EL MUNDO › MURIERON 15 PERSONAS POR DOS EXPLOSIONES EN UN VIEJO BASTION TALIBAN AFGANO

La única paz es la de los niños muertos

Quince personas, la mayoría escolares y mujeres, murieron ayer tras dos explosiones en la ciudad afgana de Kandahar, viejo bastión de los talibanes derrocados en diciembre de 2001 por una oposición armada respaldada por fuerzas de EE.UU.

Afganistán vuelve a arder en su guerra civil. Al menos 15 personas –la mayoría mujeres y chicos– murieron ayer y otras 11 resultaron heridas al explotar una bomba en la ciudad afgana de Kandahar, un viejo bastión de los talibanes, que gobernaron este país hasta que la invasión estadounidense los derrocó en el 2001. En esta ciudad vivía el mullah Omar, líder espiritual talibán y prófugo desde entonces. El atentado de ayer fue al mediodía, cuando los alumnos de dos escuelas del barrio de Manzalbath volvían a sus casas. La bomba estaba dentro de un camión estacionado a 100 metros de un cuartel militar. Minutos antes de esa explosión, otra bomba más chica había estallado sin causar víctimas. La policía detuvo a un sospechoso, que habría detonado la primera bomba y avisado que en otros puntos de la ciudad había más explosivos. La segunda explotó poco antes de que el gobernador Yusuf Pashtun pasara por el lugar. Algunos analistas consideran que el ataque es una respuesta de los talibanes a la nueva Constitución, aprobada el domingo pasado. Pero este movimiento desmintió cualquier vinculación con el atentado, en medio de signos de que la seguridad en el país se está deteriorando.
El presidente afgano, Hamid Karzai, condenó este “acto de crueldad y barbarie” y lo atribuyó a “terroristas”. Según un testigo que habló con los corresponsales de las agencias de noticias extranjeras, “en un primer momento hubo una pequeña explosión y un niño resultó herido. Cuando la gente que estaba cerca se juntó alrededor del nene para ayudarlo, una bomba mucho más poderosa explotó”. Este mismo método de ataque fue utilizado en septiembre del 2002, cuando decenas de personas reunidas para ayudar a las víctimas de un atentado en Kabul, la capital afgana, murieron al explotar otra bomba de más potencia. A mediados del año que viene, el gobierno afgano tiene planeado celebrar las primeras elecciones presidenciales libres. Pero la inseguridad en este país sigue empeorando: casi un tercio del territorio afgano está considerado como “no-go areas”, o sea, zonas a las que se recomienda no ir. En este país operan varios grupos armados, la mayoría enfrentados entre sí y casi todos opuestos a la intervención militar extranjera. Desde que asumió Karzai, en diciembre del 2001, en este país hubo numerosos atentados contra funcionarios de su gobierno, que tiene el apoyo de Estados Unidos. Sólo el año pasado hubo cuatro: en febrero, el ministro de Aviación Civil, Abdul Ramán, fue asesinado en el aeropuerto de Kabul. El presidente Karzai acusó a los responsables de la seguridad de su gobierno, porque el ministro habría sido linchado por peregrinos que esperaban un avión para ir a La Meca.
En abril, una bomba explotó en una calle de Jalalabad, al este de Afganistán, poco antes de por allí pasaran el ministro afgano de Defensa y el jefe militar de la Alianza del Norte Mohamad Qasim Fahim. Murieron cuatro personas y hubo 50 heridos. La red Al-Qaida reivindicó el atentado. Tres meses después, Abdul Qadir, uno de los vicepresidentes del gobierno de transición y ministro de Obras Públicas, fue asesinado en su oficina de Kabul. Los ataques de los rebeldes que libran la “jihad” –guerra santa– contra las tropas extranjeras y todo aquel que apoye al gobierno afgano empezaron a aumentar a partir de agosto, sobre todo en el sur y este de Afganistán. En septiembre un coche bomba estalló cerca del Ministerio de Cultura, en Kabul. Murieron 30 personas. Ese mismo mes, Karzai sufrió el segundo intento de asesinato en cinco semanas.
“Esta gente daña el nombre de la Jihad”, afirmó el domingo el enviado especial de Naciones Unidas (ONU), Lajdar Brahimi, cuando la Loya Yirga –una asamblea tribal cuyos delegados combatieron en la “guerra santa” contra la ocupación soviética– aprobó la Carta Magna. En reiteradas oportunidades, este funcionario de la ONU de 70 años que ha estado en Afganistán desde la caída del régimen talibán y fue uno de los artífices de la paz ha llamado a la resistencia contra los rebeldes y advertido sobre el empeoramiento de la seguridad en Afganistán. El lunes a la noche, un supuesto talibán tiró una granada de mano frente a la sede del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados en Kandahar. No hubo víctimas, pero algunas instalaciones del edificio fueron dañadas. No bien se enteró del atentado de ayer, Brahimi abandonó el país.

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Bicicletas y un camión destruidos por la explosión de la poderosa bomba en Kandahar.
 
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