EL MUNDO › OPINION

El fracaso de la ultraizquierda

 Por Emir Sader

Las corrientes de ultraizquierda y los columnistas vinculados a esa visión son especialistas en hacer el balance crítico de lo que consideran el fracaso de las otras corrientes de la izquierda. Hablan siempre con un tono como si se apoyaran en grandes experiencias exitosas, desde las cuales apuntan su voz crítica a corrientes que aparentemente habrían sido un fracaso total.

Después de un silencio relativamente extenso, por no saber dar cuenta del prolongado éxito de los gobiernos progresistas de América latina, se vuelcan hacia el tema del supuesto fracaso de los gobiernos de Venezuela, de Argentina, de Brasil, de Ecuador, cuando no de todos los gobiernos posneoliberales. No son capaces, antes de todo, de dar cuenta de las extraordinarias transformaciones sociales que esos gobiernos han implementado en nuestras sociedades y que han hecho de ellos la izquierda del siglo XXI y referencia hasta para las fuerzas de izquierda en Europa, como en Grecia, España y Portugal, entre otros.

Tampoco consideran que esos gobiernos, coordinados, han sido los responsables por el fortalecimiento y expansión de los procesos de integración regional, del Mercosur a la Celac, pasando por Unasur, de forma independiente respecto a Estados Unidos.

Mientras tanto, la ultraizquierda no ha sido capaz de presentar resultado alguno de sus posiciones, que no han cuajado en ningún país del continente, ni siquiera en Europa. Las alternativas a los gobiernos progresistas están siempre a la derecha. Al contrario, cuando presentan candidatos, los resultados que cosecha la ultraizquierda son irrelevantes. Como última demostración, los mismos sectores que hablan con énfasis del fracaso del kirchnerismo en Argentina, como consideran que entre esa fuerza y la derecha no habría diferencias, han propuesto el voto en blanco en la segunda vuelta y han obtenido el uno por ciento de los votos. Hablan con énfasis desde ese uno por ciento.

Es que, volcadas hacia el fracaso de los otros, las voces de la ultra izquierda no se dedican a analizar su propio fracaso. En la misma Argentina, el planteamiento típico de esa corriente, de la autonomía de los movimientos sociales, que no debieran participar, ni hacer alianzas con fuerzas políticas, ha llevado literalmente a la desaparición de los movimientos piqueteros, que habían surgido con gran potencial. No se encuentra ni un balance autocrítico de los que han llevado ese movimiento a su desaparición. Al contrario, los mismos responsables de esas posiciones y su fracaso total –intelectuales latinoamericanos o europeos– siguen hablando con convicción de sus tesis, sin aprender nada del éxito de los movimientos sociales y fuerzas políticas que han seguido sus propuestas, ni del descalabro de los que los han seguido.

Pero el principal fracaso de la ultraizquierda fue no haber sabido comprender el carácter de la época histórica actual, de los grandes retrocesos a escala internacional. Siguieron haciendo sus planteamientos verbalmente radicalizados, sin darse cuenta que el objetivo mayor de la izquierda hoy es derrotar y construir alternativas concretas al neoliberalismo, proyecto en que han avanzado tanto los gobiernos de América del Sur.

Por otra parte, sectores de la ultraizquierda han adherido a las tesis liberales en contra del Estado, apoyados en una “sociedad civil”, como si esa fuera una tesis factible en la lucha en contra del neoliberalismo. No han salido de la fase de resistencia al neoliberalismo, sin participar de la disputa hegemónica del gobierno y sin capacidad de construir fuerzas alternativas. Tienen la compañía de ONG, pero están completamente distanciados de la historia concreta contemporánea de la izquierda realmente existente.

En suma, la ultraizquierda es la corriente que más ha fracasado en la era neoliberal, por el error de sus visiones y por la impotencia para construir alternativas. Eso se da en Brasil, en Argentina, en Venezuela, en Ecuador, en Bolivia, en Uruguay, donde se limitan a artículos de crítica. Tampoco logran cuajar en otros países, como México, Perú, Chile o Colombia. Solo existen como opinión crítica, no tienen peso alguno en la lucha concreta.

El futuro de la lucha en contra del neoliberalismo sigue siendo protagonizado por las fuerzas y los liderazgos –como Evo Morales, Lula, Rafael Correa, Cristina Kirchner, entre otros– que disputan con la derecha y sus proyectos de restauración conservadora.

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