Lunes, 11 de julio de 2016 | Hoy
EL MUNDO › LA HISTORIA Y LA RIQUEZA PETROLERA IMPULSAN A LOS INDEPENDENTISTAS
Por Gustavo Veiga
Al Brexit británico le salió un Texit. Mezcla de las palabras “Texas” y “exit” (salida), el acrónimo se empezó a poner de moda en el segundo estado en superficie de EE.UU. Sobre todo, después del resultado que se produjo en el Reino Unido. Un sector de la población expresa las ansias de independencia que están representadas en algunos datos. Una encuesta de Research 2000 y Daily Kos elaborada en 2009 sostenía que el 35 por ciento de los texanos quiere separarse de Estados Unidos. El Movimiento Nacionalista de Texas (TNM) es el más activo entre los grupos que impulsan la idea. Sus integrantes han visitado a los nacionalistas catalanes, mantienen contactos con los escoceses que participaron en el referéndum y por supuesto tienen amigos que votaron por el Brexit en Gran Bretaña.
Texas es un estado que entre 1836 y 1845 ya había sido una república independiente. Antes de sumarse a EE.UU., se había separado de México. Se transformó así en la plataforma para posteriores invasiones de Estados Unidos que a su vecino le costaron la pérdida de 2,5 millones de kilómetros cuadrados. Hoy tiene un PBI semejante al de Australia, casi la misma cantidad de población (27 millones) y una riqueza petrolera que alimenta el objetivo estadounidense de ser autosuficiente en hidrocarburos. Su boom reciente se apoya en el fracking.
Daniel Miller, el presidente del TNM, sostiene: “El motivo por el cual los argumentos del Brexit resuenan tanto en Texas es que hay muchos paralelismos”. Gordo y grandote, suele vestir una camisa azul con el escudo de los independentistas. Está convencido de que “los mejores para gobernar Texas son los texanos. Hay una desconexión masiva entre nosotros, entre la manera en que queremos vivir nuestra vida y gobernarnos, y la manera burocrática de gobernarnos que tiene Washington DC”, le dijo el mes pasado en una entrevista a El Confidencial de México.
El movimiento que lidera tiene un sitio web en el que lleva contadas 268.996 adhesiones a la separación de Estados Unidos. Roza el 2 por ciento de los votantes anotados en el padrón electoral. La aspiración de máxima que mantienen en el TNM es juntar 5 millones de votantes favorables al sí. Están muy lejos de lograrlo, pero no declinan la idea. Saben que podrían ser una importante economía en el planeta. Un dato lo corrobora: Texas aporta un tercio de la producción petrolera del país y es donde más energía se consume por persona.
En mayo pasado, los partidarios de Miller y la independencia tuvieron su cuarto de hora de fama en los medios nacionales. En la Convención republicana del estado que ganó el senador Ted Cruz, los conservadores discutieron cómo planificar un referéndum por la separación de EE.UU. La mayoría votó en contra, pero el éxito simbólico de los partidarios de la idea fue haber planteado un debate semejante. Se estima que el porcentaje del 35 por ciento que arrojaba la encuesta de Research 2000 y Daily Kos se eleva hasta casi el 50 por ciento entre los votantes del Partido Republicano. En el Partido Demócrata es sensiblemente menor.
Para el TNM las simpatías a su causa son mayoritarias entre los seguidores texanos de Donald Trump, llegan a un 50 por ciento entre los independientes y a un tercio de los demócratas. A Miller le gusta citar al escritor californiano John Steinbeck, Premio Nobel de Literatura 1962, que decía: “Texas es una nación en todo el sentido de la palabra”. Para el líder del movimiento independentista, el estado “se ha convertido en una potencia económica no por su relación con los otros estados de la unión federal, sino a pesar de ella. La independencia traería a Texas una prosperidad sin precedentes”.
En el TNM están convencidos de que son rehenes de Washington. El grupo, fundado hace una década, abrevó en las ideas de otro movimiento de ideas similares llamado República de Texas y que se creó en 1995. “Una parte del apoyo que tenemos viene de gente que ha dado la espalda a los principales partidos”, dice Miller.
Los texanos partidarios de la secesión, acaso nostálgicos de la que dividió al país entre 1860-1865 y los enfrentó en una guerra civil, ya intentaron llevar a cabo su propósito en 2012, cuando Obama acababa de ser reelecto. La Casa Blanca rechazó la petición firmada por 125.746 personas para que el presidente de los Estados Unidos permitiese “pacíficamente al Estado de Texas abandonar los Estados Unidos de América y crear su propio nuevo gobierno”. No les importó la respuesta. Seguirán insistiendo.
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