Miércoles, 18 de mayo de 2016 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Iván Granovsky *
Primero los yates, los jets, los helicópteros y las Ferrari. Luego los famosos y los flashes. En tercer lugar la industria del cine. Y por último el arte. Pero con el arte llega la política. Y con la política, “Aquarius”, de Kleber Mendonça Filho, único film latinoamericano en la Competencia Oficial del 69º Festival de Cannes. El film fue producido y rodado en Pernambuco, en el nordeste de Brasil. En el 2016, este pequeño estado se relaciona con el mundo por dos cosas: porque su producción cinematográfica es de alta calidad, y porque en esa región cientos de miles de brasileños ascendieron en la escala social gracias a las políticas de Luiz Inácio Lula Da Silva y Dilma Rousseff.
Aquí en Cannes el estreno mundial de “Aquarius” ocurre a menos de una semana de vida del gobierno “interino” de Michel Temer, luego de que el Senado brasileño aprobase el impeachment a la presidenta. Pero la palabra “interino” no se usó en ningún momento en la protesta que brasileños y latinoamericanos realizaron el martes 17 de mayo en la alfombra roja y sala Lumiere del Festival de Cannes. La palabra fue “Golpe”, escrita en portugués, inglés, y francés.
En la puerta de un hotel de Cannes donde había entre 20 y 30 integrantes del equipo del film, otros colegas y amigos nos sumamos a ellos para que fueran repartidas las pancartas.
Decían: “The world can’t accept this illegitimate government”. “Sauvez la democratie bresilienne”. “We will resist”. “Brazil is not a democracy anymore”. “A coup took place in Brazil”. “StopCoupInBrazil”.
Hubo una foto colectiva de todos los presentes con algunas banderas y todos los papeles en alto. Luego, cada uno debía tomar su lugar para ir a la función de “Aquarius”. El equipo iba en autos y vans. El resto, caminando hacia la fila común.
Los que estábamos en la fila común tras de pasar el control de seguridad comenzamos a caminar la alfombra roja, para terminar subiendo las famosas escalinatas del Palais des Festivals de Cannes. La primera acción, aunque suene naïve, fue tomarle una foto a una productora brasileña con su cartel en alto. Automáticamente, un seguridad se acercó, y arrebató el cartel de la brasileña. Cuando vio que yo sostenía uno también lo arrebató, y lo mismo hizo con otro colega que estaba a nuestro lado. Los gritos de “Esto es censura” nada hicieron, y el tipo de seguridad no devolvió los carteles. Pero después del segundo y último control, unos pocos metros antes de entrar a la Sala Lumiere, una productora de Sao Paulo (la ciudad más pro-impeachment de todo Brasil) se acercó y de su cartera sacó otras pancartas que tenía guardadas por si algo como lo que había pasado sucedía. Entramos a la sala y cada uno tomó su lugar. La pantalla de la Lumiere transmite en vivo a quienes caminan por la alfombra roja, hasta que comience un film. Allí se veían los rostros de todos los brasileños que participaron del film. Cualquiera que hubiera hablado con ellos ya sabía que no había ni uno solo que no estuviera de acuerdo con realizar esta “performance” contra el golpe en Brasil. Luego de varios minutos, comenzaron a caminar por la alfombra los primeros integrantes del equipo. Cada uno de ellos se paró frente a los fotógrafos de la prensa internacional que están acostumbrados a aguardar a los actores de Hollywood y las modelos de pasarelas parisinas. Todos mostraron sus pancartas. Automáticamente los que ya estábamos dentro de la sala comenzamos a aplaudir y mostrar nuestras propias pancartas a quienes esperaban para ver el film. Los aplausos aumentaron. Luego de este primer turno, llegó el momento del director Kleber Mendonça Filho, la productora Emilie Lesclaux y los actores Sonia Braga, Maeve Jinkings y Humberto Carrao. Los primeros metros fueron tradicionales, sonriendo a las cámaras. Porque, claro, más allá del desastre brasileño, nadie se va a olvidar de que mostró este maravilloso film en la pantalla más importante del mundo. Pero los metros siguientes, luego de subir la escalinata a la Sala Lumiére, donde siempre esperan el director del festival Thierry Fremaux y el presidente Pierre Lescure, fueron los emocionantes. Fueron los políticos. Los artísticos. Fueron los metros que volvieron este día histórico. Porque allí la luz del cine y la oscuridad de un golpe eran comunicadas por sus protagonistas y sus víctimas. En fila, uno al lado del otro, director, productores, actores y autoridades, frente a la prensa internacional. Cada uno sacó del bolsillo su pancarta. Con un rostro serio, grave, se mantuvieron tres minutos en la misma posición. En Cannes, el mensaje era único: el cine no puede más que estar en contra de un proceso tan ilegítimo como el que se está viviendo en Brasil.
Entraron a la sala, y allí todo el equipo del film, y todos los que estábamos repartidos por otros sectores, levantamos las pancartas. En el Festival de Cannes siempre se espera un escándalo. Y gracias a esto las cámaras oficiales tomaron la escena y la convirtieron en un pedido a gritos de justicia verdadera.
El mundo entero lo vio.
* Cineasta argentino.
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