seguridad jurídica e inversión rentable de largo plazo en un negocio que sea bueno para Bolivia y para las petroleras. Hoy la opinión pública boliviana cree que esa relación no es justa, que tenemos que equilibrarla. El contexto social y político ha sido tan dramático que entiendo que es fácil leer para las petroleras que la inversión de largo plazo bien vale esta misa. Nuestra voluntad no es una decisión arbitraria del gobierno, es trabajar con las petroleras, trabajar para cambiar la ley de hidrocarburos, mejorar la cuestión impositiva a favor de Bolivia.
–¿Cree usted que las cumbres iberoamericanas sirven para algo, más allá de la retórica y las declaraciones de intenciones que muchas veces no se cumplen?
–En mi corta experiencia como presidente diría que la posibilidad de encuentros bilaterales es extraordinariamente útil. El conocimiento personal es fundamental porque ha cambiado la lógica de las relaciones entre países. En Santa Cruz hemos tratado de evaluar cuál es el destino de la Cumbre Iberoamericana y si podemos transformar estas reuniones en el escenario permanente de una presencia política de la comunidad iberoamericana en el mundo, a partir de una secretaría permanente en vez de una secretaría pro tempore.
–¿Considera que América latina tendría que buscar una menor dependencia de Estados Unidos y acercarse más a Europa?
–Para una región como la nuestra es muy saludable que podamos abrir un horizonte. La presencia de Estados Unidos es una presencia fuerte, su peso específico regional y mundial es demoledor, en el buen sentido y a veces en el mal sentido. Que sea posible un contrapeso depende de la actitud de los europeos. Desde la perspectiva privada, la inversión ha demostrado que hay una aproximación muy grande a Europa. En el caso de Bolivia, España es un ejemplo. Desde el punto de vista político y de la influencia creo que Europa necesita más iniciativa.
–¿Qué camino de los que actualmente hay abiertos en América latina le parece más atractivo?
–La llegada al poder del presidente Lula y del presidente Kirchner tiene que ver con la conciencia de una región que hizo una apuesta muy ortodoxa y con la necesidad de una respuesta más flexible y abierta. Lula y Kirchner, que vienen de posiciones progresistas muy importantes, están confluyendo en una visión de estadistas que probablemente va más lenta de lo que eran sus visiones iniciales, pero que es muy diferente a la ortodoxia que ha manejado la economía de América latina en los últimos años. Yo me identifico con esa opción de Lula y Kirchner. La experiencia de los presidentes de Brasil y de Argentina es muy estimulante y nos puede ayudar mucho a una visión distinta de América latina.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.